El municipio de San Cristóbal de la Barranca (SCB) colinda con el de Zapopan, Jalisco, y su cabecera municipal se sitúa a solo 54 kilómetros de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG). Si bien es famoso por sus bellísimas barrancas, que ocupan el 57% del municipio, dispone de gran variedad de paisajes. Su clima cálido subhúmedo favorece la abundante vegetación y es entorno privilegiado de ricas costumbres y tradiciones. A este conjunto de elementos es a lo que nos referimos como patrimonios bioculturales. Sin embargo, las oportunidades de empleo son precarias y su población tiene altas tasas de migración a la ZMG, Estados Unidos y Canadá.
Entre sus actividades económicas, hay algunos parques naturales y balnearios privados que atraen regularmente visitantes. La riqueza biocultural, la cercanía a la ZMG y estas visitas han llevado a que, al igual que en otras zonas de México, se comience a visualizar el turismo como una fuente de empleo complementaria a las actividades tradicionales como son la agricultura y ganadería.
Pero ¿cómo podemos convertir estas oportunidades en un proyecto colectivo que permita a las y los habitantes generar nuevos ingresos? ¿qué papel debe tener el municipio en este proceso?, y ¿qué tipo de turismo, que no sature sus servicios ni contribuya al deterioro medioambiental, podría ser adecuado para sus habitantes?
Un modelo de turismo comunitario que revalorice los patrimonios locales en favor de la cohesión social debe partir de un esfuerzo colectivo que permita a cada actor involucrarse de acuerdo con sus intereses, capacidades y recursos. Esta es la propuesta que busca trabajarse en SCB, y que pensamos que puede trasladarse a otros pequeños pueblos de México, sin necesidad de tener que aspirar al programa Pueblos Mágicos, accesible solo para algunas localidades y con notables problemas de fondo.
En SCB comenzamos realizando un diagnóstico, poniendo el foco tanto en las problemáticas locales como en sus posibles activos patrimoniales. Solo se cuenta con un restaurante, además de un par de fondas y algún lugar de tacos, lo que dificulta degustar sus originales platillos, que se reservan para el entorno familiar. El alojamiento se limita a un pequeño hotel, no dirigido al turismo, aunque también existen opciones de camping en algunos parques y balnearios.
El mango barranqueño o criollo, elemento identitario, caracterizado por su tamaño mediano y su sabor dulce, produce un ate delicioso, que casi no se comercializa. En sus extraordinarias huertas de mango existe asociación con la ciruela amarilla, el limón, la pitaya, guamúchil y el nopal verdura, que son regadas con agua de manantial, pero son privadas y sin acceso para aquellos que llegan de fuera.
A pesar de la producción de piezas artesanales, hechas con obsidiana arcoíris, a los que se han unido los diseños textiles y de bisutería de las mujeres wixaritari, que trabajan como jornaleras en el municipio, no hay espacios de venta al público. Los ríos son aptos para nadar, y cuentan con aguas termales o géiseres, pero no existen mapas o rutas que los hagan accesibles, más allá de los balnearios privados. Además, hay un notable calendario de fiestas, donde la población participa muy activamente, cuya difusión es casi exclusivamente para la comunidad.
Así, si te acercas a visitar SCB, tendrás limitadas opciones de gastar tu dinero, ya que esta belleza no es acompañada de experiencias, productos y servicios para ofrecer al visitante.
Para activar estos patrimonios, es necesario una estrategia colectiva, a partir de la gestión comunitaria, que permita abrir espacios a quienes quieran conocer y disfrutar SCB. Es en este punto, donde consideramos muy importante el papel del municipio para fomentar actividades que no solo atraigan más visitantes, sino que permitan a la población disponer de capacidades para diseñar productos y servicios para ofertar. Así, además de posicionar el municipio como destino turístico, también debe ser líder y promotor de proyectos sustentables que generen fuentes de empleo para las y los sancristobalenses, apoyando de esta forma a la iniciativa privada. La cohesión social y las posibilidades económicas que abra el turismo deben contribuir a la preservación de sus riquezas comunes, incentivando el mantenimiento de la biodiversidad de SCB, que actualmente se encuentra en riesgo por la llegada del agave, que ofrece dinero a cambio de tierras para su siembra.
SCB y otros pueblos mexicanos ofrecen un entorno natural, delicias tradicionales y una vida más tranquila en interacción con su gente, personas hospitalarias y solidarias, que te invitan a compartir su tierra y sus costumbres, a través del diálogo y la experiencia. El turismo puede ser una alternativa que permita vivir bien, sin abandonar la tierra, pero también debe ser regulado a través de la comunidad de acogida, para no convertirse en una propuesta extractivista y destructora. •