Número 192 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
Sembradoras

Sembrando ideas

Lorena Paz Paredes  

Otilia es presidenta del Comité directivo de la Comunidad de aprendizaje campesino (CAC) Pezmateno, un pueblo náhuat de Hueyapan, Puebla, también conocido como la Joya de la sierra y cuna del chal bordado. Aquí cuenta su historia.

Tengo 42 años y nací en una comunidad vecina. Me casé hace 20 años, pero hace dos años y 5 meses se murió mi marido, que era sembrador del PSV. De mi pasado puedo decir que a los 12 años quedé huérfana de mamá y desde entonces mi papá adoptivo me crió hasta cumplir 15 años cuando empecé a trabajar en casas, lavando y cocinando. Estudié la primaria y el primer año de secundaria, y en una escuela para adultos, pero no me dio la vida y la dejé.

Cuando me junté con mi marido, nos arrimamos a vivir con los suegros, 10 años estuvimos con ellos. Como somos de un pueblo chico, de costumbres, cuando se vive con los suegros, siempre se tiene que obedecerlos. Ellos tenían buenas parcelas y cafetales, y ahí yo aprendí muchas cosas, a cortar café y a hacer faenas del campo.

Luego nos separamos de ellos y empezamos a hacer un jacal sin tener nada. Bueno, nos apoyó su abuelo, un señor de 104 años, que nos dio un pedacito para fincar. Mi esposo era herrero, y de ahí poquito a poco logró ir ahorrando para pagar el material de la casa. Mi papá de crianza me dio un lote donde metimos un marrano y pollos. Además, yo bordaba ajeno y hacía costuras en mi máquina de coser. Y así, entre lo poquito que yo y él ganábamos, fuimos ahorrando y viviendo.

El terreno donde hoy estoy de sembradora se lo ofrecieron a mi esposo, no valía nada, ni sendero tenía, ni arbolitos, puro helecho, así que él empezó a limpiarlo. Luego llegó la obra de un gobierno federal, querían abrir un camino en ese terreno, pasar la calle por en medio, y buscaron a mi marido, que primero dijo no, pero luego vio que le convenía. Y así fue que empezó a limpiar y a sembrar milpa y plátano, y también sacábamos algo de maíz, frijol, chile, tomatillo, tantito para el gasto, y un poco para vender, además de alimentar al puerco y las gallinas.

Mi marido compró una hectárea en la parte alta y luego otra media en la baja, donde sembramos ocotes, acolocotes para leña, y se vendió la madera. Aparte su abuelo le dio una hectárea más para milpa. Luego anduvimos por Tlapacoya viendo limonares, y dijimos ‘vamos viendo si pega el limón’, nos trajimos limones y cuando llegó el PSV, ya teníamos arboles de limón. La condición del abuelo para darnos la tierra fue ‘Cuídenme y ya finado pongan para el sepelio y háganme mis rezos cada mes todo el año’.

Esperando el apoyo del programa. Mi esposo entró al PSV en 2019, fue de los últimos. Luego se fundó la Comunidad de aprendizaje Campesino (CAC) que se nombró Pezmateno, por el árbol de Pezma, uno que se anda acabando y que ocupamos mucho. Los sembradores consiguieron el lugar, aplanaron y chapearon, acarrearon troncos para el vivero, hicieron abonos y la biofábrica. Primero eran 24, pero cuando empezaron a sentir la presión del trabajo, se apartaron. Y es que muchos se fueron con la finta de que iba a ser igual que Procampo, nomás agarrar el dinero y no cultivar la tierra, y nadie venía a ver la parcela. Este programa es distinto, tenemos que cumplir la meta, enseñar la evidencia de lo que trabajamos.

Mi esposo estaba esperanzado y por eso iba diario a la parcela haciendo de todo, el estanque, los chapeos, la cerca. Muchos se fueron saliendo al no llegar los pagos, el señor, la señora, no quería estar trabajando así nomás. En cambio, mi esposo dijo: yo le sigo a ver qué pasa, a ver cuánto aguanto, y mientras, yo bordaba ajeno para ayudarnos. Los que se quedaron fueron fincando las galeritas, el local, ya iba agarrando forma nuestra CAC. Y un día avisan: ya están las tarjetas del Programa en Tlatlahuqui… Y allá se fueron todos.

