n días pasados, el Colectivo de Estudiantes contra el Genocidio en Palestina logró que la institución en donde estudian, El Colegio de México, suspendiera el acuerdo de Vinculación Académica y Colaboración que tenía con la Universidad Hebrea de Jerusalén. En respuesta, el lunes 25 de noviembre, un grupo de académicos, artistas, literatos y políticos publicó un desplegado en la prensa mexicana para rechazar la decisión del Colmex, bajo el supuesto de que se adhiere a una narrativa unilateral y atenta contra la libertad de pensar, disentir y cuestionar
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“La academia –agregan– está obligada a escuchar y analizar distintos puntos de vista, a fin de fomentar el pensamiento crítico”. Conjuntamente acusan a la institución de enmudecer el diálogo israelo-palestino que se lleva a cabo en las aulas
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A una primera lectura, la petición parece razonable: efectivamente las universidades deberían producir pensamiento crítico. Y además: ¿quién en su sano juicio se opone al debate y al diálogo?
El problema es que ahora mismo el Estado de Israel está siendo cuestionado a nivel internacional por cometer un genocidio en contra del pueblo palestino –más de 43 mil víctimas, en su mayoría mujeres y niños en poco menos de 14 meses– e implementar un sistema de apartheid parecido al que existió en Sudáfrica hasta 1994. Además, el Estado judío viola sistemáticamente todos y cada uno de los tratados internacionales e incluso las treguas que pacta.
De manera que la pregunta pertinente es: ¿qué papel juegan la Universidad Hebrea y las instituciones de educación superior, en dicho sistema? Si los respetables firmantes del documento se hubiesen dado a la tarea de consultar al respecto, no digo las múltiples fuentes palestinas que desestiman, sino de que la producción de los académicos disidentes de Israel se hubieran enterado de cosas muy desagradables.
En Towers of Ivory and Steel: How Israeli Universities Deny Palestinian Freedom (Torres de marfil y acero: cómo las universidades israelíes niegan la libertad palestina), Maya Wind señala que las instituciones académicas de Israel, más que pensamiento crítico, producen conocimientos para justificar y desarrollar las políticas coloniales del Estado sionista. Las universidades son más que cómplices, son parte integrante de la maquinaria de guerra y funcionan como laboratorios al servicio del ejército y de la policía. Wind sabe de lo que habla: creció en Jerusalén y, al cumplir los 18 años, se negó a alistarse en el ejército, por lo cual fue sentenciada a 40 días de prisión militar. Desde entonces es una activista pro derechos humanos y se ha dedicado a estudiar el militarismo israelí y sus repercusiones en el sistema educativo del Estado judío.
En su libro, la Universidad Hebrea es citada 102 veces como ejemplo de sometimiento de la academia a las necesidades militares. Desde su creación en 1918 ha sido parte integral de la construcción y el mantenimiento del Estado sionista a través de la implementación de tecnologías bélicas de ocupación y limpieza étnica. Durante la guerra de 1947-1948, ayudó a sostener el Haganá (la organización paramilitar de autodefensa judía durante el mandato británico) y otras milicias con el objetivo de implementar la expulsión masiva de palestinos. Sus profesores y estudiantes desarrollaron y fabricaron armas, a la vez que sus equipos y conocimientos técnicos eran puestos al servicio de las milicias judías.
Fue asimismo un pilar de la ingeniería demográfica regional implementando, entre otros estudios, excavaciones arqueológicas que justifican el control militar y los asentamientos de los colonos. Es el caso, asevera Wind, de las excavaciones en las laderas del Monte del Templo y más tarde en el nuevo barrio judío en Jerusalén que fueron cuestionadas porque destruyeron monumentos pertenecientes a la cultura árabe con el objetivo de ocultar la historia islámica temprana de la ciudad.
Los estudios orientales han sido también una prioridad estratégica de la Universidad Hebrea desde sus inicios, extendiéndose más allá de las aulas. El orientalismo, decía Edward Said, es el sistema de producción de conocimiento a través del cual opera el poder de los imperios europeo y americano. De manera que muchos de los estudiosos de esta disciplina se han movido con agilidad entre la academia y los sistemas de seguridad.
Otra disciplina, la criminología, se ha desarrollado y ampliado durante la ocupación del territorio palestino, en particular mediante la colaboración de la Universidad Hebrea con la policía y la Agencia de Seguridad de Israel ( Shin Bet). Sus criminólogos han desempeñado un papel fundamental en el funcionamiento de los aparatos de seguridad con investigaciones, recomendaciones de políticas y formación académica personalizada. El Instituto de Criminología es el departamento de referencia de la policía israelí, y ofrece una carrera especialmente destinada a los agentes encargados de hacer cumplir la ley, cuyo objetivo es convertir los conocimientos académicos en prácticas más eficaces en el terreno
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Hoy, la Universidad Hebrea se considera una extensión del ejército israelí y utiliza abiertamente sus planes de estudio para entrenar a los militares. Yissum, la empresa comercializadora de la institución, es líder mundial en producción de seguridad interior experimentándola directamente en el campo de batalla. Uno de sus principales clientes, el gobierno de Estados Unidos, invierte millones de dólares cada año para sostener dicha investigación antiterrorista
y la adquisición de tecnologías.
¿Y qué decir del supuesto diálogo israelo-palestino en las aulas universitarias? Habría que preguntárselo a Nadera Shalhoub-Kevorkian, docente de criminología en la Universidad Hebrea, autora de un importante estudio sobre la niñez palestina, quien fuera suspendida –aunque luego readmitida– por haber firmado una petición que denuncia el genocidio en Gaza y la ocupación de los territorios palestinos desde 1948. Wind también cita la experiencia de un grupo de estudiantes, integrado principalmente por palestinos, que en 2014 organizó una charla contra el reclutamiento militar de ciudadanos palestinos drusos. La administración se negó a conceder el permiso, arguyendo que era ilegal celebrar una conferencia que llamaba a la desobediencia civil. Dos semanas después, los estudiantes organizaron una protesta pacífica contra un nuevo proyecto de ley que proponía ampliar el reclutamiento a los palestinos-cristianos. En respuesta, la administración de la universidad llamó a la policía que hirió a varios estudiantes y detuvo a otros.
En conclusión, bienvenida la decisión de El Colegio de México. A diferencia de la UNAM, que también tiene convenios con universidades de Israel, pero ha descartado cancelarlos, la institución fundada en 1940 por Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas se suma a la campaña internacional Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS), impulsada por organizaciones de defensas de los derechos humanos que en todo el mundo luchan por poner fin al genocidio y a la ocupación de los territorios palestinos.
*Historiador italiano