La novela de la colombiana Mariantúa Correa tiene como protagonista a una víctima de manipulación
Domingo 5 de enero de 2025, p. 3
El desarraigo y los personajes inestables, cuyas vidas enfrentan encrucijadas y caminan sobre una suerte de cuerda floja, interesan a la escritora colombiana Mariantuá Correa, quien en su novela más reciente, Ciudad Láser, aborda la vida de una mujer con poco qué perder y víctima de una manipulación sutil que la pone en la antesala de desaparecer.
En entrevista con La Jornada a propósito del texto editado por Almadía y presentado hace unos días en la Ciudad de México, la narradora comentó que su protagonista debía ser una mujer sin familia y con un pasado moral y ético canónico de las abuelas, el cual no puede aplicar en su vida en la capital porque ésta funciona con otras reglas
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Correa (Barranquilla, 1992) añadió que como una persona de isla, en este caso particular, pero también una persona de provincia, cuando hace un desplazamiento a la capital, Soledad se da cuenta de que su vida no puede ser fácilmente trasladada. La capital termina siendo muy ruda. Nunca pongo que es Bogotá, pero es; pudo haber sido las Ciudad de México o Buenos Aires
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Relató que varias veces le ha pasado estar en dos lugares: soy de la costa, y me tuve que ir a vivir a la capital muy pronto. Estudié dos carreras, derecho y literatura; era la literata para los abogados y la abogada para los literatos. Esto me interesaba muchísimo en la novela
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La autora contó que las clases sociales son un elemento estable en su texto: la pensión donde viven personas quizá marginadas adonde llega a vivir la protagonista y el contraste de lo que vive en la estética, con sus clientas muy ricas, preocupadas con problemas existenciales más asociados con la apariencia, la imagen personal, y ella, mientras ella piensa en qué va a comer mañana o cómo salir de esa situación de precariedad
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En contraste, continuó Correa, el cuerpo que parece estable en el establecimiento Ciudad Láser es sometido a tratamientos estéticos y está cambiando todo el tiempo; la intención también con los videos que graban es que el cuerpo, que es una totalidad, aparezca mutilado de alguna manera
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Los personajes Raúl y Soledad intentan dar un salto entre clases sociales; “no pensaban volverse ricos, pero al menos al primero sí le gustaría no tener preocupaciones ni tener que trabajar tanto. Procurando ese salto ocurre la desaparición.
Raúl es la purísima manipulación. Parecido a los personajes de Shakespeare que susurran al oído, por ejemplo, Yago o Lady Macbeth, que dosifican la información y terminan convenciendo de cosas macabras, como con Soledad (quien por ello videograba a mujeres desnudas). Él, muy inteligentemente, empieza un juego erótico de pareja entre ellos, y viene un tema que también me interesa muchísimo: la codependencia en las relaciones de pareja.
Ella cede para evitar el abandono, y es lo que pasa en las relaciones de codependencia, que se termina perdiendo la identidad. De alguna forma es una metáfora. Mi personaje realmente desaparece, pero también su identidad, por haber cedido tanto
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La novelista contó que la semilla de su narración es el momento en que se hizo una depilación láser: “me pareció aterrador tener que desnudarme delante de una mujer desconocida y que me taparan los ojos. Me sentí doblemente desnuda, expuesta, vulnerable y, al mismo tiempo, que una mujer está jugando con tu cuerpo en un acto muy delicado de ir poniendo cremas, que a veces podría relacionarse con un juego sexual o erótico. Ahí nació esa idea de que a partir de la sensación erótica resulte algo más.
“El cuerpo está recibiendo las mismas caricias que puede tener en una relación sexual y afectiva; entonces, sí se presta a esa confusión de la protagonista, de ‘me gusta y no me gusta; me incomoda’; o sea, ese asunto de placer y el dolor que está muchísimo en los procedimientos estéticos.”
Mariantuá Correa sostuvo que le interesaba que “el narrador en tercera persona pareciera un hoyo negro. De alguna manera las cosas que está dibujando se las va tragando. A veces hace acercamiento en Soledad y a veces en Raúl, como una cámara, porque no me podía permitir un narrador que hiciera muchas reflexiones morales y éticas de lo que estaba ocurriendo, porque tanto desapariciones, como grabaciones de la web y la manipulación entre los amantes son cosas que es mejor dejar así.
Quería una narración mucho más de acción, y que la forma de conocer realmente al personaje fuera por sus actos y silencios. El silencio es una marca, para mí, de codependencia, de ceder e ir con el flujo del otro. La detective fue la encargada de unir las piezas y de mostrar al lector cómo es Soledad. Me resultaba más enigmático que fueran personajes desdibujados y que a ella siempre le faltara una pieza.