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Jubileo, celebración de indulgencia e inspiración de artistas y escritores

Roma espera recibir a 35 millones de peregrinos

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▲ En la imagen, el pórtico atribuido al emperador romano Calígula.Foto Fabio Caricchia
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▲ En la foto, vista captada con un dron de parte de San Juan de Letrán, donde fueron halladas estructuras romanas y medievales, incluyendo la pared circundante de la primera sede del papado, denominada el patriarchio, que se encuentra en la plaza San Juan.Foto Fabio Caricchia
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▲ Sobre estas líneas, una trabajadora muestra restos hallados de la época romana pertenecientes a una lavandería que utilizaba orina como detergente.Foto Fabio Caricchia
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 20 de enero de 2025, p. 3

Roma. La conmemoración del Jubileo (24 de diciembre de 2024-6 de enero de 2026), convocada por el papa Francisco por segunda vez durante su pontificado, con el lema Peregrinos de la Esperanza, se estima que atraerá a Roma a 35 millones de fieles. La cifra es notable en comparación con los 2 millones 749 mil residentes de la ciudad, y se suma al turismo habitual, que en 2024 alcanzó 50 millones de visitantes.

El término jubileo deriva del hebreo jobel, que significa cuerno de carnero, empleado para anunciar sucesos de gran importancia en la cultura judía. La tradición se trasladó al cristianismo durante la Edad Media. El Jubileo es considerado un año de gracia, una celebración de la remisión de los pecados a través de indulgencias plenarias, penitencia, reconciliación y renovación espiritual.

Inicialmente, se decretó que el Jubileo se celebraría cada 100 años, pero con el tiempo este intervalo se redujo. Desde el siglo XV se estableció una periodicidad de 25 años, a la que a partir de 1900 se han sumado jubileos menores, 10 desde entonces.

El poeta Dante Alighieri también participó en el Jubileo, a pesar de su profundo desprecio por el papa Bonifacio VIII, quien apoyaba a sus enemigos en Florencia, lo que llevó al poeta al exilio, obligándolo a vagar por toda Italia hasta su muerte. Dante lo llamó gran sacerdote de la avaricia codiciosa, y lo situó en su obra magna, La divina comedia, entre los círculo más ínfimos del infierno junto con otros papas corruptos, boca abajo en agujeros ardientes, con las llamas lacerando sus pies. Estos pontífices pertenecían al grupo de los simoníacos, aquellos que cometían el pecado de comprar o vender bienes espirituales, como los sacramentos, o bienes temporales vinculados con lo espiritual, como prebendas y beneficios eclesiásticos.

El Jubileo está marcado por rituales y símbolos que provienen de una tradición milenaria. Comienza con la promulgación de la Bula Papal, en la que se anuncian públicamente las fechas de inicio y cierre del Año Santo. La peregrinación en Roma, que ya se practicaba un milenio antes del primer Jubileo, dio paso a un nuevo tipo de peregrinaje más simbólico, enfocado en los lugares donde se otorgaban las indulgencias, principalmente las basílicas de San Pedro y San Pablo. Los fieles debían visitarlas durante 30 días consecutivos, y al menos una vez al día para los romanos, y 15 para los extranjeros. De este modo, el tiempo adquiere una relevancia especial como medio de purificación, al igual que los gestos y las oraciones. Desde 1450, el rito de la apertura de la Puerta Santa se ha establecido como el símbolo más significativo del Jubileo

Puertas abiertas a los corazones duros

Se abren las puertas de las cuatro basílicas mayores de Roma, comenzando por la de San Pedro, seguida en los días siguientes por San Pablo Extramuros, San Juan de Letrán y Santa María la Mayor. De manera inédita, el 26 de diciembre, el papa Francisco abrió también la puerta de la prisión de Rebibbia, a petición de los reclusos. Para ellos, el Papa expresó: Los corazones cerrados, los corazones duros, no ayudan a vivir; por eso, la gracia del Jubileo es abrirse por completo, abrirse y, sobre todo, abrir los corazones a la esperanza. A ello se agrega una lista de 12 iglesias jubilares, la mayoría en las proximidades del castillo de Sant’Angelo.

El primer Año Santo fue instituido por Bonifacio VIII en 1300, en respuesta a una creencia popular que atribuía al año centenario un poder salvífico para purificar los pecados de quienes peregrinaran a la Basílica de San Pedro. Este evento se transformó en instrumento económico y político, consolidando el poder absoluto del Papa.

Desde sus inicios, el Jubileo ha estado profundamente vinculado con la peregrinación y la movilidad, ofreciendo indulgencias plenarias a quienes llegaban a Roma y visitaban sus reliquias, tradición que se mantiene.

En el primer Jubileo de 1300, cuando Roma contaba con apenas 20 mil habitantes, acudieron 2 millones de peregrinos. Entre ellos se encontraba Giotto, quien pintó un fresco en un pórtico de la basílica de San Juan de Letrán, ahora perdido. De esta obra sólo queda un fragmento con el retrato de Bonifacio VIII, que puede conocerse gracias a una acuarela de Giacomo Grimaldi, realizada alrededor de 1590, y actualmente expuesta en la Biblioteca Ambrosiana de Milán hasta el 17 de junio.