El economista Samuel Sarmiento Gámez, asesor de la Confederación de Asociaciones Agrícolas del Estado de Sinaloa y de la Confederación Nacional Campesina, afirmó que la disminución de la producción de maíz en la entidad líder en ese rubro –que llegó a cosechar 6.6 millones de toneladas y este año producirá menos de 2 millones– y el aumento en las importaciones, se debe a la peor sequía que atraviesa el estado y al cambio de políticas públicas en el sector. El país de origen del maíz se convirtió en el principal importador, lamentó.

En entrevista con La Jornada, el también asesor de Futuros de la Bolsa de Chicago explicó que las presas en Sinaloa, considerado el granero de México, tienen sólo 18.3 por ciento de agua, y 89 por ciento del territorio registra algún grado de sequía, lo que ha propiciado en parte el desplome de la producción del grano.

Sin embargo, para el también profesor de la Universidad Autónoma de Sinaloa, la principal variable que explica esta problemática es el cambio de políticas públicas hacia el campo durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, que reorientó los apoyos de la agricultura comercial hacia los estados con agricultura de subsistencia.

Señaló que en la práctica esto significó la eliminación de 29 programas de ayuda al campo, de Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria y de la Financiera Nacional de Desarrollo y la falta de recursos para la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader).

En 2018, el presupuesto de Sader era de 72 mil 125 millones de pesos, y para finalizar el sexenio anterior, en 2024, recibió 74 mil 110 millones, un incremento de 3 por ciento en todo el sexenio, mientras el Presupuesto de Egresos de la Federación aumentó 72 por ciento.

Sarmiento Gámez, también asesor de la Cámara de Diputados, vaticinó que para 2025 la perspectiva tampoco es muy favorable, ya que el presupuesto aprobado para Sader fue de 74 mil 514 millones de pesos, un aumento de 0.5 por ciento comparado con 2024.

–¿Qué se requiere para impulsar la productividad del campo?

–Políticas públicas que apoyen la agricultura comercial, que es la que alimenta a los 130 millones de mexicanos y genera divisas por más de 52 mil millones de dólares. Se requiere financiamiento barato y programas que fomenten la tecnificación (maquinaria, equipo e instalaciones), apoyos para sanidad e inocuidad y precios de garantía para todos los productores, pero sin distinción de número de hectáreas.

A la pregunta de qué ha pasado con otros países productores de maíz durante la última década, señala que algunas naciones sí tienen clara la importancia de no depender del resto del mundo para alimentar a sus habitantes y no estar sujetos a las fluctuaciones de la oferta mundial por problemas climáticos, sanitarios o guerras, como el caso de Rusia y Ucrania.

Por ejemplo, Estados Unidos aumentó la producción en 11 por ciento en la última década; hoy produce 384.6 millones de toneladas de maíz (principal productor mundial del grano). Le sigue China, que elevó la producción 30 por ciento y hoy genera 292 millones de toneladas. Brasil incrementó la oferta de maíz en 56 por ciento: hoy produce 127 millones de toneladas y es el tercer productor mundial.

Estos son ejemplos de lo que sucede cuando se apoya al campo con programas y presupuesto suficientes; tristemente, en el caso de México, la importancia del campo termina cuando hay que asignarle recursos, lamentó.

Refirió que según el Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera, en 2016 en México se producían 28.3 millones de toneladas de maíz y se importaban 10.5 millones de toneladas, eso nos daba un índice de dependencia alimentaria de 27 por ciento.

Para 2024-2025, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos estima que México producirá 23.7 millones de toneladas y se importarán 24.5 millones, con lo que nuestro índice de dependencia alimentaria subió a 51 por ciento: importamos una de cada dos toneladas de maíz que consumimos, lo que nos convierte en el principal importador mundial de ese grano.