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Sábado 15 de febrero de 2025, p. a12
El nuevo disco de Nala Sinephro es un estado de quietud. Se llama Endlessness y, en efecto, no tiene fin.
Olas suaves, expansivas, nos circundan, y resulta natural que cerremos los ojos mientras la música nos guía en navegaciones ondulosas, siempre llenas de sorpresas, como en la barca de Ulises de la que salta Butés atraído por el canto de las sirenas y queda suspendido en el salto en un grabado encontrado en una vasija en la antigua Grecia.
El álbum contiene 10 composiciones, todas tituladas Continuum, numeradas progresivamente.
El éxito de la música de Nala Sinephro es arrollador. Sus sonares son recibidos como un acto de meditación, una forma liberadora de tensiones. Un refugio. Ella lo ha dicho así: Llego a estados de trance. Hay momentos en que siento que camino flotando
.
El instrumento de Nala es el arpa y al escucharla uno de inmediato piensa en Alice Coltrane, la creadora del jazz espiritual, ella budista practicante de la disciplina de la meditación.
Lo curioso es que Nala Sinephro grabó sus dos discos que la mantienen en lo alto, antes de conocer la música de la viuda de John Coltrane.
Nala Sinephro nació en un suburbio de Bruselas y por eso, por el paisaje circundante , tuvo un bosque como jardín de su casa, recuerda. Su madre era profesora de piano y su padre saxofonista de jazz.
Sus orígenes están en las islas caribeñas de Martinica y Guadalupe.
Intentó cursar estudios en varias escuelas de jazz, siempre insatisfecha con el trato, ella de piel negra. Sin embargo, en la primera escuela a la que ingresó encontró su instrumento: el arpa: tiene mi propio lenguaje: fuerte, pero discreto
.
El arpa suele asociarse con sonidos celestiales
, tañer de campanas, agua cristalina. Sus arpegios (notas deslizadas) son fuente de sonidos de colores. Su uso es amplio: el son jarocho, la música celta, la parte íntima de la orquesta sinfónica.
Nala ha explicado así sus procedimientos con el arpa: debido a su arquitectura tan compleja, resulta un instrumento muy orgánico, y al tocarlo me despierta sensaciones profundas, activa una especie de memoria inconsciente que me hace pensar en mis anteriores reencarnaciones: chance y alguna vez fui una arpista celta y me divertí mucho durante el medievo
.
Se trata de un sonido, el del arpa, de gran poderío. Su presencia en los escenarios sinfónicos siempre impone. En las sinfonías de Gustav Mahler, por ejemplo, en el momento en que suena el arpa, sola por encima de un tapete aromático entonado por toda la sección de cuerdas, se abren umbrales, portales dimensionales. Eso le contaba yo, mozalbete, a mi querido amigo y maestro Eduardo Mata, el director de orquesta que trajo Mahler a México, y él sonreía: Tienes toda la razón, querido Pablo
.
El universo del arpa es más extenso de lo conocido y esos territorios son los que transita Nala Sinephro como integrante de una oleada de músicos procedentes de regiones frágiles del planeta y que emigran a Europa y llevan consigo sus tradiciones, talentos, su cultura poderosa.
Nala se formó en las salas de conciertos, en los montajes técnicos, en los laboratorios de sonido. Entre otros afanes, destacan sus colaboraciones con el director artístico de la London Contemporary Orchestra: Robert Ames. Y forma parte de la tropa combatiente que estelariza lo que muchos denominan la escena del jazz en Londres
y que en realidad es un conglomerado de estilos, tendencias, tradiciones y sobre todo procesos experimentales a partir de, sí, el jazz.
Entre esos grandes creadores destacan el gran alientista Shabaka Hutchings, cuyos orígenes se remontan a la isla caribeña de Barbados, y la gran Nubya García, de ancestros también caribeños, de la región de Guyana, gran artífice del saxofón contemporáneo y música electrónica de gran potencia.
