l pasado 11 de junio publiqué en estas páginas un artículo que titulé Los niños
. Lo escribí entusiasmado por una conferencia que dio Felipe Martínez Rizo (FMR) en El Colegio de México: una aguda reflexión de cómo incorporar a los niños, desde que nacen, en el desarrollo intenso de la lengua, en un proceso que permita a los críos transitar desde aprender a leer, leer para aprender
; un proceso que debiera terminar hacia los ocho años. Mi artículo seguía a FMR en sus agudas ideas de cómo organizar los niveles de prescolar, primaria y secundaria. Un mes después, el 4 de julio, fue designado Mario Delgado –por la presidenta electa–, secretario de Educación Pública. El golpe de realidad me indicó que mi entusiasmo de cuando escribí aquel artículo, estaba desencaminado.
No es momento para reflexiones pedagógicas o didácticas. No es fecha para soñar con otra educación básica para los niños; el futuro de la sociedad, que en toda nación está por necesidad fincado en la educación, en México es por enésima vez pospuesto para un momento inexistente. La educación en México sigue siendo, en todo momento, un asunto en estado de ya resuelto desde el punto de vista programático. El asunto ya resuelto de hoy se llama Nueva Escuela Mexicana. Prohibido pensar. Sólo hay que lidiar y administrar el conflicto siempre presente en el sistema educativo. Mario Delgado ha mostrado dotes para contender con el conflicto: todo resuelto. Delgado y el SNTE serán los instrumentos para mantener la paz en el sistema educativo; esto no va de la orientación educativa.
Siempre hemos mantenido el futuro congelado. Fernando Solana contó alguna vez que el presidente López Portillo le dijo, al nombrarlo titular de la SEP: ahí te encargo eso; es muy conflictivo y cuesta mucho dinero
. La construcción de futuro en que consiste la educación, se resume en una palabra que no puede ser más exigua: eso
. Así ha sido durante toda la historia: eso
demanda habilidades políticas para que las cosas no se desborden y se mantengan bajo control. Eso
absorbe muchos recursos, pero no sabemos qué parte se gasta en educación, y qué parte en el costo de la estabilidad política.
La primera señal de que algo andaba mal con la designación de Mario Delgado fue el vendaval de apoyos y felicitaciones de los abajo firmantes que el designado recibió a partir del día siguiente de su nombramiento. Desde el SNTE hasta la antiguamente orgulllosa Asociación de Universidades e Instituciones de Educación Superior (Anuies). Los señores rectores, tan celosos de la autonomía de sus instituciones, se vieron llevados a una cargada nada autónoma. Todo organizado con antelación al aviso de la designación de Delgado. Una operación política en toda regla, tal como lo exige el nombramiento del titular de la SEP. Ningún otro nombramiento debió ser legitimado
con la cargada.
Hay en México casi 88 mil escuelas de nivel prescolar, casi 96 mil de nivel primaria y más de 40 mil de nivel secundaria, con un total de 1.2 millones de profesores. La educación absorbe la proporción mayor del gasto público anual. El SNTE es el sindicato más grande de México, ha sido siempre voz decisiva en la suerte del sistema educativo, y es decisiva también en otros ámbitos de la política mexicana. Son datos de una institucionalidad educativa no construida para pensar la educación, sino para mantener bajo control político a un sistema cuya dinámica no camina sobre los rieles del estudio y la reflexión sobre la educación en todos sus niveles. Se hace lo que se puede y en materia de contenido educativo se puede hacer poco.
Es un panorama ruin que el país esté incapacitado para tomar en sus manos una educación de alta calidad para las sucesivas generaciones de niños y jóvenes que algo aprenden a pesar del sistema educativo. Como en todos los ámbitos de la vida social, la desigualdad gobierna el futuro: para el segmento privilegiado de la sociedad hay caminos para transitar con una buena educación desde la primaria hasta la universidad. Pero es para unos pocos. Para los más, la mala educación es parte de su destino.
Algunas voces críticas del sistema hablan de falta de voluntad política de las autoridades de turno para cambiar un estado de cosas tan lamentable. Se cree que si hubiera voluntad política las cosas tendrían solución. Las cosas no funcionan así. El lamentable curso histórico de la educación es resultado de las actuaciones de múltiples agentes políticos, que apenas tienen que ver con decisiones académicas.
Andrés Manuel puso en marcha una voluntad política que ha transformado múltiples espacios sociales; no ocurrió con la educación porque no estaba en sus prioridades. Midió lo que podía abarcar, poniendo el acento en llevar justicia social a los de abajo, en primer lugar alimento suficiente. Para la educación tomó decisiones para la estabilidad política como muchos otros gobiernos. Hace falta una reforma política nacional de gran envergadura para cambiar las bases de operación del sistema educativo.