u circunstancia es parte integral de su identidad, la cual está profundamente arraigada al entorno en el que nació y creció. Su producción artística es un reflejo fiel de su realidad y plasma su forma de ver el mundo.
Aunque su familia no tenía una tradición artística, la inclinación de Rodrigo Ímaz (Ciudad de México, 1982) hacia las artes se manifestó desde su temprana infancia. Se desarrolló en un entorno familiar que valoraba las ciencias sociales y las humanidades, hubo una fuerte tendencia hacia temas políticos que lo llevaron a involucrarse en movimientos estudiantiles y al activismo. De ahí que en su práctica artística, Ímaz busca establecer un diálogo con otros artistas y con su contexto social para mejorar la vida de los demás y para combatir las injusticias.
La semilla que llevó a Rodrigo Ímaz hacia el arte se sembró en su infancia. Asistió a una primaria que ofrecía diversos talleres creativos todas las tardes, la ilusión de asistir a estos talleres era su mayor estímulo para ir a la escuela. Recuerda que en una ocasión, él y su padre visitaron a una persona muy enferma y le llevaron un dibujo de Rodrigo para brindarle consuelo y alivio, lo que desató las lágrimas y despertó una profunda emoción en la persona que lo recibió. Ese instante se grabó en su memoria y fue un punto de inflexión, una revelación de la poderosa conexión que existe entre el arte y la emoción humana.
Rodrigo Ímaz exploró su talento creativo en diversas áreas. Desde niño, tocó la batería, luego la guitarra y más tarde el piano; también se aventuró en el teatro desde una edad muy temprana. Aunque el futbol siempre estuvo presente en su vida, intuía que el dibujo sería su salvación. Estudió en la Secundaria Pública número 29, donde su habilidad para el dibujo fue valorada por sus compañeros, quienes pedían que les hiciera dibujos para sus tareas a cambio de frituras Cazares, que eran un tipo de recompensa o trueque.
En su camino hacia las artes, Rodrigo Ímaz consideró la posibilidad de estudiar arquitectura, pero su madre le hizo una pregunta que lo llevó reflexionar: ¿por qué no estudias arte, si eso es lo que realmente quieres hacer?
Fue otro punto de inflexión en su vida y se dio cuenta de que podía confiar en su instinto.
Ingresó al Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH)-Sur de la UNAM y posteriormente ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP), actualmente Facultad de Artes y Diseño, donde descubrió el fascinante mundo de la gráfica.
Ante una profunda inquietud, incursionó en la cinematografía cuando su tío, Rubén Ímaz, lo invitó a colaborar en un documental sobre su bisabuelo Eugenio. Así comenzó su interés en capturar a través de la cámara y documentar sus raíces y origen. Sus abuelos paternos fueron refugiados de la guerra civil española, mientras sus abuelos maternos son originarios de Tixtla, Guerrero, influidos por el movimiento cardenista y la escuela socialista.
Actualmente, Rodrigo Ímaz trabaja en un documental titulado AVIA. Es una reflexión sobre el exilio, la vida y la muerte, pero sobre todo una celebración a la vida cuando se enfrentan juntos a los últimos días de una mujer que vivió con dignidad y principios.
Tiempo atrás, Rodrigo realizó el documental Juan Perros (2016), que narra la vida de un hombre que vive de la basura en medio del desierto de Cuatro Ciénegas rodeado de sus animales. El documental recibió varios galardones, entre ellos fue premiado en el Festival Internacional de Cine de Morelia, en el Festival Docs Mx y estrenado en la Semana de los Críticos de Cannes.
El arte de Rodrigo Ímaz tiene una dosis de humor que le permite conectar con la gente. Una de sus obras recientes es la intervención de su acta de nacimiento, en la que remplazó su apellido por un anagrama que se convirtió en Rodrigo Maíz. Al cambiar su nombre establece una conexión entre su herencia y la cultura mexicana, explorando la idea de la identidad y la pertenencia a través de la modificación de un documento oficial. Para mayor información sobre su obra, se puede consultar www.rodrigoimaz.com y su Instagram: @imazrodrigo