ay un viejo precepto respecto a los gobernantes que dice lo siguiente:
“Para ser uno bueno, basta con hacer lo que hay que hacer… mas para ser uno muy bueno se requiere que el antecesor haya sido muy malo… y para ser un magnífico gobernador que pase a la historia como tal, es necesario que el sucesor sea muy malo, también”.
Del primer requisito podemos decir que Pablo Lemus Navarro, recién entronizado gobernador de Jalisco, ya da trazas de echarle muchas ganas y hacer las cosas bien. Esperemos que se sostenga con la misma actitud.
Lo que tiene garantizado ya es que el gobierno que lo antecedió, Enrique Alfaro, fue uno de los peores de que tengamos memoria, comparable con el desastre de dos de los tres panistas que padecimos: Alberto Cárdenas (1995-2001) y Emilio González Márquez (2007-2013). No así el de Francisco Ramírez Acuña (2001-2007), que sí dejó grata memoria, lo mismo que el buen priísta Aristóteles Sandoval 2013-2019).
Lemus tomó posesión el pasado 6 de diciembre y, a diferencia de Alfaro que, desde el principio hizo gala de una infinita soberbia, una gran prepotencia y una notable incompetencia, le deja a su sucesor una buena base para que pueda destacar más.
Recuérdese que anunció que iba a refundar el estado
y el resultado fue que por poco lo refunde
. Un ejemplo es el de cómo se enredó y se volvió insoportable el tránsito de Guadalajara, ante lo cual sólo discurrió hacer carriles para bicicletas, mínimamente utilizados, que entorpecieron más la vida de los ciudadanos que ocupan trasladarse.
Por su parte, Lemus, desde el primer día, tomó medidas que paliaron sensiblemente el problema.
Genera cierto temor que hayan quedado en el gobierno tantos personajes que ya estaban haciendo las cosas mal en el sexenio anterior. Es posible que hayan sido compromisos para llevar la fiesta en paz que se irán corrigiendo con el tiempo.
De cualquier manera, la voluntad de gobernar para todos y no retar constantemente a la ciudadanía, como hizo Alfaro, ha dado lugar a que, al menos de momento, su tranquilidad y modestia ha ganado el respeto y el cariño de la mayor parte de la ciudadanía. Ya dejó claro que va a procurar gobernar con la ayuda de todos y no con la intransigencia de su antecesor.
Un pelo en la sopa: tal vez de su equipo y no de él mismo, pero para el caso es igual, es su discurso de inauguración en el Instituto Cultural Cabañas, pronunciado después de la toma oficial de posesión, que declaró que nadie se había manifestado en su contra, cuando no fue así. Tal vez no se dio cuenta, pero en el trayecto del Congreso del estado hasta el dicho Cabañas
hubo manifestaciones de protesta que no debería soslayar.
También es importante que consiga batir el recelo del gobierno federal, que es una herencia de su nefasto antecesor. Es el caso de que, con un buen estilo, ya ha buscado el acercamiento con la Presidencia de la República y parece que ha dado pasitos buenos.
Hay que tomar en cuenta que Jalisco es un estado importante y, a diferencia de Alfaro, quien le hizo tantas cochinadas a López Obrador, Lemus está en la mejor disposición de llevar las cosas en paz y de trabajar conjuntamente con Palacio Nacional.
El tiempo dirá.