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La neo-Usaid
D

os hechos motivan este texto: la revelación de que la sucesora de la CIA en el mundo, la Usaid financiaba directamente 707 medios, 6 mil 200 periodistas y 279 organizaciones no gubernamentales en todo el mundo (nueve de cada 10 medios en Ucrania) y el intercambio entre el presidente de Panamá y el nuevo jefe del Departamento de Estado de Estados Unidos por las tarifas de los barcos que pasen por vía de su canal. El primer suceso es, por supuesto, el de la construcción de escándalos mediáticos en contra de los personajes del mundo que le son opuestos a los intereses corporativos de EU con dos focos que en América Latina y, especialmente, en México fueron muy obvios: la idea de que la corrupción requiere vigilancia de organizaciones civiles, con lo que se infiere que los sobornos y los conflictos de interés son sólo de los funcionarios públicos (y no de las empresas, entre ellas, los propios medios que recibían el pago de la Usaid), y el otro, el tema de la violencia del crimen organizado que, en algún momento, se trató de ligar con el Ejército Mexicano, pero que jamás tocó siquiera la venta de armas de Colt Defense, Glock, US Ordenance, Inc., y Trijicon, Inc., a los grupos criminales, mientras se las vendía, también, a los gobiernos prianistas del Plan Mérida. El tema de la corrupción gubernamental tuvo una serie de reportajes pagados por la Usaid a Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, que no llegaron más que al desmentido: que si el cacao había sido domesticado por los olmecas sólo para que los hijos del presidente López Obrador pusieran una microtienda de chocolate; que si la nuera del mismo presidente le había rentado una casa a un directivo de una petrolera texana que tenía contratos con Pemex hace unos 20 años antes de que, incluso, naciera la misma nuera; y el de que los médicos cubanos que llegaron a ayudar en el problema de salud pública en zonas marginadas eran realmente esclavos.

En el caso de la violencia, se hicieron acrobacias mediáticas para designar como acciones terroristas desde el ataque a la comunidad de mormones radicales en Chihuahua, Le Barón (noviembre 2019), hasta las quemas de automóviles en Jalisco, Chihuahua y Guanajuato (agosto 2022). Eso motivó poner en la agenda de la oposición de derechas que EU interviniera como si los criminales que operan en México fueran terroristas que buscaban debilitar la seguridad interior de esa nación a golpes de pastillas de fentanilo de millones de adictos que deberían atenderse por el sistema público de salud. A últimas fechas, además, esa misma oposición ha fantaseado con la idea de que aviones y barcos militares estadunidenses patrullan los mares mexicanos y de que se cumpla su quimera de que Andrés Manuel sea encarcelado por saludar a la mamá del Chapo Guzmán. Festejaron con igual jolgorio que el Departamento de Justicia de Donald Trump se proponga ahora la eliminación total de cárteles trasnacionales.

En el otro suceso, el del Canal de Panamá, embona con la actividad frenética de los medios financiados por la Usaid. Como sabrán, tras una reunión del presidente de ese país, José Raúl Mulino, con Marco Rubio, nuevo jefe del Departamento de Estado, ésta secretaría emitió un comunicado donde aseguraba que los buques de guerra estadunidenses podrían transitar sin pagar tarifas. Ante ello, Mulino lo desmintió y se refirió al boletín como una falsedad intolerable porque se mentía en un comunicado oficial de EU. Rubio todavía respondió: No estoy confundido sobre Panamá, tuvimos conversaciones, pensé que había pasos firmes, expectativas que dejamos claras en esas conversaciones. En esa frase se encierrra cómo se ensamblan ambos sucesos: ya no se requiere que la Usaid haga propaganda sucia usando medios que no lleven su firma, sino que ahora es el propio Departamento de Estado el que hará esa función. Ya no gastarán en que otros mientan por ellos, sino que lo harán ellos directamente. Rubio lo dejó claro: su departamento dice que llegaron a un acuerdo con Panamá sobre los buques de guerra estadunidenses porque él lo planteó en la conversación. Exponer una propuesta no es llegar a un arreglo. Una decisión no es lo mismo que un deseo. Uno puede querer el acceso gratis al canal, los minerales de Groenlandia o que los cárteles desaparezcan, pero eso no constituye que existan en el mundo real. De igual manera, en el caso mexicano, un comunicado oficial de la Casa Blanca dijo: Los cárteles mexicanos son los principales traficantes de fentanilo, metanfetamina y otras drogas en el mundo. Estos cárteles tienen una alianza con el gobierno de México. Aunque después aclaró que se refería a Genaro García Luna en el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012), la idea de sembrar memes que sustituyan a los hechos está en la espina dorsal del neo-Usaid, es decir, del nuevo Departamento de Estado de Marco Rubio.

Sustituir el hecho por un meme, aunque sea oficial, entraña lo que se conoce como una metamentira, el clásico: Yo pensé que era verdad. Se usan en una combinación entre verdades y falsedades notables: el fentanilo mata como a 100 mil estadunidenses al año (verdad); los cárteles mexicanos pasan el fentanilo por la frontera (semi-verdad porque 80 por ciento de los detenidos son ciudadanos estadunidenses) y bombardear Sinaloa y Jalisco terminaría con el problema (falso). El meme se instala sobre los prejuicios de antemano asimilados como sesgos y provocan seducción de unos y miedo de otros: los cárteles mexicanos están matando estadunidenses, no el veneno al que se hicieron adictos porque las farmacéuticas como Purdue promovieron el uso de opioides sobre la falsedad de que no creaban farmacodependencia; son terroristas aunque no usen bombas, sino pastillas, y aunque las armas que empleen sean 80 por ciento estadunidenses, eso no importa porque los muertos son mexicanos, es decir, los que están matando estadunidenses.

No hay referente en la realidad, sólo un juego de equivalencias entre percepciones, falsedades, deseos, en los que se improvisa todo el tiempo el sentido. La política trumpista se enfoca en la ausencia de lo real donde ya no existe la ambigüedad, sino que la postura sólo puede ser artificial, ya sin referencia a una necesidad e, incluso, a una justificación o a un hecho real. Con Trump no la pasamos en el desciframiento cuando, en verdad, no hay nada que descifrar. El hacer a América grande otra vez está ahí para ocultar que ya desapareció.

Una parte del electorado republicano que hizo repetir a Trump en la Presidencia de ese país cree en las conspiraciones en las que, si presentas pruebas, aunque sean falsas, demuestras el hecho y, si no las presentas, es porque han sido eliminadas, lo que comprueba la conspiración. El meme oficial es circular en ese sentido, pero lo es también en otro: creer que Trump esparce el caos porque, en el fondo, está viendo qué pesca o tiene un plan tan elaborado de carambolas complicadísimo que ya nadie sabe qué pretende. A juzgar por su desempeño en el primer periodo presidencial, no creo que ése sea el caso. Más bien su práctica política es simular que una falsedad es verdad para satisfacer a su audiencia previamente sesgada. La desaparición de la Usaid es momentánea, mientras todo el gobierno de Trump se afinca en un presente alterno y se ahorra el andarle pagando a otros para que lo instauren.