Cuando falleció mi marido por la diabetes, el técnico del PSV lo dio de baja, y me animó a entrar y seguir con su parcela. Los técnicos me mandaron traer para el funeral, así estaba yo de triste, pero me dije: mejor acepto, para que me encierro con mi depresión, además la parcela tenía 1500 plantas y no quería perderlas. Los técnicos me arreglaron la documentación y a fines de abril quedó lista. Pero casi no quería ir a la CAC, hasta junio fui a presentarme, porque ellos me decían: venga a los cursos, métase al vivero, socialice… Y pues eso hice.’

Mi tarjeta de sembradora dilató ocho meses, me llegó hasta diciembre del año. Pero la tardadera no me desanimó, trabajé sin paga y aprendí cómo hacer los abonos, a germinar semillas, antes lo hacía nomás a lo lírico, y pues no, tiene su chiste, hay que quebrar la semilla, refrigerarla; también me enseñé a podar y a sembrar las plantitas. En ese tiempo hicimos los camellones con hormigón y cal. Trabajamos varios y las seis mujeres que somos. Por cierto, ellas algo mayores que yo: de 48 años, de 50, 52 y así. Hasta orita sigo siendo la más joven. Trabajar a diario me ayudó a salir de la depresión y fui ganando confianza, seguridad.

Ocupar un cargo. El tesorero se enfermó de diabetes, dilató dos meses enfermo y me dio la suplencia de tesorera. En ese cargo estuve cuatro meses llevando la compra. En febrero de 2022 cambió el Comité de Administración de la CAC, el presidente que estaba, ya había cumplido sus tres años, y poco después se murió. Fue cuando me propusieron para ese cargo. Como no todas estaban de acuerdo porque decían que me faltaba mérito, mejor me nombraron Tesorera y estuve ocho meses en el cargo haciendo de todo. Logramos el sueño de cercar la CAC con malla, y cuando llegó el ahorro del PSV, abrimos una cuenta para el proyecto de borregos. Yo vi todo, busqué los borregos, traje el rastrojo molido, y es que yo me había enseñado a ordeñar, a vacunar con mis suegros que tenían sus animales.

Fui animando a los compañeros de la CAC: ‘vamos a hacer los corrales -les dije- y ahí nos fuimos a hacerlos. Y les dije es tiempo de formar un comité interno, hacer roles entre todos. También me tocó poner las reglas: las multas por retardos y faltas. Y se llegó la hora de traer bambú al rancho para techar. Le solicitamos su camioneta a Diconsa, cuando dejé el maíz -le dije al chofer- traiga el bambú. Y así fue, entre 20 compañeros se acarreó el bambú… las mujeres esperábamos con la comida aquí en la CAC, mientras los señores descargaban y cortaban. También se me ocurrió que los señores tenían que hacer un baño de caballeros, y lo hicieron. Luego les dije hay que producir licor de frutas, pero reutilizando las botellas en vez de tirarlas… “Traes ideas frescas”, me decían.

Doña Otilia en su CAC. Lorena Paz Paredes

Yo empecé como presidenta de la CAC en el 2023. Tenemos varios comiteses, y las mujeres tienen cargo, y los 13 señores también andan con cargo. Mi suplenta es mi comadre, el tesorero Elías tiene a doña Carmen de suplenta; el secretario son dos hombres, en Control y transparencia está doña Cirila, y en el comité de enlace para las faenas, hay dos comadritas.

Trabajo comunitario de la CAC. Aquí se ocupa hacer faenas comunitarias: del CAC vamos a limpiar el panteón, los manantiales, a reforestar, otro día llegamos a chapear al campo deportivo, a dejarlo limpio para que se vea bonito.

Y en la CAC también hacemos labor social, si alguien se enferma lo ayudamos, aunque no sea de nuestro grupo. Así fue con un señor que se accidentó y su parcela se estaba perdiendo. Entonces 20 mujeres y hombres de la CAC fuimos a limpiar su terreno. Esa labor es humanitaria le dijimos a los técnicos, nos toca ir ayudar, está bien dijeron. La esposa del señor nos recibió muy agradecida.

