l futuro presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con certeza buscará iniciar con su consabida estrategia –ataque e intimidación para después sentarse a la mesa de negociación– el mismo día que asuma la presidencia, el 20 de enero de 2025. Con México la agenda bilateral prometida en la campaña es amplia y profunda, incluyendo migración, crimen organizado y aranceles a las importaciones mexicanas. Sólo nos detendremos en este último aspecto.
Como candidato, Trump anunció en múltiples ocasiones su intención de poner en práctica cuantiosos aranceles a la totalidad de las importaciones de Estados Unidos (hasta de 20 por ciento), con énfasis a los productos chinos (hasta de 60 por ciento a la totalidad, incluso mayores para mercancías específicas) y para México de 25 por ciento. Desde la perspectiva de América primero
, los aranceles buscarían fomentar un proceso de reindustrialización, particularmente en las manufacturas, y con efectos positivos en el empleo estadunidense. El antecedente con China, desde una perspectiva estadunidense, no es irrelevante: los aranceles impuestos a los productos chinos desde 2018 (con Trump) e incrementados en 2024 (con Biden) permitieron que las importaciones desde China cayeran de 21.59 por ciento del total de EU en 2017, a 13.86 por ciento en 2023, el menor nivel desde 2005.
¿Qué implicaciones y argumentos se prevén para una negociación a partir del 20 de enero de 2025, e incluso antes?
Las amenazas de los futuros funcionarios y el propio Trump con certeza serán fulminantes: altos aranceles ante el aprovechamiento de México del mercado estadunidense –México se convirtió en el primer socio comercial de EU desde 2023 con 15.65 por ciento de su comercio total, por encima del 14.31 por ciento de 2017, y particularmente, con el aumento las exportaciones de México a EU de 13.36 a 15.43 por ciento en el mismo periodo– y, no menos relevante, por integrar masivamente partes y componentes chinos que EU busca limitar y prohibir en sus importaciones. Un decreto presidencial unilateral, incluso antes de iniciar negociación alguna, pudiera generar una enorme incertidumbre global, con énfasis en China y en México.
Desde una perspectiva mexicana, ¿qué argumentos pudieran ser funcionales para una negociación?
En primer lugar, destacar la importancia del T-MEC (Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá) negociado en 2018 y puesto en marcha durante la anterior presidencia de Trump, buscando fortalecer la integración regional entre los tres países. El T-MEC prevé con detalle los escenarios de mercancías que cumplen (o no) con el valor agregado de la región y los respectivos aranceles.
Segundo. El comercio intraindustrial de Estados Unidos –las exportaciones e importaciones en el mismo sector/subpartida que refleja el grado de integración entre países– es significativamente más alto con México que con el resto del mundo y particularmente China. Hasta 2019 el comercio intraindustrial con México fue de 0.32, semejante al de inicios del TLCAN, en 1994, y desde entonces ha aumentado ligeramente; el de China no ha superado 0.15 en la última década. Es decir, las significativas importaciones y exportaciones de Estados Unidos con México (en 2023 fue el segundo destino de las exportaciones de EU, sólo después de Canadá) refleja una intensa integración comercial bilateral: México importa masivamente partes y componentes para ensamblarlas y exportarlas a EU.
Tercero. Si bien es cierto que en 2020 el valor agregado chino en las exportaciones mexicanas a EU fue de 21.2 por ciento (La Jornada, octubre 9, pp. 18), es al menos tan significativo que la mayor parte de las exportaciones se realizan por empresas estadunidenses (hasta 70 por ciento, según algunas estimaciones oficiales). Es decir, son particularmente las empresas extranjeras y estadunidenses establecidas en México las que han integrado masivamente valor agregado chino en las últimas décadas. Un arancel impuesto a México
afectaría particularmente a empresas estadounidenses establecidas aquí.
Los argumentos bien pudieran apoyar una negociación con EU en aras de definir una estrategia regional, por ejemplo de sustitución de sus principales importaciones (desde China y de otros países) a corto, mediano y largo plazos. Será para México crucial no caer en el security-shoring estadunidense y lograr definir su propia seguridad nacional ante la confrontación entre EU y China. La negociación no será fácil, considerando que las amenazas estadunidenses también serán frontales en los ámbitos del crimen organizado y de la migración. En el ámbito del comercio bilateral, sin embargo, parecieran existir argumentos contundentes para sentar bases para un diálogo, incluso ante la revisión del T-MEC en 2026; sin embargo, masivos y unilaterales aranceles en 2025 pudieran dejar poco que revisar
en 2026.
Desde una perspectiva mexicana, al menos tan importante, es tener claridad –en paralelo con su conexión con EU– en su relación bilateral y comercial con China, su segundo socio comercial desde 2003.
La polémica de EU o China
, desde esta perspectiva, no tiene sentido para México en el ámbito económico y comercial y las diversas autoridades responsables deberán prepararse con detalle en estos múltiples frentes a corto plazo y hasta enero de 2025.
¿Será?
* Profesor del Posgrado en Economía y Coordinador del Centro de Estudios China México de la UNAM