Viernes 7 de junio de 2024, p. 2
La primera sección del Bosque de Chapultepec está grabada en la memoria colectiva y las vivencias de los habitantes de la Ciudad de México: los paseos en lancha frente a la Casa del Lago, la presencia de los pandas en el zoológico, la entrada con rejas resguardadas por esculturas de leones y el fatigante ascenso hasta el Castillo para admirar la majestuosa vista de la urbe.
Aquí se ubican los recintos con mayor identidad, donde se plasman el pasado prehispánico, virreinal, independiente y el arte contemporáneo, entre ellos los museos Nacional de Antropología, de Historia (con su compañero El Caracol), de Arte Moderno y el Tamayo. El Proyecto Chapultepec: Naturaleza y Cultura también enfoca parte de su labor a rehabilitar esta sección, la más conocida y visitada.
Uno de los actos más simbólicos fue la unión de la primera y segunda secciones desde Los Pinos hacia el Parque Aztlán, gracias a la construcción de una calzada flotante de 436 metros de longitud ideada por el artista Gabriel Orozco. Algo similar se logra con un segundo andador de 583 metros de largo, el paso peatonal Chivatito, que va desde el nuevo Pabellón Escénico hasta el parque Rosario Castellanos. Con ambos cruces se rompe la frontera definida por el Anillo Periférico.
En el Museo Rufino Tamayo, fundado para recibir las obras donadas por el pintor oaxaqueño, se realizaron trabajos de conservación y mantenimiento. Se atendieron los interiores del recinto, con impermeabilización general y la reparación de estructuras de domos, tanto de salas como oficinas. Se dio mantenimiento a los exteriores que tienen que ver con el concreto original, se repararon los pisos de madera de la sala y se adecuó la estructura operativa de la bodega.
De igual forma, en el Museo de Arte Moderno se dio especial atención al jardín que lo rodea con una colección de esculturas monumentales de varios artistas. Por ejemplo, la obra de Herzúa se despojó del color negro que la recubría y mostró nuevamente su identidad de cobre.
Las fotos con burritos de madera, fritangas y sombreros en forma de changuito son aquellos objetos del recuerdo de muchos. Pero la historia del sitio, coronado por un cerro, tiene una historia antigua que data de la época prehispánica. Hay vestigios de las culturas teotihuacana y tolteca. Entre los manantiales de esta zona, los mexicas intentaron construir la ciudad mítica vaticinada por los dioses, aunque finalmente no ocurrió aquí. Chapultepec fue elegido como sede para rituales y dedicado a la observación astronómica, además de obras de ingeniería hidráulica, como acueductos y canales que abastecieron Tenochtitlan.
En 1785, ya en la era novohispana, después de la explosión de una fábrica de pólvora y la residencia virreinal en lo alto del cerro del Chapulín, se construyó el castillo, escenario de uno de los episodios más significativos para los mexicanos, cuando los Niños Héroes defendieron el Colegio Militar ante la invasión de tropas estadunidenses.
Años después, desde lo alto de ese palacio, la emperatriz Carlota observaba la carreta de Maximiliano de Habsburgo avanzar hacia Palacio Nacional por el Paseo del Emperador, lo que ahora es Reforma. Aquí también habitaron Benito Juárez, Porfirio Díaz y Francisco I. Madero.
Este año se cumplen 80 años desde que abrió sus puertas el Museo Nacional de Historia en ese inmueble, por decreto de Lázaro Cárdenas. Dos décadas después, en 1964, se inauguraron los museos Nacional de Antropología y de Arte Moderno. Las celebraciones se incluyen en un Proyecto Chapultepec con un nuevo brillo y extensión.