Con el programa sembrando vida, grandes oportunidades se han presentado para las y los productores rurales, puesto que es un proyecto productivo y social que ha apoyado e impulsado a este sector olvidado por los sexenios anteriores.
Dos de las problemáticas que atiende el programa SV son “la pobreza rural y la degradación ambiental”, para ello se han establecido tres objetivos con los que se pretenden combatir estas problemáticas, siendo los siguientes: Rescatar el campo;
Regenerar el tejido social y Reactivar la economía social.
Estos dos ejes están siendo combatidos gracias al logro de los objetivos por medio del trabajo de las sembradoras y los sembradores, personas que con orgullo se identifican como campesinas y campesinos que aman sus raíces y desean prevalecer el conocimiento de sus antepasados en las prácticas de siembra y cosecha, combinándolas con las nuevas metodologías de agricultura, las cuales se acompañan del asesoramiento del binomio técnico (productivo y social).
Desde el primer año se pueden observar cambios en la organización del trabajo, puesto que estaban acostumbrados a trabajar de manera individual, pero ahora lo hacen en comunidad y la prueba de ello, son los resultados que vemos en cada una de las Comunidades de Aprendizaje Campesino (CAC, nombre que se le designa a los grupos de trabajo que han integrado hombres y mujeres adscritos al programa), a cinco años de su inicio se ha fortalecido la gobernanza participativa lo que ha generado impacto en los ejidos y comunidades al replicarse en algunos de ellos la forma de organización, liderazgo, autogestión que van mostrando las CAC
En las comunidades y ejidos donde se tiene presencia se identifican inmediatamente los logros del programa resaltando grandes cambios, económicos, productivos, así como en actitudes, integración y regeneración del tejido social.
Los viveros y las biofábricas establecidos dentro de los ejidos, se convierten para los sembradores en los espacios de convivencia, de capacitación, de fortalecer sus capacidades y adquirir herramientas y conocimientos que les ayudará a los sembradores a consolidar sus unidades de producción, incrementar la diversidad de productos que a futuro pondrán a disposición para sus ejidos mediante la comercialización de estos y principalmente para el autoconsumo familiar.
Otro logro importante del programa a destacar es el papel de la mujer sembradora, quien es objeto del presente artículo. La ruta Bacalar-Noh-Bec, perteneciente al territorio Tzucacab (Othón P. Blanco) se encuentra conformado por 307 mujeres integradas a 40 CAC, el programa sembrando vida trajo para las sembradoras enfrentarse al gran reto dentro de la organización interna de sus ejidos: solicitar a la asamblea ejidal, conformada mayormente por ejidatarios hombres, los contratos de usufructo para dar certeza a la posesión temporal de la unidad de producción donde estarán sembrando, cultivando y plantando especies forestales y frutales, cubriendo con esto uno de los aspectos que han padecido las mujeres rurales referente a la posesión de la tierra para desarrollar sus proyectos productivos.
Se resalta también la inclusión de las mujeres dentro de la planeación y organización de las actividades, lo que ha sido un gran cambio desde la perspectiva de género, las sembradoras son tomadas en cuenta por sus compañeros, se valoran sus opiniones, su trabajo, se le delegan cargos como parte de las directivas de las CAC, encabezando alguna de las comisiones internas, delegándoles responsabilidades de las cuales las sembradoras se apropian y saben sacar adelante, el primer año fue difícil para algunas mujeres ya que algunos varones no creían que fueran a durar, sin embargo, los resultados han sido positivos y los varones cada vez aceptan el trabajo de la mujer en el campo y como sus compañeras de trabajo.
Como muestra de este proceso de transformación dentro de las comunidades, se presentan los testimonios de mujeres sembradoras que pertenecen a la ruta Bacalar-Noh Bec.
Para iniciar está el de la sembradora Ana María Luisa May Chay de la CAC Los Cocoyoles, del ejido Miguel Hidalgo y Costilla del municipio de Bacalar, manifiesta que antes del programa acompañaba a su esposo a trabajar la parcela, pero ahora con el programa es ella quien toma las decisiones de qué, cuándo y cómo sembrar, organiza las labores de mantenimiento y la cosecha, lo que le ha permitido, además, fortalecer los lazos familiares, dado que le ayudan su esposo y sus dos hijos en las actividades de la unidad de producción y cuando es temporada de cosechar los productos la apoyan en la venta saliendo a otras comunidades, participando en los tianguis que organiza su CAC en la localidad y colocando una mesa afuera de su vivienda donde pone a la venta sus diferentes productos.