También tenemos dos becarias, pero ya se les acaba su tiempo. Ellas vienen cada ocho días porque atienden tres CACs: La Aurora, Paso Real y Pezmateno, nos ayudan a actualizarnos con el internet, nos guían para organizarnos mejor, y ven que todo esté en regla, además apoyan en la embolsada, en los letreros.

'¿Cómo ve la comunidad a la CAC Pezmateno?', ¿Cómo nos miran a las sembradoras y sembradores? Dicen: ´El gobierno les da por tener terreno, se benefician los que tienen, y a los que no tienen no les da nada’. El vecino de al lado no me envidiaría si tuviera él su apoyo, ojalá le dieran a predios más chiquitos, y no sólo de 2.5 hectáreas, aunque reciban menos, para que se trabaje, para que no quede campo sin cultivar y no se vaya la gente.

A veces llegan del gobierno a repartir fertilizantes al municipio, y aquí en la CAC vemos que los abonos que preparamos sí sirven y mejoran la tierra, y no la enferman como los químicos, eso estamos demostrando. También andamos enseñando que no es lo mismo comprar alimentos que producirlos uno, la mejor comida, la más buena, es la que llega del huerto a la mesa.

Beneficios. En la CAC ya vemos los beneficios, en el municipio estamos vendiendo a buen precio lo que sembramos, los plátanos los vamos rancheando. Cuando tenemos vendemos planta del vivero, está abierto al público y regalamos planta y arbolitos a las escuelas.

En el vivero sembramos de todo: hierbas medicinales y de cocina, hortalizas, flores, verduras. Además, en la parcela a veces empleamos a gente de aquí, conocidos; así se benefician también ellos, los que no tienen Programa.

¿Y las mujeres? Las mujeres ya van progresando un poco, pero hay mucho machismo y sufren maltrato, aunque algunas maltratan a ellos. En familias más viejas pesa la costumbre de que la mujer vale poco y está solo en su casa. Antes en los pueblos nosotras no teníamos ni voz ni voto, y orita ya hay cambios en los cabildos, porque estamos 50% hombres y 50% mujeres. Las parejas más jóvenes comparten más, se libera la mujer que busca empleo. Y es que ella debe tener libertad para buscar su propio beneficio de ella.

Aquí en la CAC, hubo un señor que venía con la señora a vigilarla a ver qué hacía aquí, y ella siempre sumisa. Entonces hablamos con él, que aquí se respeta a las mujeres, le dijimos que la deje ser. Y si cambió. En la CAC nos enseñamos a que todos se cooperan cada quien lava su plato y la regla es: si saca su banco, luego mete su banco.

Yo tengo un grupo de bordadoras, a veces nos juntamos a bordar y compramos el material, y salen blusas, faldas, chales, huipiles que vamos vendiendo en los tianguis, y es un dinero extra para nosotras. Yo digo que es bueno que las mujeres borden, trabajen, aunque tengan un esposo que las respalda, no hay que depender del señor, los esposos son prestados, y como mujer hay que salir adelante, buscar ser autosuficiente para tener lo necesario, para que no falte alimento.

Se celebró este año el Dia internacional de la Mujer en Milpa Alta de la CDMX, allá fuimos cinco mujeres del municipio y llevamos nuestras artesanías de bordado para enseñar. Salimos el 1º de marzo y regresamos al día siguiente. Fue mi primera salida, algo carrereada pero bonita.

¿Y los jóvenes? Los jóvenes luego no quieren trabajar, muchos andan vagabundeando, se descarrilan en los vicios. Y yo digo que vengan a trabajar aquí, en vez de parrandear… aquí en el campo hay trabajo.

Sueños. Mi grupo está contento, les gusta el Programa. Quisiéramos que el día de mañana entrara más gente con predios pequeños para que se produzca en todas las parcelas y se coma mejor. Para mí el halago más grande es empezar a producir la tierra, con más manos se beneficiaría más gente. También queremos talleres para aprender a transformar los productos que tenemos, y saber dónde vamos a vender lo que estamos sacando, que no se aprovechen nomas los coyotes de nuestro esfuerzo, queremos cursos para enseñarnos a vender bien.

Yo quiero agradecer al señor presidente AMLO que haya traído el PSV a esta zona tan olvidada… es un gran apoyo porque conlleva mejoras que no van a dejarnos regresar al tiempo de antes. •

Mujeres. Lorena Paz Paredes