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Publican segunda edición de antología de poetas en lenguas mexicanas

En Insurrección de las palabras confluyen 45 idiomas y 130 autores

 
Periódico La Jornada
Domingo 9 de junio de 2024, p. 3

Según el poeta y periodista Hermann Bellinghausen, la poesía se ha vuelto una verdadera arma de resistencia entre los pueblos originarios de México, como no lo fue en la tradición en español durante la pasada centuria.

No tenemos la fuerza. En el siglo XX, cuando fue tan buena la poesía mexicana en castellano, (ésta) tuvo la importancia militante, pero no política, de resistencia, de lucha por la vida, como la tienen ahora los poetas indígenas, señaló.

En la presentación de la antología Insurrección de las palabras: Poetas contemporáneos en lenguas mexicanas, cuya selección y prólogo son de su autoría, el colaborador de La Jornada sostuvo que, ahora que todo amenaza a los pueblos y sus culturas, ningún lugar de América tiene la intensidad de México en el esfuerzo por escribir en lenguas originarias.

Recordó que el fallecido poeta guatemalteco Humberto Ak’abal (1952-2019), uno de los autores indígenas americanos con mayor proyección en el mundo, reconocía como único el caso de nuestro país, al advertir cómo los poetas de los pueblos originarios hacían el esfuerzo y el intento por escribir en su lengua.

No tengo la seguridad de estar muy enterado, pero ningún país de América Latina tiene tantos escritores y tantos nuevos escritores en sus propias lenguas, dijo, y señaló que 25 por ciento de la población de pueblos originarios de todo el continente está en México, lo que lo convierte en el país americano más indígena, aunque no lo parezca.

Bellinghausen destacó que la mayoría de los 130 autores de esta antología –publicada en su segunda edición por el Fondo de Cultura Económica (FCE), luego de que la primera fue coeditada en 2018 por La Jornada e Ítaca– son personas muy comprometidas con lo que hacen, en términos literarios, sociales y políticos.

Al considerar que muchas de las experiencias de resistencia y autonomía en México son tal vez la esperanza de que no se acabe el mundo, destacó a los pueblos originarios como los más apegados a proteger su agua y bosques, a no destruir y pensar que la tierra no es de ellos, sino de los que siguen, en contraposición con la ideología del capitalismo.

Es una mentalidad que mantienen, agregó, a pesar de que les han quitado todo por más de 500 años; y eso no ha parado, porque sigue habiendo megaproyectos, turismo; siempre estarán desplazados.

Velada emotiva

La presentación de Insurrección de las palabras… la noche del viernes en la Casa de las Humanidades de la UNAM, con la mesa-lectura en voz alta Voces insurrectas, poesía en lenguas originarias, fue una emotiva velada con Celerina Patricia Sánchez, poeta en lengua tu’un savi o mixteco; Margarita León, autora hñäñu u otomí, y el poeta bilingüe náhuatl-español Natalio Hernández, moderados por la escritora mazahua Susana Bautista.

Todos forman parte de esa obra, la cual tiene su origen en la labor de 30 años del suplemento Ojarasca, publicado por La Jornada y dirigido por Bellinghausen.

Antes de declamar y cantar algunos de sus poemas, Celerina Sánchez lamentó que los espacios para la poesía de los pueblos originarios, para hablar de nosotras y nosotros, sean aún muy pocos en el país.

Aunque celebró que cada vez más autores indígenas escriban en sus lenguas, lo consideró insuficiente, pues en su opinión aún hace falta conocer el sonido de éstas, por lo que urgió también a grabarlas.

Para poder escuchar estas lenguas, estos sonidos, estos ritmos, esta musicalidad, tendríamos que escucharlos. Porque, aunque están escritas, desconocemos cómo se escuchan. Aquí (en el libro) hay reunidas 45 lenguas, pero no se van a escuchar. Por eso peleamos porque se nos abran espacios donde se nos escuche.

Al igual que Margarita León, Natalio Hernández compartió parte de su trabajo poético, en su lengua y en castellano. Antes, destacó la importancia del citado libro, del que aventuró que podría titularse también Rebelión de las letras indígenas, y que definió como un xochipiltecatl; es decir, una estela de flores, un tapete florido o un bordado de muchos colores.

Pocas veces me había atrapado una antología multilingüe donde 130 poetas, hombres y mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, como yo, nos comparten sus alegrías y sus dolencias, sus sueños y sus frustraciones, sus angustias y sanaciones; pero, también, cantos que reflejan la lucha de sus pueblos, las voces de las abuelas y los abuelos que siguen con vida en nuestra memoria y en nuestros sueños.