De la localidad de La Pantera, de la CAC Paakal Kuxtal, se presenta a la sembradora Narciza Jiménez Y Chi de 67 años, digna representante de la comunidad indígena Maya, quien ha visto la oportunidad de mejorar las condiciones socioeconómicas, la calidad de vida y que en su opinión es a través del programa por el que ahora las mujeres aportan al trabajo en el campo, en sus propias palabras manifiesta que “a los hijos hay que enseñarles que la madre tierra nos da de comer, las personas que trabajan la tierra son la riqueza de nosotros” con ello se reconoce la labor de los productores y productoras del campo, además nos cuenta que con lo que ha ahorrado del apoyo pudo adquirir una moto que le facilita realizar las actividades en su unidad de producción al ser su medio de transporte y carga.
Siguiendo con el trabajo de la mujer bacalarence, en la comunidad de Reforma, donde vive la sembradora María Aurelia Hay Dzib, integrante de la CAC Altos de Sevilla, la cual manifiesta que gracias al programa sembrado vida, ella y sus hijos han mejorado su calidad de vida. Nos platica que después de las clases se van a trabajar juntos a su unidad de producción, de igual forma, comenta que con el ahorro que recibió por parte del programa, pudo cumplir uno de sus grandes sueños: emprender su propio negocio, el cual consiste en un puesto de comida, en el que además de ofrecer alimentos pone a la venta productos para el hogar en beneficio de los habitantes de la localidad y comunidades cercanas que arriban a su negocio.
La sembradora Blanca Estela Hernández Ramos es madre, esposa y campesina, perteneciente a la CAC Aguacate, localidad de Limones, nos comparte su experiencia con el programa: “Como mujer he aprendido a sembrar y cultivar plantas que pensaba no iban a vivir por el tipo de clima, pero hemos cultivado y aprendí que sí se producen, algunos ejemplos de lo que he sembrado ha sido la cebolla, la flor de cempasúchil, la flor de terciopelo, el aguacate hass, entre otras. El programa es una manera de adquirir y compartir conocimientos propios con los compañeros. Mi trabajo antes era atender una tienda y mi casa, pero cuando inició el programa pensé que no iba a poder hacer todo lo que nos exigía, pero luego de ver y escuchar cómo se iba a trabajar dije sí puedo. En cuanto a mis compañeros de grupo no puedo decir que son excelentes, porque como en todo siempre hay alguien que no le gusta trabajar con mujeres ni mucho menos recibir un comentario de una compañera. Sí, en nuestro grupo aún existe el machismo. Este programa ha sido bueno para muchos, a los que realmente les gusta el campo y los que con gusto cosechan lo sembrado. Para esas compañeras y esos compañeros gracias por hacer que el campo produzca y sigamos trabajando, compartiendo nuestros conocimientos y cuidar lo que ya está sembrando, porque eso es nuestro, lo que logramos con sudor, heridas, sol, lluvia, hemos estado cuidando y sembrando cada planta. Para así poder decir el día de mañana forme parte del programa sembrando vida”.
Otra experiencia del impacto del programa para el bienestar de las mujeres es el presentado por los sembradores C. María Concepción Loría Peraza de 66 años y su esposo el C. Cosme Damián Uh Tzacum de 74 años, de la CAC Lol Chacaj, localidad de Andrés Quintana Roo, municipio de Bacalar, quienes construyeron su vivienda con el recurso recibido del ahorro programado y del ahorro voluntario que realizan. Agradeciendo al gobierno federal por haber pensado en la gente de escasos recursos y que viven del campo, ahora pueden ver concretado su sueño tener una vivienda digna y sus parcelas con producción.
Así es como las sembradoras antes citadas expresan que tanto ellas como sus compañeras con ayuda y dirección del programa Sembrando Vida, han avanzado así fortaleciendo sus habilidades, capacidades y conocimientos, todavía queda mucho camino por recorrer para que la igualdad y equidad de género sean una realidad, sin embargo, existe el compromiso de seguir trabajando en la inclusión, el reconocimiento y la valorización de la labor que realizan las mujeres rurales y campesinas, así como de todos los grupos que se encuentran en estado de vulnerabilidad social, económica y política. •