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Adiós, Jorge Enrique Botero; un periodista verdadero

Murió el corresponsal de La Jornada en Colombia // El escritor y documentalista, laureado por inmortalizar en su literatura los entretelones de las FARC

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▲ Jorge Enrique Botero Lince, de 45 años de trayectoria en el oficio periodístico, murió a los 68 años de edad.Foto tomada de @petrogustavo
 
Periódico La Jornada
Domingo 1º de septiembre de 2024, p. 19

Jorge Enrique Botero Lince, periodista colombiano, corresponsal de La Jornada, murió la madrugada de ayer en Bogotá a los 68 años, luego de una breve enfermedad que lo mantuvo hospitalizado los tres últimos meses. Dueño de una prosa ágil y cercana, reportero de hueso colorado, Jorge Enrique fue un periodista muy querido, premiado y reconocido en su país. Y también perseguido, censurado, estigmatizado y exiliado en un par de ocasiones.

Sus últimas coberturas para este diario documentaron puntualmente el arduo camino de las negociaciones entre el gobierno del presidente Gustavo Petro con los remanentes de las guerrillas, el Ejército de Liberación Nacional y las fuerzas disidentes de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, hoy partido Comunes) en pos de la paz total; los embates de las fuerzas de derecha contra el petrismo, los avances y retrocesos de una compleja justicia transicional en un país que vivió mas de medio siglo de conflictos armados, así como la exploración del conflicto fronterizo entre Guyana y Venezuela de la remota región de El Esquibo.

Apenas seis días antes había reportado sobre los frecuentes naufragios frente a costas colombianas por el inagotable flujo de la migración que se aproxima al estrecho del Darién para la infernal travesía por el tapón del diablo, ilustrando un ángulo poco explorado de esta problemática.

Con mas de 45 años en el oficio, Botero hizo radio en una estación que se llamó Am-pm, creada por acuerdo de la asamblea constituyente después de la firma de los acuerdos de paz con ese grupo armado (en el que militó el actual presidente). En los años 80, en el contexto del exterminio perpetrado contra el partido Unión Patriótica, su compañera Daneli Salas fue detenida-desaparecida. Salió al exilio, a La Habana, con sus dos pequeños hijos. Ahí trabajó en Prensa Latina. De regreso a Bogotá se incorporó al corporativo mediático Caracol hasta que su trabajo sobre los rehenes secuestrados por las FARC fue censurado. Las amenazas del paramilitarismo de Álvaro Uribe lo orillaron a un segundo exilio.

En 2005 fue cofundador de Telesur, el corporativo de televisión multinacional bolivariano. A partir de entonces fue corresponsal de este diario.

Durante la negociación entre las FARC y el gobierno radicó en La Habana para reportear el proceso desde la primera línea que culminó con un acuerdo de paz en 2006.

Sus reportajes de fondo fructificaron en una serie de libros muy premiados. En varios de ellos capturó las contradicciones e intimidades de la vida en los campamentos de las FARC, como en Espérame en el cielo, capitán (siempre agotado después de numerosas rediciones; Últimas noticias de la guerra (un libro-primicia, sobre el nacimiento en la selva de un bebé, hijo de una rehén de las FARC secuestrada) y La vida no es fácil, papi.

También realizó una trilogía –ya clásica y referencial– de documentales con esta temática, Cautivos en Colombia (donde a través del reportaje sobre tres mercenarios estadunidenses capturados por las FARC revela los tejes y manejes de Washington en la guerra contrainsurgente), Como voy a olvidarte (premiado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano-Cemex y Bacano salir en diciembre.

Otro libro primicia fue Las siete vidas de Tanja Nijmeijer, donde se adentra en una historia que muchos periodistas europeos cazaron sin éxito sobre la joven holandesa que se incorporó a las filas de las FARC.

Le tocó ser el último periodista que entrevistara en vida en momentos históricos diferentes a los jefes de la insurgencia Raúl Reyes y Jorge Briceño, Mono Jojoy, muertos ambos en dos bombardeos del ejército colombiano.

Quizá su obra mayor fue Simón Trinidad, el hombre de hierro, publicada en 2014 y reditada en versión ampliada el año pasado. Aquí Botero no sólo se internó en las profundidades de la selva tras las huellas del guerrillero Ricardo Palmera (Trinidad era su nombre de guerra) sino en los aun más peligrosos vericuetos de la justicia estadunidense, que tras secuestrar al combatiente lo juzgó y sentenció a 60 años de cárcel. En una causa que también abrazó en su momento el premio Nobel Gabriel García Márquez, Jorge Enrique no cejó hasta el último momento en pelear por su libertad.

El año pasado, Botero se permitió finalmente abordar otra historia desde la ficción, Blanca Oscuridad, con reflejos autobiográficos y un alucinante diálogo de uno de sus protagonistas con Simón Bolívar, su personaje histórico referencial.

A este periodista-escritor-documentalista se le reconoce por ser quien mejor llegó a conocer y documentar los entretelones de las FARC, la organización armada más numerosa y longeva de América Latina. También fue maestro. Impartió la cátedra de periodismo radial en la Universidad Central.

Esta mañana, al conocer la noticia, el presidente Petro dedicó un mensaje en redes sociales. Describió a nuestro corresponsal como un gran y verdadero periodista.

La embajadora de México en Colombia Patricia Ruiz Anchondo escribió desde Bogotá: “Una gran pérdida para Colombia… un gran ser humano se nos va. Hasta pronto, señor Botero, nos quedamos con la gran tarea de sacar de la prisión al hombre de hierro”.

Al periodista le sobreviven sus hijos Juliana, Alejandro, Primavera y Valentina, sus cuatro nietos y su compromiso para alcanzar para su país la anhelada paz total. Quedan en la memoria su amor por su equipo de futbol favorito, su santafesito lindo y la pequeña casa donde pasó los últimos años de su vida en Onda, a orillas del río Magdalena.