Recursos forestales y su manejo como legado biocultural de México: el caso de la Tierra Caliente de Michoacán
México se encuentra cubierto por diversos tipos de vegetación, siendo los matorrales xerófilos (41%), bosques templados (25%) y bosques tropicales también conocidos como selvas (22%), los que ocupan la mayor extensión. Estos datos que presenta el Programa Nacional Forestal 2020-2024, y que de alguna forma nos muestran el estado de conservación de la biodiversidad, son producto de las historias y decisiones que toman a diario los pueblos que habitan en estos sitios.
En estas áreas forestales se estima que actualmente habitan 10.4 millones de personas, que interactúan con la biodiversidad de múltiples formas. Por ejemplo, se tiene registro del uso de cerca de 8,000 especies de plantas para satisfacer diversas necesidades, de las casi 30,000 reconocidas para México, y se estima que alrededor de 4,000 reciben cuidados para mantener su disponibilidad futura. Estos cuidados forman parte de las estrategias de manejo campesino, que van desde la decisión de dejar en pie un árbol que se establece al interior de una parcela de cultivo, trasplantarlos, proveer mejores condiciones para su desarrollo y cultivo; hasta acuerdos y normas, como el mantener arboladas las zonas de uso común. A través de estas decisiones, tomadas día a día por cada campesino y en lo colectivo, es que se mantienen estas especies y los sistemas donde se encuentran. La biodiversidad, agrobiodiversidad y los sistemas que los albergan, junto con los sistemas de conocimientos tradicionales de las personas en cuyos territorios tienen a lugar estas interacciones humano-naturaleza, es parte de lo que conocemos como legado biocultural, y México es reconocido como uno de los seis países de mayor riqueza en el mundo.
A pesar de la importancia de este legado, hay regiones del país donde se sabe muy poco, como en la Tierra Caliente de Michoacán, un área dominada por bosque tropical caducifolio, el cual se caracteriza por un marcado periodo sin lluvia. En los 21 municipios que conforman la Tierra Caliente de Michoacán, hay registro de 2634 especies de plantas y al menos 910 de ellas tienen algún uso. Estos datos, aunque subestimados por las pocas exploraciones biológicas y etnobiológicas realizadas en la región, son muestra de su diversidad biocultural.
En la Tierra Caliente, destaca la zona de Infiernillo, una Región Terrestre Prioritaria para México. En 2007, en parte de su territorio fue decretada la Reserva de la Biosfera Zicuirán-Infiernillo (RBZI), como un instrumento para la conservación y para darle continuidad al impulso a las acciones de conservación que promovió el Programa de Conservación de la Biodiversidad en Comunidades Indígenas de Oaxaca, Michoacán y Guerrero (COINBIO). Gracias a los inventarios comunitarios y exploraciones botánicas recientes, sabemos que del territorio nacional en donde domina el bosque tropical caducifolio, después de Chamela en Jalisco, la RBZI es la zona con mayor biodiversidad. Se han registrado 1139 especies de plantas, de las cuales 21 solamente se encuentran en Michoacán y 62 se comparten con los estados de Guerrero y Jalisco.
Tenemos el registro del uso de 440 especies, cifra que subestima la magnitud del conocimiento de los habitantes de esta región, como lo demuestran las iniciativas de conservación comunitaria que se llevan a cabo dentro de la RBZI y su zona de influencia. Algunas de las más destacables son los proyectos de restauración productiva que buscan la recuperación del suelo y cobertura vegetal, al mismo tiempo que se busca la recuperación de variedades nativas de cultivos, incentivar la producción agroecológica y el aprovechamiento de diversos productos forestales maderables y no maderables, como las pitayas, pachonas y pitires (frutos de cactáceas columnares) y nopales en el Ejido de Toluquilla, los árboles de alto valor como forraje o madera semipreciosa producidos por el Grupo Forestal Purimbo y varias localidades en viveros de traspatio que después son trasplantados como cercos vivos en parcelas y casas, y la producción apícola en las inmediaciones del Volcán Jorullo.
La organización comunitaria también ha permitido, a través de cooperativas, la comercialización de productos como la Jamaica Orgánica Chiltic, además de ser la base de programas fundamentales para la conservación, como lo son las brigadas de vigilancia comunitaria para la prevención y combate de incendios.
También son destacables las iniciativas de las comunidades para la recuperación de los conocimientos tradicionales, como en el Ejido Huacana donde la Asamblea Ejidal pidió a investigadores la elaboración de una guía de los árboles de su territorio como una retribución por los permisos que dan para la realización de prácticas escolares. Así como sus iniciativas para la conservación de especies emblemáticas, como en la localidad del El Chocolate donde para conservar la guacamaya verde (Ara militaris), que llega cada otoño a su territorio, se han constituido como la asociación civil Guacamayas Calentanas. Este grupo se encuentra configurando un proyecto de conservación donde la educación ambiental, la restauración de sus bosques y el enriquecimiento de sus sistemas de producción es fundamental, además de la alianza con las comunidades vecinas, y el reconocimiento de que, para plantear proyectos de conservación de la biodiversidad, es indispensable realizar acciones que permitan a las comunidades enfrentar la compleja situación socioeconómica y de seguridad en la que viven.
Como lo expresó Andrea Ponce, originaria del El Chocolate, en el VIII Congreso Mexicano de Ecología, realizado el pasado mes de mayo en Oaxaca, son las comunidades quienes realizan la conservación y se requiere de apoyo de muchas instancias, como la investigación para tener bases en la toma de sus decisiones de manejo. También se requiere del apoyo de instituciones con los recursos económicos, el contar con opciones de actividades productivas y mejor retribución por sus productos. En este sentido, como sociedad, además de conocer y sentirnos orgullosos de este gran legado, es necesario reconocer que la conservación de la biodiversidad del país es principalmente producto del manejo las generaciones actuales y pasadas de los pueblos indígenas, afromexicanos y mestizos que viven en estos sitios. Sus esfuerzos nos han brindado beneficios a todos, incluyendo a quienes vivimos en las ciudades, por los productos forestales y agrícolas que consumimos y servicios ecosistémicos que disfrutamos, y una forma de retribuir por todo lo que contribuyen está en escuchar sus voces y el apoyo a sus proyectos en la forma en que nos lo requieren. •