Opinión
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Urge recuperar la gran visión
V

amos a extrañar al querido amigo Ludolfo Paramio. Hombre de ideas claras, socialista democrático español de larga data. De palabra inteligente y presencia fraternal. Abrazos cariñosos para Carmen, Jorge, Alicia y Juan.

Sin pausa, pero con harta prisa, el presidente López Obrador y su coalición se empeñan en mantener su discurso que bien podemos resumir en lo que identifican como cambio de régimen. Sin precisar sus perfiles y alcances políticos e institucionales, el Presidente y sus falanges esbozan sus estrategias: demolición de organismos públicos y afirmación de fe en la inteligencia y la bondad del pueblo, pero no ofrecen el contenido de un nuevo proyecto nacional ni una genuina deliberación democrática.

Esto último implicaría al Congreso de la Unión, en su plenaria y/o en sus comisiones, así como la participación de los legisladores en diferentes foros que permitieran dar curso a una deliberación de tal calado. Resulta exagerado pensar que el Presidente y sus aliados buscan apelar a la sorpresa y caminar por lo oscurito, porque el tamaño de esa transformación no admite procedimientos mezquinos de encapsulamiento de los participantes y anexos, y post escritos por si acaso.

La empresa que tienen los de la 4T no es menor. Los empeños transformadores, radicales y moderados, tienen que lidiar con poderes de hecho y de derecho del mundo, del entramado de centros de estudio y pensamiento que ha poblado y hasta colonizado los mecanismos de creación y modulación de opinión, así como de ministerios y direcciones vinculadas con eso que seguimos llamando órganos de inteligencia de los estados y sus diversas organizaciones trasnacionales, como se ha visto en días recientes con la estrecha vigilancia por parte de los mercados financieros y de divisas.

Es probable que, como algunos afirman, el neoliberalismo esté muriendo, pero también que presenciemos una extraña no muerte manipulada por sus vectores y agentes principales que no son los mercados, ahora globalizados, ni los gobiernos, más involucrados en los procesos de liberalización comercial y de las balanzas externas de capitales y divisas, sino las trasnacionales, engrosadas por China y sus varios instrumentos de intervención en el mundo, los principales ejecutores del gran cambio globalizador. Y, como lo ha mostrado el sociólogo británico Colin Crouch, lo más probable es que sigan encabezando o modulando los procesos de modificación, reforma o eliminación silenciosa o no (¿la OMC?) que ya se llevan a cabo.

El mundo es cambio, aunque los beneficios prometidos por la Híper globalización, como la ha llamado el profesor Rodrik, no se cumplan o acentúen la desigualdad en la distribución de los frutos y el empleo. Los sistemas son y han sido imperfectos, la cuestión radica en la o las capacidades de los estados y las naciones para sortear lo mejor posible las asimetrías y, a la vez, inscribirse con claridad en procesos de innovación tecnológica y productiva y, desde luego, de mejoramiento social generalizado.

Hay que recuperar las grandes visiones de cambio económico y social, proyectos mayores que nos involucren a todos los mexicanos; un proyecto nacional digno de tal nombre, aunque igualmente estaría sometido a las tensiones y pulsiones del mundo del que formamos parte. Por ello, no les caería mal a quienes trabajan hoy los términos y criterios de la transición, asomarse al número 141 de la Revista de la Cepal, edición especial que celebra los 75 años de la gran organización de pensamiento, ideada por don Raúl Prebisch y sus compañeros de la aventura latinoamericana, en pos de un desarrollo mejor, más justo o, como lo propone la revista, un modelo de desarrollo más productivo, inclusivo y sostenible.

No del todo diferente a la convocatoria de la Comisión, encabezada entonces por Alicia Bárcena, que tras la Gran Recesión de 2008-2009 proponía hacer de la época la hora de la igualdad.

“Repensar, reimaginar, transformar: los ‘qué’ y los ‘cómo’ para avanzar hacia un modelo de desarrollo más productivo, inclusivo y sostenible”, propuso magistralmente José Manuel Salazar-Xirinachs, secretario ejecutivo de la Cepal, al recibir del rector de la UNAM, Leonardo Lomelí, el reconocimiento más importante que otorga el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional, la Cátedra Maestro Ricardo Torres Gaitán.

No hablamos de dogmas ingeniosos ni de ocurrencias disimuladas. Estamos ante renovados y dignos esfuerzos de la Cepal para seguir contribuyendo a los empeños de una América Latina comprometida con aquella Fantasía Organizada querida por don Raúl Prebisch, Celso Furtado, Aníbal Pinto, Osvaldo Súnkel, Juan Noyola, Víctor Urquidi, David Ibarra y muchos más, que bien merece que la cuidemos y cultivemos para darle robustez y solidez a nuestros propios reclamos por un nuevo curso.

La misión no es imposible, pero tiene que ser de todos.