En esta época, existen voces autorizadas del campo mexicano, al afirmar que el sistema agroalimentario globalizado y convencional no está proporcionando una buena nutrición para la población rural/urbana, y está provocando la degradación socioambiental y la pérdida de agrobiodiversidad, por lo que se necesita una transformación/reconstrucción profunda para enfrentar los desafíos de la desnutrición, acceso a alimentos, pobreza alimentaria, que se han venido desbordando por el cambio climático. Existe una necesidad urgente de transitar a sistemas agroalimentarios más sostenibles para garantizar la producción de alimentos abundantes, saludables y accesibles para una creciente población humana urbanizada. Y en este caso, la agroecología como ciencia, movimiento social y un conjunto de prácticas aplicadas a los procesos ecológicos, económicos y sociales, puede contribuir a fortalecer las diferentes agriculturas (campesinas, indígenas y familiares), y con ello, garantizar la conservación del medio ambiente, mejorar la nutrición de las personas mediante la producción de alimentos diversificados, fortaleciendo la viabilidad económica rural a partir de circuitos cortos de comercialización y una producción de alimentos justa y segura, basados en principios de la economía social y solidaria.
A pesar de haberse vuelto mucho más visible en las últimas tres décadas, la agroecología tiene una larga historia en México. Sus significados, definiciones, interpretaciones y enfoques han venido evolucionado en el tiempo. En sus orígenes centró su atención en las técnicas agrícolas, la parcela, la unidad de producción familiar, para luego ir enfocando su visión en el territorio como producto de la interacción de la cultura y los agroecosistemas. Recientemente, los movimientos sociales territoriales proponen a la agroecología como alternativa al modelo agroindustrial, y así, transformar el sistema agroalimentario actual, a partir de alternativas locales.
Los principios de la economía solidaria han influido en los cambios en los patrones de consumo de alimentos, y esto ha tenido un impacto importante en mercados locales o específicos. La creciente demanda de alimentos diversificados, nutritivos y más seguros por parte de los consumidores respaldan una producción más sana, cercana y soberana, todo esto es el reflejo de las cadenas cortas de valor, comercialización local de una diversidad de productos que brindan autonomía y soberanía alimentaria.
Sabemos que la transición a un sistema agroalimentario justo e inclusivo requerirá cambios en las políticas económicas que apoyen sistemas agroalimentarios locales y regionales, que hoy se muestran como opciones de producción, consumo, distribución, incorporando en cada etapa aspectos ecológicos, sociales, organizativos, económicos y políticos. La Economía Solidaria desde la Agroecología como alternativa comunitaria, construye redes horizontales colaborativas solidarias, que robustecen cada uno de los procesos y movimientos en nichos emancipadores territoriales del país -verdaderas salidas a la crisis civilizatoria-.
Desde la Economía Solidaria, se promueve la soberanía alimentaria al cultivar nuestros propios alimentos, en huertos familiares o milpas comunitarias, siempre tomando en cuenta principios agroecológicos. En estos espacios dinámicos también se pueden producir las farmacias vivientes, con hierbas aromáticas o medicinales para una salud alternativa. Al cultivar nuestra propia comida, tenemos una alimentación segura, además generamos excedentes para hacer trueque o intercambio de alimentos con otras familias, teniendo acceso a productos que necesitamos.
Los excedentes también son llevados a tianguis o mercados locales, donde se pueden comprar y vender con moneda comunitaria (ejemplo: Tumín, Cuajisoles, Ecosolitos, Alegrías, por citar algunas), así como contratar servicios que necesitan nuestras familias. Con la producción agroecológica de alimentos, simultáneamente se están gestando emprendimientos solidarios, transformando lo producido en otros derivados como mermeladas, pulpas, salsas, cocadas, chiles en escabeche, crema de cacahuate, conservas de frutas, entre muchos más. Los cuales responden a las necesidades de las familias y comunidades rurales/urbanas.
Los proyectos alternativos que presentamos en este número para La Jornada del Campo, están integrados por grupos, organizaciones y colectivos de diferentes regiones del país, que buscamos incidir en que se aprueben políticas públicas acorde a las necesidades de las familias y comunidades, así como en el fomento de estrategias participativas que fortalezcan la organización y la participación desde el ámbito local. Fomentamos una pluralidad de formas asociativas, fundamentadas en los principios de la solidaridad, reciprocidad, respeto, cooperación, equidad en la diversidad, justicia, democracia y autogestión. Nuestra propuesta de alternativa al desarrollo está dirigida en promover el cuidado de la Madre Tierra, la vida misma y la conservación de nuestro patrimonio biocultural intangible.
Por estas mayúsculas razones, la Economía Solidaria desde la Agroecología son temas dignos de reflexionar, practicar y apoyar ante las crisis que enfrentamos como especie. Las soluciones no están en el gobierno ni en las empresas, están en cada persona, en nuestra manera de consumir, en nuestros hábitos y en nuestra capacidad de elección de alimentos, productos y servicios realmente sostenibles que puedan marcar la diferencia; llevando un estilo de vida más humano, más sobrio, más incluyente, más solidario y más bondadoso, sin impactos negativos en la biósfera, potenciando una producción, distribución y venta realmente justas; ejerzamos un consumo ético y crítico, cultivemos y practiquemos la Agroecología, hagamos uso de estos elementos de transformación social y ambiental en beneficio de otros mundos posibles. Seamos firmes y tengamos una visión del porvenir, los cambios necesarios no se hacen de la noche a la mañana, requieren de tiempo y, sobre todo, de cohesión social; las asimetrías generadas por el neoliberalismo y la apuntalada estructura del modelo productivista/consumista que tanto daño está causando, tiene fisuras, y somos nosotras/os, quienes podemos hacer de esas fisuras grietas y al agrietar toda esa estructura podemos derribarla. Por el bien común y por el futuro, hagamos de la Economía Solidaria por medio de la Agroecología una realidad en nuestros territorios y comunidades, es el momento, el único.•