El cambio climático se ha posicionado como una de las expresiones más alarmantes de la crisis ambiental de nuestros tiempos. Los procesos antropogénicos de alto impacto ambiental son señalados como la causa del problema. Actualmente, el mundo industrial orientado por la acumulación del capital, los sistemas crediticos y los sistemas de comercio, han desarrollado procesos y tecnologías explotativas con profundas implicaciones que trastocan nuestra relación con lo ambiental. Nos encontramos frente a una modificación drástica de nuestro entorno: anteriormente la atmósfera había logrado un balance entre los elementos básicos requeridos para la vida, mientras que, su estado actual se compone de una presencia excesiva de dióxido de carbono, así como de otros gases de efecto invernadero y contaminantes ambientales que han alterado dicho balance, poniendo en riesgo la estabilidad del clima.
Los impactos del cambio climático alteran las condiciones climáticas históricas en las cuales se ha desarrollado la agricultura. Pasamos a un nuevo estado de ajuste en donde resulta insuficiente adaptarse a los procesos naturales del sistema climático. Ahora la adaptación demanda responder al constante incremento de temperaturas, a los patrones cambiantes de precipitación y al aumento en la frecuencia e intensidad de eventos extremos. Frente a esto, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, en su sexto y más reciente informe de evaluación, sostiene que el cambio climático ha comenzado a incidir negativamente en la seguridad alimentaria, particularmente en regiones de África, Asia y Sudamérica.
Aunado a esto, las situaciones de desastre también requieren considerar las amenazas de pequeño y mediano impacto, pues la suma de éstas, tanto en términos cuantitativos como cualitativos, guardan el potencial de ser superiores a las amenazas de gran envergadura. En este sentido, el cambio climático, al propiciar determinadas temperaturas y condiciones de humedad, trae consigo el riesgo de nuevos esquemas de plagas y enfermedades que atentan contra la inocuidad de los alimentos y la salud humana. Por otro lado, el riesgo también es importante en términos de los impactos para la pesca y la acuicultura, al verse alteradas las condiciones regulares (particularmente por el calentamiento de las aguas) en los océanos, mares, lagos y ríos, así como en los animales y plantas que viven o son cultivados en los mismos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para Alimentación y la Agricultura, la seguridad alimentaria se trata de una situación en donde todas las personas cuenten con los medios físicos, económicos y sociales para acceder a una alimentación nutritiva, suficiente y segura, permitiendo una dieta que cubra las necesidades y preferencias para una vida activa y saludable. Concretamente, la ocurrencia de episodios climáticos extremos que derivan en situaciones de desastre altera las condiciones de producción y del almacenamiento de alimentos en cadenas productivas. Esto repercute en el aumento de los precios y en la disminución de la demanda de empleo. Las familias rurales tienden a ser los más vulnerables en este escenario, pues dependen directamente de la producción agrícola, afrontan con mayor peso los efectos socioeconómicos de los cambios en los niveles de producción y productividad que trae consigo el cambio climático. En diversos casos, la alternativa es migrar a las ciudades y optar por consumir alimentos de bajo nivel nutrimental y poco variada.
Dicho lo anterior, el cambio climático se presenta como un reto para los sistemas agrícolas en términos de la implementación de medidas de adaptación que permitan un ajuste progresivo de las prácticas locales. La adaptación al cambio climático requiere optar por estrategias críticas para la reducción de la vulnerabilidad del sector agrícola. Es importante reconocer que la adaptación es un reto y una responsabilidad que comparten los actores involucrados en todo el sistema de producción agrícola, desde el propio agricultor hasta las instituciones gubernamentales. En términos generales, se recomienda identificar cultivos con mayor tolerancia a eventos extremos, sin dejar de lado la conservación y uso de variedades más antiguas; aumentar los procesos de gestión y uso sustentable del agua en el sector agrícola, contemplando el nexo entre alimentos, energía y agua en la toma de decisiones; implementar tecnologías y prácticas alternativas orientadas a incrementar la productividad y reducir la vulnerabilidad, particularmente a nivel parcela; y, finalmente, procurar la recuperación de tierras degradas a través de una agricultura que orientada a la conservación de los ecosistemas. •