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Pacientes no son diagnosticados

Peligroso, creer que en la Ciudad de México no hay dengue

Médicos pasan por alto la posibilidad de infección previa a llegar a la capital

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▲ Entre las acciones de control de dengue y paludismo en Tapachula, brigadas de trabajadores fumigan los espacios públicos.Foto Cuartoscuro
 
Periódico La Jornada
Lunes 20 de enero de 2025, p. 7

En la Ciudad de México no hay dengue. Esta premisa puede provocar que un caso se complique al grado de llevar a un paciente de uno a otro médico, clínicas y píldoras sin que se llegue a un diagnóstico y mucho menos a un tratamiento adecuado a lo largo de tres semanas.

En la Ciudad de México no hay dengue, se escucha en el área de urgencias de una clínica familiar del sector salud. Las fiebres diarias son desestimadas e incluso la reseña de un viaje reciente al Caribe es completamente ignorada. En la Ciudad de México no hay dengue, reiterará la médica de guardia.

Lo cierto es que las costas y los padecimientos usuales en ellas parecen tan lejanos, que una persona debutante con este virus antes pensará en todas las enfermedades posibles: veisalgia (resaca), una infección bacteriana, covid, influenza, cualquier tipo de resfriado, y hasta el último, y sólo por instinto de alguien más, dengue.

De inicio, se siente como un cansancio extremo, como si el día anterior se hubiera empezado a hacer ejercicio tras años de un estricto sedentarismo y las articulaciones hubieran resentido toda la carga; la cabeza duele como si uno se hubiera puesto la borrachera de su vida y los ojos como si los globos oculares fueran sumidos con los pulgares.

Las fiebres saltan a 38, 39, incluso cerca del límite de 40 grados, y con el paso de la enfermedad el cansancio extremo buscará un superlativo y se tornará una fatiga que se siente como cargar cadenas o 20 veces la gravedad, y hasta el celular en la mano pesa tanto como una mancuerna de 10 kilos.

Los síntomas son notables y una automedicación con fármacos para el dolor (aspirinas e ibuprofeno) puede provocar pequeñas manchas rojas en la piel. Las petequias, manifestaciones indoloras del dengue, advierten una complicación en el curso de un cuadro que se puede tornar mortal.

La automedicación y la negligencia vienen del desconocimiento por parte de quienes la padecen y del sesgo geográfico a cargo de quienes la atienden. En la Ciudad de México no hay dengue. Tal descarte hace que un médico ignore en automático las referencias a un viaje al Caribe una semana atrás o la picadura de un insecto.

“El día que empecé con síntomas era viernes. La noche anterior había cenado con amigos, así que el dolor de cabeza –exagerado para el par de cervezas que había tomado– resultaba explicable hasta cierto punto. Lo que no encajaba era el dolor muscular, en los ojos y en las articulaciones. Un par de cafiaspirinas nada lograron, tampoco los ibuprofenos. El resto del día lo pasé acostada con el cuerpo cortado y un cansancio que sólo era propio de haber corrido un maratón. El sábado no fue mejor.

“En pleno verano de 2023 asumí que era un resfriado y ¿por qué no?, el nunca más famoso covid-19. Sin embargo, la ausencia de tos, dolor de garganta, estornudos o escurrimiento nasal me hacía dudar. El domingo fui a trabajar y me puse como meta el lunes. Si ese día no me sentía mejor, iría al médico. Ya para entonces había tomado todos los analgésicos a mi alcance: cafiaspirinas, naproxenos, ibuprofenos, paracetamoles.

“Llegó el lunes, y con el mismo cansancio fui a un consultorio de farmacia cercano. Además de mis síntomas, conté que una semana atrás había estado en la playa, que una ‘posible araña’ me había picado en la mano y que al par de días había tenido una especie de urticaria alrededor del cuello.

“Tras una revisión, la médica descartó que se tratara de un virus respiratorio: ‘Tienes ligeramente inflada la garganta, te enviaré antibiótico’, resolvió. Con un diagnóstico y mis botes de medicamentos en mano me sentía confiada en que pronto saldría de ese pequeño cuadro, pero nada, no mejoraba.

“No estaba en cama, salía a trabajar, manejaba, podía moverme, pero la fiebre aparecía en más de una ocasión al día y la fatiga combinada con dolor se acentuaba. Cumplía casi una semana sintiéndome mal.

“Sin ver mejoría, hice cita con una internista. La especialista llegó a una conclusión similar: era una infección en la garganta, pero el antibiótico probablemente no era el adecuado, así que me enviaría uno más fuerte y debía realizarme estudios de laboratorio, incluida una prueba de covid-19.

“Ese fin de semana, con mi nuevo esquema de medicamentos, lo pasé muy mal. El dolor, fiebre y fatiga eran más severos. Mi papá fue el primero en soltar: ¿no será dengue? El mismo día la internista, que me pidió enviarle las pruebas de laboratorio en cuanto llegaran, coincidió: ‘Hazte una prueba’.

“El dengue es una enfermedad causada por un virus que se transmite a través de la picadura de mosquitos. Como con el covid, se detecta con pruebas rápidas y PCR, siendo estos últimos las más precisos. El problema es el costo. Una rápida vale más de mil 500 pesos en una cadena privada de laboratorios y la PCR por encima de 8 mil 500.

“Me hice la prueba rápida y aún así los resultados tardarían en llegar. No recuerdo si fue el mismo día, pero me encontraba en urgencias de la clínica 28 del IMSS, la de Gabriel Mancera, porque llevaba más de una semana con las fiebres, el dolor de cuerpo, sobre todo de articulaciones, y la fatiga. Ya tenía la sospecha de dengue. ‘En la Ciudad de México no hay dengue’, zanjó la jefa de guardia. ‘El fin de semana pasado estuve en Quintana Roo, incluso dan los días de incubación (de 4 a 10)’, le respondí. Ya le había mostrado las manchitas rojas que te-nía en el torso y que, para ser sincera, eran pocas respecto a lo que se ve en ilustraciones de Internet.

“Con los dedos hizo un recuento de los días para resolver con hartazgo: ‘En la Ciudad de México no hay dengue’. Al sentirme ignorada tomé mi celular y vi que no hace mucho me habían llegado los resultados de la prueba al correo electrónico. ‘Positivo’, le dije mostrándole la pantalla.

“Este fue el primer tramo de la enfermedad. Hasta ahí había pasado en poco más de una semana por un médico general, una internista y urgencias. Un cuadro de dengue sin complicaciones dura alrededor de siete días con la fiebre. En mi caso, la fiebre, la fatiga y el dolor muscular se prolongaron más de tres semanas.

“Sin ver mejoría también me empecé a desesperar, los nuevos diagnósticos que recibí eran: ‘ya no puede ser dengue, la fiebre dura alrededor de siete días, debe ser algo más’. Así pase por nuevos médicos: un familiar del IMSS, otro internista, un infectólogo y, como última referencia, un reumatólogo.

“Las consultas con especialistas y la mayoría de los estudios de laboratorio fueron privados. No he realizado una cuenta seria, pero seguro gasté más de 20 mil pesos ese mes. Luego de iniciar un tratamiento con el infectólogo, la mejoría llegó tres días después de la fecha en que supuestamente debía sentirme mejor.

Estuve más de tres semanas con fiebre, pero menos de cuatro. El cansancio se quedó unos meses más, lo mismo que una especie de niebla mental. En el IMSS jamás me dieron una incapacidad.