Opinión
Ver día anteriorSábado 8 de febrero de 2025Ediciones anteriores
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Emilia, ¿para qué?
M

e parece que Emilia Pérez (Jacques Audiard, 2024), la película más polémica de la temporada, es un desastre total. Desde sus primeras imágenes, el filme provoca una sensación de falsedad y mentira que no se quita nunca. La historia parte de una improbable premisa redentorista y chabacana, decorada con una ensalada indigerible de tropos de la corrección política más convencional, que son precisamente los que han provocado que se alabe y se ensalce este filme a niveles incomprensibles.

Dicen los aplaudidores que el gran mérito de Emilia Pérez es su desarrollo narrativo en clave de musical. Quizá soy un anticuado extemporáneo, pero el hecho es que cuando presencio una película musical espero, deseo, que la música posea los valores mínimos necesarios del género. Sin embargo, la parte musical de Emilia Pérez ostenta textos atroces sin ton ni son, sin ritmo, ni metro, ni poética alguna, envueltos en una música sosa y olvidable (firmada por Clément Ducol y Camille Dalmais), todo ello cantado sin afinación, sin un flujo musical perceptible, por voces anodinas y, sobre todo, sin la menor convicción; las coreografías complementarias son igualmente torpes. El asunto de los horrendos textos de las canciones permea a la película entera, que parte de un guión que parece haber sido escrito por Alexa y en el que se comete un asesinato interminable de la lengua castellana, asesinato que por cierto ya se ha estado cometiendo impunemente en otras instancias, oficiales o no. Y esos diálogos insulsos están dichos macarrónicamente por una colección de acentos latinos de chile, de dulce y de manteca, lo que hace al asunto doblemente inverosímil. La razón, o excusa, o pretexto, o justificación, dicen los responsables de Emilia Pérez, es que no encontraron en México intérpretes de calidad para asumir los roles de la película. ¡Qué estupidez! ¿De verdad no hay en esta nación una actriz competente capaz de abordar con prestancia, eficacia y profesionalismo las labores actorales y musicales de la muy mediocre Selena Gómez? ¡A otro perro con ese hueso!

Si bien me parece que esta película anti-musical tiene mucho de criticable, también creo que se equivocan los patrioteros chovinistas al rasgarse indignados las vestiduras porque, según ellos, el director Audiard pinta un retrato falso y denigrante de este país. Ni siquiera eso; Audiard no pinta nada, simplemente se ha dedicado a acumular, sin coherencia alguna, una serie de burdos brochazos de lo que él considera que son los Temas Tremendos del México Moderno, y no alcanza siquiera a rascar la superficie de ninguno de ellos. Frente a ese retrato fallido y tendencioso que ha intentado el director, el retrato real del país puede ser deducido a partir de nuestras propias percepciones como ciudadanos, de lo que dicen y callan los medios, y de lo que dicen y callan las fuentes oficiales.

Justo es decirlo, en medio del horror musical de los cantos y danzas de Emilia Pérez hay un par de momentos estimables de música extradiegética (de fondo, pues) y una, una sola secuencia de buen cine, que podría describirse como la Coreografía de los Fusiles. Más allá de eso, nada que no sea posible ver y oír en cualquier capítulo de cualquier narcotelenovela porque, encima de todo y considerando los asuntos sociales, criminales, políticos y de género que intenta explorar, Audiard ha perpetrado una película pudibunda y timorata.

Todo ello no ha impedido a los opinadores empoderados ir por el mundo alabando este fallido filme, vociferando sin cesar ¡Esto es arte, esto es arte, esto es arte!, sintiéndose muy disruptivos, muy posmodernos y muy progres; no hay aquí más que un simple alarde de oportunismo coyuntural. Encima de todo, ya está puesta la mesa y diseñada la estrategia infalible para quienes se han dedicado sin pudor a inflar esta mala película, por las razones que sean: si cuando llegue la fétida y tediosa ceremonia de los premios Óscar Emilia Pérez arrasa con los premios, se ufanarán de haberla apoyado y promovido; en caso contrario, señalarán con dedo flamígero a los decrépitos académicos por racismo, exclusión y discriminación de género y transgénero. No hay pierde: el victimismo de Emilia Pérez ya está preparado y garantizado. Eso sí, los disruptivos vociferantes estarán felices si en la ceremonia se canta y se baila ese genial e imperecedero número musical que es la Conga de la vaginoplastia.