ace 10 años escribí un artículo sobre la desconfianza que provocaba el presidente Donald Trump; hoy día se vuelve a repetir como una forma de su caracterología.
El artículo estaba basado en el trabajo freudiano sobre lo siniestro.
Donald Trump lo es, a pesar del gesto diplomático para subsanar un largo historial de atropellos y malentendidos con nuestro país en el intento de avanzar hacia la construcción de un trato mutuo, la colaboración en temas de interés común, la reciprocidad y la simetría.
Apenas el día de ayer se deslizó y verbalmente dijo que acabará con el tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) y buscar una relación bilateral con nosotros y otra con Canadá. Divide y vencerás...
La ficción rebasa la realidad y el ‘‘enemigo” es del orden del fantasma de ‘‘algo” amenazante que no tiene rostro, que no puede encuadrarse en el tiempo ni el espacio y confronta descarnadamente a una experiencia ominosa, siniestra.
Lo ominoso, lo siniestro, pertenece al orden de lo terrorífico, siendo aquello que suscita angustia y dolor. Lo ominoso es una variedad de lo mismo que se remonta a lo consa-bido de antiguo. Si nos preguntamos de lo consabido de antiguo, a lo familiar.
Y preguntamos con Sigmund Freud, ¿cómo es posible que algo familiar se vuelva ominoso y en qué condiciones se presenta de esta forma? El sicólogo vienés recurre al análisis de la palabra alemana unheimlich, que es lo opuesto a heimlich, traducido como familiar, íntimo; lo unheimlich, lo ominoso, resulta terrorífico, justamente porque no es consabido.
Lo heimlich se torna un unheim-lich, pero el vocablo no es unívoco, está abierto a múltiples significados y lo que aparece es el retorno de lo reprimido infantil. La lectura de este texto de Sigmund Freud sobre lo ominoso ilustra a la perfección el juego macabro en el que parecemos suspendidos como marionetas. Fácilmente pasamos a reconocer en la figura de Donald Trump los terroríficos fantasmas de la infancia, en las aterradoras imágenes, discursos de los medios de comunicación que nos invaden permanentemente. Ejemplo; los juegos de horror de su entrevista con Vladimir Putin en Helsinki, Finlandia.
Lo antaño hospitalario se vuelve agreste e inhóspito; el amigo, enemigo; el civilizado, salvaje; la seguridad, miedo; la certidumbre, paranoia.
Un desdoblamiento especular de lo íntimo, familiar, y a la vez siniestro que nos habita.
Confusión del adentro y afuera; la fantasía y la realidad; la razón se sale de sus goznes.
Frente al ‘‘enemigo sin rostro”, la amenaza de lo fantasmático, aparecen las fantasías más arcaicas, la paranoia y la actuación.
Lo más irracional aflora y la capacidad para reflexionar nos abandona.
Con Donald Trump el mundo se ha tornado nuevamente unheimlich, se ha poblado de fantasmas.
El fantasma Trump asusta al mundo.