Sembrando Vida en la Península de Yucatán
La Península de Yucatán se erige como una región singular, con un mosaico de características que la hacen única. Sus suelos kársticos, su topografía escarpada, sus ocultas corrientes subterráneas, y un exuberante bosque de biodiversidad deslumbrante, hacen de esta península un tesoro natural. Rodeada por las aguas del Golfo de México y el Mar Caribe, y marcada por sus límites al sur con Guatemala y Belice, esta tierra fue testigo de la milenaria civilización maya. Además, se destaca como un territorio rico en maderas tropicales preciosas, como el palo de tinte, la caoba, el zapote y el tzalam, que a lo largo de la historia han dado vida a valiosas mercancías, como durmientes y chicle. No podemos pasar por alto que la Península de Yucatán ostenta el título de la región líder en la producción de miel en México, contribuyendo con más del 40% de la producción nacional.
Este rincón de México ha sido testigo de importantes etapas de colonización, desde la época colonial con la expansión de extensas haciendas hasta el auge de la producción de henequén en el siglo XX. No obstante, la colonización más significativa se dio en los años 70 del siglo pasado, impulsada por el Programa Nacional de Desmontes y Colonización del Sureste, que transformó vastas áreas de selvas y montes en tierras destinadas a cultivos agroindustriales como arroz, maíz y caña de azúcar. En la actualidad, la región enfrenta una alarmante deforestación debido a la expansión de la soya y el maíz transgénico, así como la ganadería extensiva y la producción indiscriminada de carbón, todo a expensas de las selvas y áreas naturales. Esto ha dado forma a una región predominantemente “Agropecuaria” en el sur de Quintana Roo y Campeche, mientras que en el Centro Norte de los tres estados perviven las prácticas agrícolas tradicionales mayas, como la milpa y la apicultura multifloral.
La explosión económica desencadenada por el polo turístico de Cancún y posteriormente la Riviera Maya atrajo oleadas de migrantes en busca de empleo en el Caribe mexicano durante los años 90. Sin embargo, este crecimiento turístico también trajo consigo la explotación laboral, con cadenas hoteleras extranjeras beneficiándose mientras los trabajadores, en su mayoría, quedaban atrapados en un ciclo de trabajo precario y viviendas marginales en el paraíso. En consecuencia, muchos campesinos mayas abandonaron sus tierras y tradiciones para buscar oportunidades en los centros turísticos, perdiendo así su arraigo a la milpa y las selvas que los habían sostenido durante generaciones.
Es precisamente en este contexto que el Programa Sembrando Vida (PSV) se ha centrado en rescatar, valorar y fortalecer el tejido social de la región a través de la creación de Comunidades de Aprendizaje Campesino (CAC). Estas CAC estimulan la organización y participación, fomentando el trabajo y aprendizaje colectivo en viveros comunitarios y biofábricas, promoviendo el intercambio de saberes. Cada CAC reúne a unos 25 sembradores y cuenta con el apoyo de un equipo técnico y jóvenes becarios del Programa Jóvenes Construyendo el Futuro. En la región de la Península se han creado un total de 1674 CAC.
El PSV ha impulsado modelos agroecológicos con parcelas agroforestales en unidades de producción de 2.5 hectáreas por beneficiario, donde se plantan especies forestales nativas, frutales, agroindustriales y de especias, en combinación con la milpa maya. En la región de la Península, se han establecido dos territorios: Tzucacab-Othón P. Blanco, que abarca los estados de Yucatán y Quintana Roo, y Xpujil en el estado de Campeche. En ambos territorios, participan 39,485 campesinas y campesinos, de los cuales, el 63% en Campeche, el 89% en Yucatán y el 66% en Quintana Roo provienen de comunidades originarias, principalmente de ascendencia maya.
Es importante destacar que el programa Sembrando Vida contribuye al rescate de la Milpa Maya, enriqueciéndola con abonos naturales producidos en las biofábricas e incorporando árboles frutales y forestales, lo que aumenta su valor patrimonial. A través del manejo de acahuales en callejones, se han establecido especies de alto valor comercial, como el achiote, el cedro, la caoba y el chacte, además de una variedad de árboles y plantas, enriqueciendo así su diversidad y conservándose los macizos de la vegetación secundaria y el arbolado con diámetros mayores a 15 centimetros. Estas prácticas además, han permitido reducir considerablemente el uso del fuego, que tradicionalmente se utilizaba en el sistema de roza, tumba y quema en las zonas de cultivo mayas hasta el año 2018.
De los 114 millones de plantas establecidas en los últimos 5 años en la región, 54 millones son especies forestales que han sobrevivido gracias al esfuerzo constante de los campesinos. Destacan entre ellas el ramón, cedro rojo, caoba, ciricote, chicozapote, chacteviga y tzalam, cuyo valor comercial ha contribuido a revertir la histórica sobreexplotación sufrida por estas especies en la selva tropical de la península de Yucatán.
La creación de 1341 viveros comunitarios y biofábricas ha marcado el inicio de la agroforestería comunitaria y la transición agroecológica como una política pública innovadora en el sureste de México. Estos viveros, en muchos casos, operan con energía solar, lo que proporciona a los sembradores importantes ahorros en los costos energéticos. Además, las transferencias directas a los campesinos por su trabajo remunerado han impulsado la economía en las 1227 localidades de los 97 municipios y 811 ejidos de la Península. Estas comunidades rurales han devuelto a la naturaleza y al suelo 114 millones de nuevas plantas, contribuyendo a la captura de carbono en áreas degradadas y a la creación de nuevos refugios para la fauna silvestre, así como corredores biológicos que ayudarán a conservar las áreas naturales protegidas.
Un elemento distintivo del programa ha sido el modelo de acompañamiento técnico, que ha sido fundamental al establecer equipos técnicos multidisciplinarios ubicados en las zonas y rutas donde se encuentran los beneficiarios. Estos equipos técnicos, comprometidos con las CAC, trabajan predominantemente en el terreno, no en un escritorio. Con estos servidores públicos comprometidos, ¡Sembrando Vida avanza!
Este proyecto no solo está sembrando árboles, sino también esperanza y un futuro sostenible en la Península de Yucatán. •