En la expansión del sonido de su arpa, Nala se convirtió en multinstrumentista: toca el arpa, el piano y los sintetizadores de vario linaje, para crear un sonido que la hace inconfundible. En su disco Endlessness escuchamos una variedad impresionante de recursos estilísticos y creativos, además de un sistema vasto de interconexiones culturales que la vinculan con otros compositores sin que se trate de influencias ni casualidades, sino de un discurso musical de gran originalidad y poderío.
Así, por momentos, al escuchar este disco nuestro oído asocia de inmediato, dada la velocidad de las notas que produce Nala, la música de Steve Reich, y en otros momentos muy claramente nos recuerda las composiciones del gran músico budista Terry Riley.
Las oleadas de música van y vienen y en muchos momentos estamos en el Oriente, en claridades sonoras que asemejan pasajes enteros de óperas del compositor chino contemporáneo Tan Dun.
Endlessness apoya su poderío en una frase en arpegio que vertebra los diez movimientos de esta suerte de sinfonía contemporánea y libre. Esa frase vuela, se eleva, nos transporta, se vuelve tumultuosa para regresar al silencio enseguida. Nos mantiene siempre atentos, concentrados en nuestra respiración, exactamente la conducta que mantenemos cuando ejercitamos la meditación.
Esa frase la modula, transforma, reconvierte y teje Nala mediante su dominio absoluto de un sintetizador que suena a bosque, a cosa íntima, sencilla y natural. Sus compañeros músicos bordan con ella: Morgan Simpson, integrante del grupo de culto Black Midi, entabla con Nala diálogos fabulosos desde su batería, mientras James Mollison, integrante a su vez del agrupamiento Ezra Collective, desenvuelve reptiles de colores que salen del pabellón abierto de su saxofón. Las frases parecen repetirse pero nunca son iguales una a la siguiente. No es minimalismo, es algo más allá.
Hay un dato técnico que explica buena parte del efecto hipnótico y apaciguador de la música de Nala Sinephro: todos sus sintetizadores, sin afanes de tecnología compleja pero de simplicidad casera, están sintonizados a una frecuencia de 432 herzios, que está documentado clínicamente que tiene efectos terapéuticos, médicos y rituales: alivia el dolor, produce un estado de relajación, de músculos laxos, lacia piel y sobre todo una claridad mental que solamente puede lograrse a través de la disciplina de la meditación.
Endlessness transcurre de esa manera; el sax de la grandiosa Nubya García se eleva majestuosamente, mientras Lyle Barton y Dwayne Kilvington enarbolan abalorios en sintetizadores.
Otras celebridades participan en este disco grandioso: Natcyet Wakili, integrante de otra banda maravillosa e imponente: Sons of Kemet, transporta su poderío percusivo hasta las evanescencias y suavidades del arpa de Nala, mientras Sheila Maurice Gray asombra a todos por sus poderosos sonidos en flugelhorn y trompeta que alterna en acompasado diapasón.
Hay momentos gloriosos, cuando una orquesta de cuerdas entona el canto sin palabras que escribió Nala para ella y todo crece con el impulso de las frases sencillas y ronroneantes del sintetizador y en lo alto todo estalla como un árbol de fuegos de artificio visto en el horizonte, muy a lo lejos. Como la explosión de una estrella que está a años luz y el estruendo de su clamor que se pierde antes de llegar siquiera.
Endlessness es continuación y consecuencia del disco anterior de Nala, titulado Space 1.8, donde es más evidente la presencia de los elementos de lo que el mundo conoce como jazz, pero su naturaleza quieta y apacible lo define de cuerpo entero: música espiritual.
Space 1.8 fue aclamado de la siguiente manera por la crítica musical especializada: un referente del jazz ambient, como un músico sentado frente a su instrumento que es en realidad una fuente de la que mana luz
.
Es una creación de Nala Sinephro en colaboración con otra reina: Nubya García, quien esculpe sonidos serpentinos, burbujeantes construidos al alimón con el sintetizador que maneja Nala con destreza. Toda la música de este disco fascinante, Space 1.8, nos lleva a un lugar recóndito y cercano a la vez, imaginario y real, soñado y palpado. El arpa se convierte en axis mundi.
Nosotros sonreímos.
Nala Sinephro, he aquí a una nueva soberana de la mejor música que se hace hoy día. Albricias.