Falsa alarma sobre restricciones de México al maíz transgénico
Desde que el presidente de México Andrés Manuel López Obrador emitió su primer decreto restringiendo la importación y uso de maíz genéticamente modificado y de glifosato, varios grupos de productores industriales y de agronegocios de los EEUU han hecho sonar voces de alarma sobre los daños económicos que tales medidas ocasionarían. Esas alarmas continuaron sonando aún después de que una serie de negociaciones efectivas condujeron a la emisión de un nuevo decreto el 13 de febrero de 2023, en él se redujeron las restricciones al maíz transgénico, y se pospuso cualquier restricción a la importación de maíz transgénico para uso forrajero y restringiendo solamente el uso de maíz transgénico en la cadena alimenticia de la masa y la tortilla.
Aún así, la Representante de Intercambio Comercial de los EEUU Katherine Tai, anunció el llamado a la celebración de Consultas bajo el marco del Tratado de Libre Comercio entre Canadá, México y los Estados Unidos (USMCA en el idioma inglés), sosteniendo que “las políticas de México amenazaban con quebrantar el flujo de millardos de dólares en el intercambio comercial”.
No hay evidencia creíble que apoye ese reclamo, lo cual se basa en estudios financiados por la misma industria y que resultan ya obsoletos. La fuente principal de desinformación fue el estudio publicado en septiembre de 2022 sobre modelaje económico, realizado por la firma de consultores World Perspectives, Inc. (WPI), que predijo impactos catastróficos sobre los productores de Canadá y EEUU y sobre la seguridad alimentaria de México. Este estudio proyectó severos incrementos en los precios, caos en el mercado, y millardos de dólares de perdidos por maíz transgénico no producido. El producto económico de México caería en $19.39 millardos de dólares, con una pérdida de 56,958 empleos, y reduciendo el ingreso por empleo en $2.99 millardos de dólares.
El estudio económico fue presentado como producto del interés de “una coalición de individuos y organizaciones asociados a empresas líderes de alimentos y de agricultura,” pero que el proyecto fue solicitado por Croplife, que es la asociación comercial de la industria de la biotecnología, y por otros agronegocios de EEUU y de México. Todos ellos tienen fuertes intereses económicos que se oponen a las restricciones de México sobre el maíz transgénico.
Los exagerados reclamos sobre daños económicos surgen de un conjunto de supuestos “a modo”, todos erróneos y ahora hechos obsoletos por el segundo decreto presidencial. Los modeladores dieron por hecho el abrupto cierre de todas las importaciones de maíz transgénico en el 2024, sin advertencias o ajustes económicos. El decreto del 2020 dio tres años de plazo del cambio; es decir, que para nada llegó sin aviso. De todos modos, el decreto ajustado del 2023 es explícito en que es aplicable solamente al maíz transgénico que se usará en tortillas y en masa, el cual es aportado mayoritariamente por productores mexicanos de maíz blanco y de variedades nativas de maíz. Sólo 4 % del maíz exportado por EEUU es blanco y en su mayoría no se usa en la elaboración de tortillas.
De hecho, el documento de WPI incluye en sus supuestos un escenario más válido, en el que no se incluye al maíz transgénico forrajero en las restricciones. En tales condiciones, “el mercado se ajusta relativamente rápido y no se predicen grandes cambios en las tendencias del sector productivo ni en el manejo de la industria.”
Uno de los grandes supuestos errados, es que los productores de EEUU no cultivarían maíz no transgénico en respuesta a su demanda de México. Este supuesto es absurdo. Antes de que el maíz transgénico acaparara el mercado en la mitad de la década de los 1990, los EEUU era el líder mundial en la producción y exportación de maíz no transgénico. Los agricultores de EEUU todavía cultivan maíz no transgénico. De hecho, en 2020 cultivaron 7.5 millones de acres (3.04 millones de hectáreas) de ese maíz. Aún algunos productores de maíz GM piensan que el gobierno de EEUU exagera su presión a México para que acepte el maíz transgénico. Hay reportes de que los agricultores con gusto producirían maíz no GM para México, si se les diera tiempo para prepararse. Ese tiempo es en sí considerado en la postura de México y el mercado se ajustará a cualquier demanda de México sobre maíz no GM.
Los agricultores de EEUU podrían hacer ese cambio eficientemente. El estudio de WPI presupone que la semilla transgénica tiene ventaja de 7 a 10 % en el rendimiento sobre el maíz no GM, a pesar de que en experimentos de campo se ha reportado que no existe tal diferencia. Otros estudios han exagerado el daño económico al suponer diferenciales de rendimiento de 35 %, otro supuesto absurdo al extrapolar a partir de estudios desacreditados bajo agricultura orgánica.
Estos estudios también ignoran los esfuerzos coordinados de México de incrementar su producción doméstica para reducir su dependencia del exterior. El estudio de WPI presupone la ausencia de incremento en la producción de México y el mantenimiento de su importación del grano de EEUU. De hecho, aseguran que la promoción de prácticas agroecológicas de México reducirá los rendimientos de maíz en 31 %, a pesar de evidencias de que esas prácticas están incrementando los rendimientos de muchos productores.
Tomado en conjunto, los supuestos errados “a modo” de los estudios financiados por la industria respecto a las restricciones a la importación de maíz transgénico generan estimaciones exageradas de los altos costos y producción perdida en los EEUU, así como severa inseguridad alimentaria de México. Todos los daños proyectados desaparecen al ser juzgado a la luz y al aire libre de las realidades económicas y políticas.
Como se cita en un comunicado de la organización Farm Action de EEUU a su gobierno, los reportes alarmistas y amenazas al intercambio comercial tan sólo dificultan al mercado a hacer sus ajustes a la creciente demanda de México de maíz-no transgénico. La mayoría de los costos económicos pueden ser fácilmente evitados si el mercado recibe señales claras de lo que ha de ser ajustado. Eso también daría a los consumidores estadunidenses algo que han querido lograr por años según las encuestas: una más amplia selección de alimentos libre de transgénicos. •