Editorial
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Trump: colección de contradicciones
E

l presidente Donald Trump dijo a los líderes empresariales que si llevan su producción fabril a Estados Unidos disfrutarán de los impuestos más bajos existentes, pero si no lo hacen deberán pagar aranceles que ascenderán a cientos de miles de millones de dólares e incluso billones de dólares por vender sus mercancías en ese país. El mensaje del magnate a los asistentes al Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, confirma las contradicciones que atraviesan todo su programa de gobierno. En este caso, es notorio el antagonismo entre sus propósitos declarados de imponer aranceles a todo producto importado por Estados Unidos y a la vez disminuir la inflación y el costo de la vida para los ciudadanos, así como la imposibilidad de conciliar los sustanciales recortes impositivos a las corporaciones y los ultrarricos con la reducción del descontrolado déficit fiscal en que Washington se ha metido por su exorbitante gasto militar y medio siglo de generosidad extraordinaria con los grandes capitales.

Con todo, la contradicción más flagrante reside en extorsionar a las empresas para que trasladen sus factorías a territorio estadunidense al mismo tiempo que amenaza con desatar una persecución contra los migrantes indocumentados, que constituyen la columna vertebral de la fuerza laboral en sectores claves de la economía. Por sus características etarias y culturales, las personas provenientes de América Latina, el Caribe, África y Asia son también la tabla de salvación para un país que, como la mayoría de las naciones ricas, encara un envejecimiento demográfico acelerado que amenaza con dislocar desde las cadenas productivas hasta los sistemas de pensiones.

Trump y su entorno parecen incapaces de asimilar el nexo inextricable entre migración y fuerza laboral. La gobernadora de Dakota del Sur, Kristi Noem, nominada por el mandatario para dirigir el Departamento de Seguridad Nacional, aseguró que en esa entidad norteña se ven las consecuencias de la presunta inacción de Joe Biden, cuya política fronteriza –asegura– provocó una invasión de extranjeros ilegales que representan una amenaza existencial para la economía y la seguridad nacional de Estados Unidos. Los hechos la desmienten: los mataderos, granjas lecheras y sitios de construcción que mantienen la economía rural de Dakota del Sur dependen abrumadoramente de mano de obra migrante, la única dispuesta a tomar empleos mal pagados y con altos riesgos de accidentes laborales. Allí se desmitifica también el bulo de que los extranjeros roban trabajos a los estadunidenses: el estado tiene una tasa de desempleo de 1.9 por ciento, indicativa de carencia de mano de obra.

Otros ejemplos de las disonancias inherentes al proyecto trumpiano se encuentran en la alianza entre el mayor fabricante de autos eléctricos del planeta y un político que ataca por sistema la electromovilidad; en sus aseveraciones de que hay un diálogo avanzado con México en materia migratoria en momentos en que sólo se han entablado contactos preliminares; o en su pretensión de que la Organización de Países Exportadores de Petróleo baje los precios del hidrocarburo a fin de congraciarse con su agenda.

Quizá la conclusión más pertinente sea que la importancia de Trump está sobredimensionada, para bien y para mal, y que todos los actores sujetos a sus amagos harán bien en no apresurarse a tratar de complacerlo.