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¡Un clavado al Sena!
E

n su Historia de la eternidad, Jorge Luis Borges propone varias reflexiones, entretejidas con la ficción, sobre el tiempo infinito, ese artificio espléndido que nos libra, al menos de manera fugaz, de la intolerable opresión de lo sucesivo. El escritor argentino imagina, a partir de la doctrina de los ciclos y el tiempo circular, hombres eternos para quienes la muerte no existe. Esta infinita perspectiva cambia las ocupaciones de esos hombres. Así, por ejemplo, los políticos pierden su empleo, devenido tan inútil como absurdo en un mundo donde el temor de la muerte ha dejado de existir y se convierten en cómicos de la legua, concluye Borges con esa magnífica ironía de Dios que le dio a la vez los libros y la noche. La burla es sangrienta, pero no deja de basarse en la cruda realidad: los políticos no tienen otro destino que el de distraer y provocar la risa del público.

Nada tan verídico cuando se observa la actuación diaria de los grandes de este mundo. ¿Para qué hablar en Francia de Donald Trump o de un dictadorzuelo del Tercer Mundo cuando se asiste a diario al cómico espectáculo de los políticos franceses?

En la confusión que reina en estos momentos en la República francesa, entre la disolución de la Asamblea, la caída del primer ministro y su gobierno, caída que no le impide seguir en su puesto, las elecciones cuyos resultados aumentan ese confusionismo en el que los partidos políticos se pelean sin poder encontrar un nuevo inquilino de Matignon (residencia oficial del primer ministro), donde las acusaciones de racismo, antisemitismo y otras delicadezas se lanzan unos a otros, y donde comentaristas y politólogos no saben decir sino que las cosas van mal en Francia, el presidente Emmanuel Macron parece encontrar el triunfo de su política del nini (ni esto ni aquello) en el fracaso de los contrincantes que no encuentran otra solución que la de injuriarse. Lo cual nos remite de nuevo a Borges y a su ensayo El arte de injuriar, breve y sabroso repaso de la literatura satírica y el insulto clásico.

Por si las cosas no fueran tan graves que ya se califica a Francia, en la mismísima Francia, de país del denominado y dominado Tercer Mundo, mientras la deuda exterior explota, la criminalidad aumenta, el narcotráfico gana terreno, el racismo se extiende y las guerras religiosas se propagan, los políticos han encontrado un nuevo terreno de pugilatos. O más bien que un terreno, una alberca: el río Sena.

En efecto, el asunto comienza con los preparativos para la ceremonia de apertura de los próximos Juegos Olímpicos en París, la cual tendrá lugar con un espectáculo de los atletas en el Sena. Desde luego, para que los deportistas puedan nadar, es preferible que las aguas del río se limpien. Brota de nuevo la promesa del saneamiento del Sena, limpieza cuyo altísimo costo se justifica difícilmente dada la situación económica del país. Qué importa, los beneficios financieros que se derivarán del turismo pagarán parte del gasto. Como este augurio de aguas claras se ha pronosticado tantas veces que ya nadie lo creía, la alcaldesa de París apostó que la verían echarse un clavado al río este verano.

Surgió entonces otro problema: el temor de un atentado terrorista durante los juegos. Para minimizar los riesgos, se decidieron medidas draconianas de seguridad: se restringió el paso del público a las orillas del Sena, limitando la asistencia a invitados escogidos. Resultado: el turismo ha preferido vagabundear por otros barrios de París y los comercios de los vecinos del Sena alrededor de Notre Dame han quedado vacíos.

Chirac soñó bañarse en el Sena hace 30 años. Ayer, 17 de julio, Anne Hidalgo, alcaldesa de París, realizó ese sueño. Otros políticos han prometido nadar en el río y el mismo presidente Macron se echará un clavado.

Las aguas del río estaban deliciosamente frescas, según palabras de Hidalgo, transformada en sirena por un día al cumplir el sueño de una noche de verano.