Viernes 24 de enero de 2025, p. 6
Ciudad Juarez, Chih., Una imagen robó el foco a Donald Trump el día de su regreso a la Casa Blanca. Otra estampa llamó la atención y acompañó al magnate en portadas de diarios y canales televisivos en México y el mundo: la de una mujer devastada por el dolor, sumida en un inconsolable llanto tras comprobar que no podría solicitar asilo en Estados Unidos.
Resumía el sentir de millones de indocumentados: frustración. La postura antimigrante del republicano ha pulverizado el sueño de entrar de manera regular a territorio estadunidense.
El nombre de la protagonista de esa imagen es Margalys, originaria de Catatumbo, Colombia, quien –junto a su hijo adolescente de 13 años y su esposo– salió huyendo por el conflicto armado en esa región que ha dejado casi 18 mil personas desplazadas, según cifras oficiales.
“Yo no busco el sueño americano, lo que quiero es preservar mi vida”, dice en entrevista con La Jornada. Yo ya viví, pero él (su hijo) está empezando la vida. Quiero que viva sin peligros
. La mujer de 48 años y su familia fueron de los primeros a quienes el lunes pasado –una vez que Trump juró sobre la Biblia– la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza cerró las puertas con la cancelación del programa CBP One debido al viraje de Washington en la política migratoria.
Con la noticia, Margelys entró en crisis y se desplomó ahogada en un sentido llanto. La escena, que ocurrió al pie del puente fronterizo Paso del Norte –conexión entre Ciudad Juárez y El Paso, Texas–, fue captada por decenas de fotógrafos y camarógrafos y fue vista en muchos países.
Lejos de recibir apoyo, fue víctima de discriminación y xenofobia que se expresaron en redes sociales.
Dos días después, con la cabeza más fría, la mujer afrodescendiente relató a este diario que la noche del lunes conocidos le enviaron mensajes para informarle que era viral.
Sales llorando
“Me decían: ‘sales llorando’. Me mandaron (enlaces) de medios de Estados Unidos, Francia, Venezuela, México. Yo no dramaticé –como decían algunos comentarios de odio–, fue una reacción por la rabia y desesperación que sentí. Ni siquiera me di cuenta de que había tantos medios”.
Hace cinco años enterró a uno de sus hijos mayores que fue asesinado por el conflicto en Catatumbo, al noreste del departamento del Norte de Santander.
Se desplazó a Bucaramanga, donde vivió en años recientes, pero la nueva ola de violencia en Catatumbo, por los enfrentamientos entre el Ejército de Liberación Nacional y las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, los obligó a huir en julio pasado para recorrer la peligrosa ruta migratoria.
Salieron por mar, se adentraron en la peligrosa selva del Darién –donde por dos días su hijo estuvo perdido– y vivieron los riesgos de Centroamérica y México, donde fueron víctimas de delitos.
A finales de diciembre, la fortuna parecía sonreír. Tras meses de fallidos intentos, les fue aprobada la cita de CBP One para el 20 de enero a la una de la tarde. Pero Trump se adelantó y, de un plumazo, terminó con su esperanza y la de millones.
“El niño me dijo: ‘Mami, ¿qué hacemos ahora?’ ¿Qué respuesta le doy? Le había dicho que esta pesadilla iba a terminar, que su papá y yo somos trabajadores y tendría todo lo que necesitara. Y ahora no tengo palabras.
“Si quieres un carro o una casa, los compras si tienes plata y cumples tu sueño en cualquier lado, ¿cierto? Pero tu vida, ¿la compras? No. La vida de un ser querido que te quiten, ¿la consigues a la vuelta de la esquina? ¡Jamás! Eso es lo que estoy viviendo. No quiero un sueño americano, sino tener una vida tranquila”.
Cerradas las puertas de Estados Unidos, esta familia se ha refugiado en el albergue para migrantes El Buen Samaritano, en Ciudad Juárez, donde han encontrado una comunidad con la que comparten su objetivo: una mejor vida.