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E

s a partir de su correspondencia, que Sigmund Freud tiene con Fliess el Proyecto de una sicología para neurólogos.

Las cartas 39 y 52 son el puente con La interpretación de los sueños y el Block Maravilloso, que Freud recurrió a modelos metafóricos que no estaban tomados de la lengua hablada, de las formas verbales, ni siquiera de la escritura fonética, sino de una grafía que no está nunca sometida, como exterior y posterior a la palabra.

Se produjo entonces un movimiento desconocido para la filosofía clásica, entre el implícito y lo explícito. Desde Platón y Aristóteles no se habían dejado de ilustrar mediante imágenes gráficas las relaciones de la razón y la experiencia, de la percepción y la memoria, pero jamás se había reafirmado una confianza en el sentido de un término conocido y familiar: una archiescritura y el espaciamiento en general.

Estos escritos se encontraban sumergidos en medio de un alud de trabajos sobre las funciones del yo; Jacques Derrida emerge con una triangulación entre sujeto, conocimiento y luz, que ya no podrán quedar contenidos en un concepto.

Descripción, no definición y utilidad en el sentido de una aproximación capaz de producir un reconocimiento, un horizonte de comunicación, que sitúa al lenguaje como el lugar en que podemos experimentar la presencia y la ausencia. El Fort-Da aparece-desaparece del Más allá del principio del placer.

Cercanía y distancia.

Derrida elige una experiencia subjetiva. Enigma metafórico que trata de expresar el correlativo misterio de un punto de vista que se coloca del lado del sujeto, como gesto decisivo, culminación y moderno comienzo de un viaje, en el que el viajero creerá elegir el camino mientras él mismo no se percate de que es él mismo el efecto del viaje.

Escribir sobre Jacques Derrida está siempre expuesto a modificaciones y fluctuaciones, puesto que lo que siga escribiendo transformará de una u otra manera su obra, máxime cuando lo que se propone es mostrar la imposibilidad, el error radical que supone toda voluntad ideal del sistema. Derrida rechaza cualquier tipo de centralidad, de fijeza.

A la puntualidad y continuidad del tema, a la coagulación del concepto, opone el juego diseminado del texto; la múltiple condensación dinámica del haz del tejido: Un poco de cruce histórico y sistemático, que es, sobre todo, la imposibilidad estructural de cerrar esta red, de interrumpir su tejido, de trazar en él una marca que no sea nueva.

Con Derrida, la filosofía lejos de ser un discurso lineal y expresivo, dominado por el querer decir, se muestra como algo que de hecho nunca ha dejado de ser: texto o escritura que no se dejan regir por la ley del sentido, del pensamiento y del ser, sino que se despliega en la heterogeneidad del espacio y del tiempo, en un lenguaje múltiple, diseminado en una serie infinita de renvío de significantes: el sicoanálisis puede ser otra forma de trabajo diferente del método científico o el lógico deductivo. Un discurso deducido de una dispersión, técnica práctica, de intervención activa e innovadora en la literatura.

Para Jacques Derrida el ser no está dominado por la idea de presencia. Las categorías indisociables y complementarias de la representación.

Pensar es representar. Relación de la representación con lo representado.

El representar no es percibir lo presente a cuya desnudez pertenece el percibir mismo, como una clase de presencia en el presente desnudo.

El representar no es ya desnudarse, sino captar y comprender…