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La niña tranquila
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▲ Fotograma del primer largometraje de ficción del realizador irlandés Colm Bairéad.Foto
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n las pasadas semanas la programación de la Cineteca Nacional ha sido particularmente intensa. Producciones recientes de cine italiano, portugués y próximamente polaco, habrán ofrecido un total de casi 50 largometrajes de estreno. A esto se añade un festival de cine europeo, organizado por la Delegación de la Unión Europea en México, que actualmente ofrece 19 largometrajes, selección muy variada de películas provenientes de más de 15 países en Europa.

La cinta elegida para inaugurar esta nueva edición del festival ha sido La niña tranquila ( The Quiet Girl, 2022), primer largometraje de ficción del realizador irlandés Colm Bairéad, un trabajo muy atractivo que fue nominado este año para el Óscar a la mejor película extranjera. Hablada en su casi totalidad en irlandés, la realización está basada en el relato breve Foster, de la novelista Claire Keeganel. Se trata de una intensa historia de cambios emocionales a partir de la experiencia de la pequeña Cáit (Catherine Clinch), de nueve años, quien en pocas semanas opera el tránsito de una ingrata situación familiar, despojada de afectos, a una plenitud afectiva al lado de dos personas en las que descubre un insólito remanso de calidez y generosidad moral. La acción se sitúa en 1981 en una región rural al norte de Irlanda hasta donde llegan los efectos de una hambruna generadora de huelgas y de un creciente descontento, pero que en la cinta tiene una mención muy breve. No es necesario un énfasis mayor. El retrato detallado de la situación de precariedad que vive la familia de la niña Cáit, granjeros sin grandes posibilidades de ascenso, es al respecto elocuente y alude a un clima de polarización social. Da (Michael Patric), el padre de la niña, es un hombre despreocupado, alcohólico, adicto al juego, cuya mayor virtud ha sido engendrar cuatro hijas a las que apenas puede mantener, situación que le obliga a enviar a la retraída y muy silenciosa Cáit a pasar una temporada vacacional a la casa de una prima de su esposa. Una boca menos, un desahogo temporal.

El director explora, a partir del punto de vista de la niña, los evidentes contrastes económicos entre las dos familias. Al lado de sus padres, Cáit ha vivido eclipsada o ignorada, y en la escuela su personalidad introvertida, y para algunos extravagante, se ha acentuado todavía más. La niña se asemeja a un paria social prematuro, un personaje próximo al de las antiheroínas infantiles en el cine de la francesa Céline Sciamma ( Pequeña mamá, 2021). Al llegar al hogar de Eibhlín (Carrie Crowley), la prima materna, y de Seán (Andrew Bennett), su esposo, una pareja madura y sin hijos, personas muy educadas y sensibles, dueñas de una situación social holgada en ese medio rural pauperizado, la niña Cáit descubrirá una nueva realidad tan extraordinaria a sus ojos como potencialmente liberadora. Es notable ver como se conjuntan la destreza artística en la fotografía de Kate McCullough y el notable diseño de arte de Emma Lowney para recrear una realidad alternativa para la imaginación infantil en la que una utopía sentimental está asociada a un oscuro ambiente de secretos o verdades a medias alimentadas por sus familiares adoptivos, y que para la niña son fuente de confusión y de un vago regocijo. La niña tranquila es una cinta de factura impecable, misteriosa y dura en sus revelaciones, entre las que destaca una idea desencantada del director: Hay una verdad triste en esta película: no siempre encuentras la felicidad con tu familia biológica.

Se exhibe hoy en la sala 9 de la Cineteca Nacional a las 16:45 horas.