Violencias como el racismo y el clasismo han sido claves para el abuso y generación de eso que llamamos apropiación cultural, un término que se ha popularizado para referirse al despojo de los verdaderos sentidos de una práctica cultural, descontextualizándola o peor aún, utilizandola sin consulta o anuencia de los portadores de la cultura, aquellos que han creado y atesorado sus conocimientos a lo largo de su historia.
Según el investigador Antonio Machuca, este tipo de actos comenzaron a exponenciarse en los años setenta, del siglo pasado, y propone también nombrarlo como extractivismo epistémico, sin perder la noción despojo a una cultura o grupo dominante frente a otro, esto es más evidente en los países que han sido colonizados o minorías oprimidas, los pueblos indígenas o afrodescendientes, como en América Latina. Si lo llevamos a un nivel de análisis etnohistórico, podríamos ver como este tipo de casos siguen reflejando estas ideas colonialistas de hace 500 años, pero en una versión del siglo XXI; y en una lógica de mercado, frente a un mundo global, pareciera que nada es de nadie y todo está a la venta.
A nivel mundial, deberíamos hacer un mapa con casos de apropiación cultural para visibilizar y compartir cómo se han abordado o solucionado los casos, invitando a evitar seguir produciendo estas prácticas, pues se ha vuelto un tema de todos los días. En el estudio de este tipo de hechos, donde a simple vista y a veces, no se distingue si estamos frente a un caso o no, por el tipo de discursos con los cuales se disfrazan de genuinas intensiones, o de “creatividad” e “inspiración en”, por ejemplo: algunas marcas o diseñadores toman elementos de una cultura para lucrar y sin ningún tipo de anuencia o retribución al pueblo o comunidad que lo produce y reproduce, de ahí, casos tan sonados y populares, donde marcas internacionales de ropa como: ZARA, MANGO y RALPH han utilizado diseños comunitarios como parte de sus tendencias, vendiendo de manera masiva y millonaria, donde sus clientes, por supuesto, no les regatean para adquirir una prenda, “diseños inspirados en bordados o prendas tradicionales”.
Además, existen casos, que han sido detonados en la industria de la moda y los certámenes de belleza, donde los diseñadores buscan vestir a las candidatas a “miss universo” para portar trajes distorsionados, pero “inspirados” en las culturas del lugar qué representan. Es indignante como algunos sectores de la sociedad refrendan ideas violentas y de odio hacia los portadores de la cultura por levantar la voz y no querer ser expuestos de esas formas, ni en esos contextos. En un vistazo por los comentarios redes sociales, encuentras frases como: “esto es una forma de representar y poner en alto a nuestro país” o “es una forma de divulgar nuestra cultura nacional” ¿de verdad?, en un contexto que revela otro tipo de violencias, donde unos cuantos deciden qué es lo bello, generando estándares de estética mundial y desdibujando las formas y pluralidades humanas.
Algo que también podemos tomar en cuenta, es que a veces, solo se piensa que la apropiación cultural solo viene de un agente externo, y esto no es así, un ejercicio de apropiación cultural también puede venir de algún miembro de la propia comunidad o cultura en cuestión; es decir, alguien que por el hecho de formar parte del grupo se siente con la libertad de lucrar o registrar algo que le pertenece al colectivo del cual forma parte, buscando beneficiarse de manera exclusiva o en una simulación de beneficio hacía su comunidad solo por tener mayor poder adquisitivo. Estos casos son muy comunes y tienden a invisibilizarse, pero es momento de comenzar a nombrarlos para generar estrategias de consulta, de negociación y de beneficio mutuo.
Otra violencia palpable, en estos casos de apropiación, es la violencia institucional. En los casos que nos ha tocado asesorar, son pocos los funcionarios e instituciones sensibles y empáticos ante las causas, y en muchas ocasiones se dicen: “no competentes”, en aras de no reconocer que ignoran las formas de abordar estos temas; y se excusan diciendo que aún “los marcos legales son limitados” o “en nuestro país no existe el reconocimiento a los derechos colectivos”; la pregunta sería: ¿hasta que haya los marcos jurídicos “suficientes”, además solo considerados desde el derecho individual, vamos a tener condiciones de acción y respuesta a casos de este tipo?
Es inadmisible, pensar de esa manera, por eso casos de éxito como los de voladores pueden marcar un referente de experiencia para otros pueblos que enfrentan o pudiesen abatir casos similares; o evitar que a otros pueblos no les pase lo que voladores, donde las instituciones encargadas de velar por el patrimonio, asesorando de manera errónea, invitándolos a entrar a otras lógicas, para registrarse como marca, bajo el argumento de generar una defensa en el mismo código jurídico y de mercado ¿de verdad? ¿esas son las respuestas de las instancias expertas? Una invitación abierta a las autoridades a capacitarse antes de emitir una recomendación, pues su intervención tiene ecos en las comunidades y debe verse con responsabilidad ética e institucional, un funcionario no habla por sí mismo, sino por la institución.
También reflexiono en la posibilidad de dimensionar los costos para sostener un proceso de defensa, en medio de una injusticia, los afectados también deben contemplar los tiempos extraordinarios y recursos para asistir a las reuniones, los traslados – a veces considerando largas distancias-, las comidas, dejar a sus familias y exponerse a los peligros del salir, a la inseguridad e integridad física y emocional que un movimiento como estos demanda, un viaje o una salida ¡no por gusto!, sino por defenderse de los abusos, donde las condiciones de los pueblos vs las empresas, no son las mismas para vivir el mismo proceso de negociación.
Aquí también hago un llamado a la importancia de la prensa en el acompañamiento de los procesos para informar, y acentuar la responsabilidad que juegan, desde la perspectiva local, nacional o internacional para transmitir la información, un mal comunicado puede generar más conflicto o redireccionar los procesos generando daños entre las partes que participan de un proceso de apropiación cultural
A modo de conclusión, un hecho de apropiación cultural, detona procesos que envuelve una serie de violencias que pueden evitarse si existe responsabilidad antes de tomar decisiones unilaterales o para el beneficio de unos cuantos y no el de la comunidad, el mercado tambien es un campo de negociación pero con ellos, con las comunidades como agentes sociales activos del proceso, no invisibilizados o sin ellos. •