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Evolución y migración
S

e podría decir que la migración es a la evolución lo que la evolución es a la migración. La interdependencia de ambos factores, uno biológico y otro social, están íntimamente relacionados.

En un contexto totalmente aislado, como las Islas Galápagos, con diferentes ambientes en cada isla, Charles Darwin pudo observar los cambios biológicos en el proceso de adaptación al medio en el pico de los pinzones, el cuello de las tortugas y la adaptación de las iguanas. A partir de la observación y el registro detallado, pudo intuir el proceso evolutivo, que luego confirmaría y demostraría en su obra El origen de las especies.

El origen y desarrollo del ser humano requirió de un proceso adaptativo cuando salió de África y empezó a emigrar a muy diferentes lugares, ambientes, continentes. Los denisovanos, una especie diferente al Homo y al neandertal, fueron descubiertos en una cueva en Altái, Siberia, y hay rastros genéticos de que se cruzaron con las otras especies. Además de Siberia, hay presencia de denisovanos en Nueva Guinea, Laos y el sudeste asiático, el Tíbet, donde se descubrieron rastros genéticos en los tibetanos, que viven a grandes altitudes y en el caso de los aborígenes ( sic) australianos.

No lograron sobrevivir, como les pasó a los neandertales y otras especies, pero dejaron sus restos y su huella migratoria en muy diferentes ambientes donde trataron de adaptarse. Es la migración la que permite estos contactos y un mestizaje más profundo.

Recuerdo mis clases de antropología física, cuando se nos informaba que los brazos largos de algunos grupos africanos se debían al uso de lanzas y que las mujeres africanas nómadas desarrollaban glúteos enormes para apoyar a sus hijos en la cadera cuando caminaban, y que allí tenían una reserva de grasa que se iba consumiendo a lo largo de la travesía.

La migración y la búsqueda de nuevos ambientes y mayores recursos, sean éstos temporales, como en el caso del nomadismo, o más estables, en el caso del sedentarismo, permitió la domesticación de las plantas y los animales, con sus consecuentes procesos evolutivos. Y la domesticación del caballo, el camello, el elefante, la llama, el buey y tantos otros facilitaron la carga, la tracción, el desplazamiento y la migración hacia lugares remotos. El hombre participa e incide en el proceso evolutivo de plantas y animales y al mismo tiempo se transforma y evoluciona.

El poblamiento de América, sea que haya sido hace 30 mil o 14 mil años según diversas teorías, se dio por el norte, al cruzar el estrecho de Bering. Pero también por el sur, en tiempos más recientes, desde la Polinesia, según los mitos que dieron origen a la llegada de hombres en balsas a la costa norte de Perú, según relata la leyenda de Naylamp. Se acaba de demostrar, en otra expedición similar a la del Kon-Tiki, que es posible llegar en balsa a la Isla de Pascua.

Los nativos de Rapa Nui (Isla de Pascua) tienen 8 por ciento de presencia genética americana, y el contacto cultural quedó demostrado en los frisos de Túcume, Perú, donde aparecen en una balsa el Dios Hombre Pájaro y en restos arqueológicos el Dios Remo, ambas deidades principales de los nativos de la isla. Éste fue el último descubrimiento del explorador y científico noruego Thor Heyerdahl.

La prehistoria, la historia y el presente están marcados por la migración, la adaptación y la evolución. A la primera gran globalización, con el descubrimiento del Nuevo Mundo, le siguen otras tantas impulsadas por los medios de transporte, sean carabelas, clíperes, barcos a vapor, transatlánticos, ferrocarriles y aviones, etcétera.

O la regresión del presente, en balsas, cayucos y pateras por los océanos, la llamada Bestia en el lomo del ferrocarril de carga o atravesando a pie desiertos o selvas, como el tapón del Darién.

Los estados-nación se arrogan derechos sobre territorios ancestrales que van más allá de sus fronteras. Estados Unidos reconoce la libre circulación, sin pasaporte, de tribus que tienen territorios en ambos lados de su frontera con Canadá; lo mismo sucede con México con los indios kikapú, pimas, yaquis y otros grupos étnicos. La frontera de México con Guatemala se sobrepone sobre territorio maya; los garífunas y misquitos en la costa atlántica de Centroamérica tienen presencia en varios países; los territorios de los cunas o ngobes traspasan la frontera de Costa Rica y Panamá; los yanomamis, la de Venezuela y Brasil; los aimaras, la de Perú y Bolivia, y los guaraníes, la de Paraguay y Argentina.

Ya no se diga el desastre colonial de África con fronteras arbitrarias y absurdas que dividen etnias, pueblos y naciones enteras. Y no les basta a los estados-nación la frontera formal con el país vecino, ahora se construyen muros, como el de México-Estados Unidos, el de Israel y Palestina, el de la isla de Chipre y tantas otras iniciativas para impedir la migración y el contacto entre los pueblos.

Visto así, las fronteras de los estados nacionales resultan ser no sólo una pretensión reciente, sino una involución.