¿De quién es la tradición? Notas desde el acompañamiento a las demandas de los voladores
Es evidente que el mecanismo hegemónico de recursos económicos, el modelo neoliberal de mercado, para perpetuarse, se ha apoderado de espacios tangibles e intangibles de las culturas y sus territorios. Este modelo coloniza y administra ámbitos como la educación, la salud, el trabajo o las tradiciones. La lógica es convertir las necesidades y riquezas bio-humanas en mercancía vendible.
Lo anterior requiere una mirada histórica, tal como lo hizo Karl Polanyi (Viena, 1886 - Ontario 1964) en su obra La Gran Transformación; rescatemos dos puntos de su argumentación. Primero, cualquier proceso económico debe ser analizado dentro del contexto sociocultural, ya que la economía está incrustada -embedded- en las instituciones. Dos, lo que Polanyi clasificó como mercaderías ficticias (la tierra, el trabajo y el dinero), es decir, actividades humanas que no fueron creadas para ser vendidas como mercancías y, al someterlas al mercado, pueden desembocar en consecuencias no deseables.
Desde esta perspectiva, las demandas por derechos culturales adquieren relevancia en términos de lucha contra el saqueo de saberes. Es central entender que las empresas (trans)nacionales fabrican mercaderías ficticias con finalidad de lucro. Al dar este paso, no participan de la divulgación cultural de las tradiciones, sino de la expropiación de sabidurías otras bajo la lógica del plusvalor.
Ante esto, las y los voladores, iniciaron acciones legales para salvaguardar sus tradiciones culturales, que datan de hace unos 2500 años. Denunciaron la violación de los derechos de los pueblos indígenas por la usurpación de su propiedad intelectual colectiva. Esta controversia motivó a las comunidades, junto con personas que acompañábamos -cada una en un tiempo/rol- desde grupos externos (Chimalli), a presentar demandas contra las empresas Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma (Heineken) y Moneyman
Las demandas
Es interesante resaltar el rol que la oralidad y los espacios vividos tuvieron en la etapa final de las demandas; quince audiencias durante año y medio. Este tipo de procesos no se limitan a la necesaria esfera técnica o jurídica. Los espacios conjuntos como traslados comunidad-ciudad, tiempos de alimentación, sala de reunión “comunal” en la institución, o encuentros en las comunidades, se transforman en espacios políticos y asamblearios donde se debaten las demandas y se co-crean ad hoc contenidos de propuesta.
Obviamente, las decisiones importantes tenían su núcleo duro en la praxis normativa interna, las asambleas celebradas en el territorio tutunaku. Allí, los y las representantes del Consejo para la Protección y Preservación de la Ceremonia Ritual de Voladores (integrado por 15 representantes de cinco asociaciones civiles, tres organizaciones y dos asociaciones libres) debatían, discutían y asentaban las bases de la estrategia para con las demandas. Con sus fricciones, el trabajo conjunto permitió las victorias obtenidas.
El perdón y la disculpa
En referencia al caso de Moneyman, la disculpa pública fue ofrecida más de un año después de ser demandados por discriminación y violación de los derechos culturales. El evento se llevó a cabo en el marco del 7° Encuentro Nacional de Voladores en septiembre de 2022 en Papantla, en territorio tutunaku, delante de más de 500 practicantes de la ceremonia ritual.
La disculpa se había negociado de forma contundente en las audiencias frente a la empresa y, siempre, fue el núcleo duro de las demandas. Durante tres días de evento, practicantes de la ceremonia ritual estuvieron presentes, etnias teenek, nahuas, mazahuas, ñähñu, de los estados mexicanos de Veracruz, Puebla, San Luis Potosí y Michoacán, así como quichés mayas de Guatemala.
Las formas esencialistas de las empresas a la hora de entender la cultura, los llevaba a no comprender que, reparar el daño por la violación de derechos culturales, los cuales están protegidos por marcos jurídicos nacionales e internacionales, no era solo en términos reparatorios de mercancías ficticias. El impacto de la agresión al interior de las comunidades recaía sobre los dioses y la tierra, es decir, tenía implicaciones ontológicas y antropológicas por ser éste un ritual asociado a la fertilidad. El racismo empresarial -miope ante el pluralismo cultural- sesgado por prejuicios sobre los pueblos indígenas, mientras más dilataba su comprensión cultural, más ahondaban en las asimetrías que provoca la desemancipación jurídica. Esto puso en peligro la estabilidad de la ceremonia ritual y la seguridad de las personas que lo practican. Por ello, ciertos portadores realizaron rituales y vuelos del perdón tiempo antes de la disculpa pública de la empresa.
Notas de cierre
Efectivamente, definir, homogeneizar o promocionar la cultura no precisamente eran los conceptos que les atribuyeron los pueblos para con sus tradiciones. De hecho, a lo largo del tiempo, la mayoría de las prácticas culturales fueron forzadas a encajar en conceptos occidentales como Cultura, Cultura Popular o Folklore. En los años noventa, la UNESCO acuñó el término “Patrimonio Cultural Inmaterial” y definió -en la Convención (2003)- qué es o no es PCI. Esto llevó a la incorporación de ciertas prácticas y tradiciones a listas representativas internacionales bajo políticas culturales de salvaguarda.
Según las y los portadores, varios problemas surgen de este modelo: se les restringe la participación “libre e informada” por mecanismos de consulta deficitarios, se le deja al margen de las decisiones, o relega a meros informantes. Obvio que, frente a esta realidad, no hay proceso que se haya enfrentado a la patrimonialización (siempre un asunto de reinterpretación) que sea a-conflictivo y no cree divisiones y fricciones entre sus portadores.
En último término, como hemos visto, la cultura –al igual que la economía de Polanyi– no es algo aislado, rastreable fuera de la dimensión de la vida social: está tejida en ella. El juicio sesgado por una mirada externa a las formas culturales otras tienden siempre a ofrecer una fuerte dimensión etnocéntrica. Desde los pueblos portadores del ritual, los grupos de acompañamiento, las mediadoras y los marcos jurídico-legales que los defienden, la violación a los derechos humanos fue evidente. A las empresas que operan con mercaderías ficticias, incluso después de ofrecer disculpas y resarcir el daño, quizás, no les quedó tan claro.
Así pues, ahora es el momento de que las y los lectores respondan a la pregunta del título de esta breve reflexión: ¿De quién es la tradición? •