entados en una mesa, comíamos en una antigua y hermosa casa en San Ángel. A iniciativa de María Luisa Aspe estábamos monseñor Ramón Castro Castro, hoy presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), entonces recién nombrado obispo de Cuernavaca; la historiadora María Eugenia García Ugarte; el internacionalista Sergio Aguayo y la anfitriona. Me preguntó si era católico. Le contesté que era un católico anticlerical. Se sorprendió y señaló que era contradictorio. Le reviré diciendo que entendía el clericalismo como una forma de poder e imposición. En seguida la doctora García Ugarte dictó cátedra de cómo gran parte de los liberales del siglo XIX eran católicos, pero enfrentados a las arbitrariedades del clero y manipulación de la Iglesia. Durante la discusión, confirmé que don Ramón es bastante tradicional. Todo pasa por la Iglesia como sociedad perfecta, un eclesiocentrista, pues.
El nuevo presidente de la CEM es de la línea dura de los obispos. Su irritación contra la 4T es visceral. Tiene como antecedente la confrontación que protagonizó contra el gobierno purulento de Graco Ramírez, supuestamente de izquierda. Basta ver el contenido de sus videos como vocero de los obispos para percibir que las críticas, denuncias y señalamientos hacia los gobiernos de Morena son vehementes. Sería interesante hacer un análisis de discurso para constatar el grado de subjetividad política.
Abierto a la crítica social, se cierra a las imputaciones a la Iglesia. Castro Castro tiene un expediente abierto por encubrimiento de pederastia clerical por las organizaciones Bishop Accountability y Spes Viva. Sensible a los temas de pobreza, injusticia, libertades, es al mismo tiempo muy conservador en materia moral. Critica las nuevas parejas, la opción de interrumpir el embarazo y cuestiona los derechos a las comunidades LGTBQ. Ha sido crítico implacable a la política de seguridad del gobierno, pide endurecimiento hacia las organizaciones criminales y una nueva estrategia ante la migración.
Pastor cercano a la gente, ha logrado importantes movilizaciones sociales por la paz, así como contra las políticas del entonces gobernador Graco Ramírez. Maneja con eficacia las redes sociales; tiene un grupo de medios anti-4T con los que dialoga y cuenta con el respaldo de agencias católicas de noticias conservadoras, como ACI Prensa, Aleteia y Zenit.
La doctora Mónica Uribe, historiadora y especialista en la Iglesia, sostuvo en un artículo que Ramón Castro fue protegido de Emilio Berlié, arzobispo emérito de Yucatán y miembro del llamado Club de Roma, hoy al parecer extinto. Muy curioso que fuera ordenado sacerdote en 1982 por Juan Jesús Posadas Ocampo, otro integrante destacado del grupo. Y qué decir del arzobispo primado de México, Norberto Rivera, líder de ese cártel eclesiástico, que entregó formalmente el báculo de la sede eclesiástica de Cuernavaca al nuevo obispo en 2013. ¿Coincidencias? ¿Será que Ramón Castro es heredero de ese siniestro grupo religioso fundado por el entonces nuncio, Girolamo Prigione?
La carrera de Castro se perfilaba en la diplomacia vaticana. El entonces obispo de Tijuana, Emilio Berlié, lo envió a la Pontificia Academia Eclesiástica en 1985 para ingresar al servicio diplomático vaticano. Castro obtuvo la licenciatura en derecho canónico por la Universidad Gregoriana en 1987, donde coincidió con Pietro Parolín, actual secretario de Estado. Luego obtuvo el doctorado en teología espiritual por la Pontificia Facultad Teológica Teresianum, de los carmelitas. Bajo el pontificado de Juan Pablo II, Castro fue destinado a nunciaturas en Zambia, Malawi y Angola. Pasó también por Ucrania, Venezuela y Paraguay. De 1989 a 2001 la carrera de Ramón se perfilaba en el servicio exterior. En Roma a principios del siglo fue director del Óbolo de San Pedro, órgano que administra los recursos de donativos y limosnas procedentes de todas las diócesis, cargo que ejerció hasta 2004.
Al parecer, los obispos lo eligieron para conservar una postura crítica y fuerte ante el segundo piso de la 4T. Desde el asesinato de los jesuitas en la Tarahumara, los obispos mexicanos fracturaron la línea de equilibrio en la relación con el Estado. Como nunca, se colocaron como la división eclesiástica de la oposición. Hicieron proselitismo abierto contra Morena tanto en la arena parroquial como en comunicados discrepantes, ante la tolerancia de las autoridades, pues dichas iniciativas violan las disposiciones constitucionales.
La presidenta Claudia Sheinbaum asistió a la reciente Conferencia del Episcopado el 13 de noviembre. Todo indica que hubo un detente en las deterioradas relaciones entre la Iglesia con el Estado. La Presidenta quiere al parecer llevarse la fiesta en paz y ofrece diálogo. Se ofrecieron más comunicación e interlocución institucional. ¿Cuáles son las demandas de los obispos? Según diferentes fuentes, el tema central fue la revisión de la estrategia de seguridad, pero también se conversó sobre el fortalecimiento del estado de derecho, la preservación del equilibrio de poderes y recomponer la polarización que favorezcan la unidad nacional.
Ahora, como presidente de la CEM, Castro deberá recordar las artes diplomáticas y administrar bien sus animosidades. ¿Estamos ante un nuevo acuerdo de relaciones entre el gobierno de Sheinbaum y la Iglesia católica? ¿Será capaz el obispo de controlar sus impulsos? ¿Con el triunfo de Trump hará alianza con los sectores antiderechos? ¿Castro apoyará a Verástegui para construir su partido de ultraderecha? Lo veremos pronto.