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Hacer historia: triunfo y riesgo
L

o vivido el 2 de junio es histórico; hasta la Suprema Corte felicitó a Claudia Sheinbaum; jornada electoral impecable y proceso previo pleno de entusiasmo y debates seguidos por la opinión pública. Lo sucedido no salió de la nada, obedece a precedentes, en su momento también historia, ciertamente larga y difícil, erizada de obstáculos en decisiones, hechos y presencias positivas sin los que no hubiéramos podido llegar a la meta.

El sexenio de López Obrador es el más cercano precedente, mantuvo un ritmo de acción y de trabajo, sin desperdiciar un minuto y esto en congruencia con los principios y propuestas del movimiento y el partido.

Todo lo que ahora nos alegra y asombra hubo un tiempo en el que parecía inalcanzable, por ello es necesario rememorar los precedentes, el contexto en tiempo y espacio, el de es Morena, un movimiento con raíces y datos que explican lo acontecido, un breve repaso de cómo surge un partido triunfador de una oposición que no se doblegó y no se desesperó. Desde el desafuero se definió el liderazgo con un propósito, un discurso y un pueblo atento a las enseñanzas de civismo que fueron las concentraciones en el Zócalo y las marchas por el Paseo de la Reforma, sin duda la participación electoral y la convicción democrática que impidió en todo momento caer en la tentación de la violencia.

El plantón de Reforma desde el Zócalo hasta el Ángel, mantenido durante varias semanas, sin un vidrio roto, sin violencia y con rasgos y ejemplos de solidaridad y camaradería; luego la respuesta al fraude de 2006 con la organización del gobierno legítimo y la entrega en todo el país de credenciales a ciudadanos que aceptaban formar parte de esa manera de resistir, con el nombre de gobierno, sin recursos materiales ni poder alguno, pero con una gran convicción y fe en la lucha pacífica.

Todos los precedentes del triunfo de hoy han sido pacíficos, aun cuando algunos fueron violentamente reprimidos, una rápida enumeración nos lleva a pensar en el éxodo de Villahermosa a México, en la lucha del doctor Salvador Nava en San Luís Potosí, en los movimientos de médicos, ferrocarrileros y estudiantes; desde mi punto de vista, también deben considerarse los esfuerzos de las primeras etapas del PAN, que formaba ciudadanos, luchaba por la democracia contra un partido oficial considerado invencible y defendía principios democráticos, de respeto a la dignidad humana y tesis de doctrina social cristiana, como la participación de los trabajadores en la propiedad y la dirección de las empresas y el fomento del cooperativismo.

Así, paso por paso y con afluentes muy diversos pero coincidentes en el sentido y la necesidad del cambio, de superar al sistema de partido oficial y desterrar la corrupción. Así, paso a paso, se llegó a 2018 con un partido novato que triunfó sobre sus rivales, el viejo PRI corrupto y corruptor de los otros partidos que fueron de oposición, PAN y PRD, pero arrastrados por las fuerzas y prácticas del viejo partido al cual en un principio enfrentaron y al no poder derrotar lo imitaron y se le sumaron.

El fracaso de esos partidos inicialmente de verdadera oposición despertó muchas esperanzas, pero, por intereses nada claros y por ambiciones de poder y dinero acabaron amalgamados en uno solo, el de las dos equis, la de Xóchitl y la de Claudio X. González, que finalmente, como lo acabamos de ver fueron derrotados por un pueblo decidido.

Lo logrado es importante, satisfactorio, pero ahora tenemos que pensar en lo que sigue; sin duda en la presidenta triunfadora hay capacidad, fortaleza y principios éticos, herramientas para enfrentar lo que venga y de esto algo ya podemos ver, como el cambio climático, el agitado panorama internacional y la resistencia de quienes fueron derrotados en la contienda democrática. Sin embargo, hay otro riesgo que quiero señalar, sin ofender a nadie y sin otro interés que el de ver consolidada la Cuarta Transformación. Ese riesgo es que a Morena le pase lo que al PAN y al PRD: que por una imitación extralógica y por luchas internas de poder, se vaya convirtiendo, sin percatarse de ello, en el PRI del futuro.

Se escucha frecuentemente decir a ciudadanos escépticos y no muy informados que todos los políticos son iguales; por supuesto que esto no es cierto, pero el PRI dejó una herencia difícil de superar, el político español Carlos Monedero dijo recientemente en una entrevista por televisión el PRI es una cultura.

Eso es lo que tenemos que evitar, que por encima de triunfos y de cargos públicos, estén siempre las convicciones de no mentir, no robar, no traicionar y de actuar solidarios con el pueblo, con espíritu de justicia y convencidos de que gobernar es servir. Cuidar las alianzas, cuidar las herramientas para ganar elecciones, mantener los ideales; no todo es lícito y dirigirnos a la inteligencia de los ciudadanos y no solo a sus ojos, como un producto más de la ­mercadotecnia.