Aprovechando madera en la parcela: silvicultores campesinos
Los árboles son parte de los paisajes rurales, están insertos en la vida campesina de una manera clave al proveer de bienes necesarios para las familias. Con la madera se construyen cercas, establos, casas y techos, mientras que la leña se usa cotidianamente para cocinar, calentar el hogar y el agua; cuando se requiere un ingreso extra se venden tablas, postes, leña y carbón.
Más allá de las grandes extensiones de bosque, en los paisajes rurales los árboles crecen en una diversidad de contextos, como linderos entre parcelas, sombra en potreros, en sistemas agroforestales como los cafetales de sombra, las huertas, en pequeños bosquetes y plantaciones. Se siembran pequeñas plantaciones de especies maderables, con pinos u otras especies, con planta entregada por programas estatales o federales, o producida en viveros locales. Particularmente en regiones del sur y sureste del país, dominan los paisajes diversos conformados por fragmentos de bosques intercalados con áreas agrícolas y pecuarias. Estos bosques pueden ser relictos de lo que fueran extensos bosques; sin embargo, con frecuencia son áreas arboladas porque tienen un manejo campesino específico. En estos pequeños bosques la diversidad de especies arbóreas es resultado de la elección realizada por los dueños de las parcelas, quienes siembran, trasplantan de otros lugares, protegen la regeneración natural y cuidan a las pequeñas plantas para que lleguen a ser árboles frondosos. En cada región del país se pueden encontrar prácticas locales de manejo específicas para una diversidad de especies forestales, ubicadas como parte de sus áreas agropecuarias.
Gran parte de la madera cosechada en las áreas rurales se destina al autoconsumo o a la venta local. En ciertos casos, esta madera se comercializa en mercados urbanos, como artesanías, carbón vegetal o tabla de maderas apreciadas para muebles; este es el caso de especies tropicales tan valoradas como el cedro rojo y la parota, que en su mayoría provienen de estos paisajes agropecuarios.
Los programas gubernamentales de apoyo y las regulaciones forestales están orientados principalmente a atender a productores que tienen cientos o miles de hectáreas, mayoritariamente ejidos y comunidades agrarias. Esto a pesar de que, según datos oficiales, más de dos tercios de los terrenos forestales son pequeñas propiedades, cuyas condiciones productivas y económicas quedan generalmente marginadas de dichos programas. Así mismo, cuando se fomenta el establecimiento de sistemas agroforestales con especies maderables, no se pone suficiente atención en cómo, desde un punto de vista legal y técnico, los campesinos podrán aprovechar la madera una vez que estos árboles hayan crecido.
Para los campesinos que producen madera a pequeña escala, los costos de los trámites para su aprovechamiento legal suelen ser excesivos. Dedicar varios días y pagar viajes a la capital del estado es oneroso, además, el requerimiento de proveer coordenadas geográficas y nombres científicos de especies hace que se dependa de especialistas. En estos contextos, conseguir permisos puede ser más caro de lo que se gana al vender la madera.
México ha mostrado al mundo que el Manejo Forestal Comunitario es una forma sostenible y viable de lograr, al mismo tiempo, la conservación de los bosques y la generación de empleos, ingresos y bienestar a la población local. ¿Por qué esta búsqueda de opciones de manejo sostenible se ha restringido solamente a grandes ejidos y comunidades agrarias con producción maderable?
De manera similar a lo que en otros países se conoce como “bosques rurales”, consideramos que es necesario visibilizar el manejo forestal familiar, por la importancia que tiene para la economía campesina, y por la necesidad de impulsar opciones que eviten su marginación e ilegalidad. Un primer paso en este sentido es reconocer que estos sistemas locales de manejo existen, por lo que podrían ser tomados como punto de partida para generar estrategias más inclusivas y eficaces de conservación y manejo.
Hasta ahora no ha habido suficiente interés de las instituciones por abrir espacios de apoyo a estos pequeños productores. Al enfatizar en procedimientos burocráticos onerosos, se generan obstáculos que limitan el desarrollo y buen manejo de estos sistemas campesinos tradicionales, y les mantiene en situaciones al margen de la ley. Más allá de producción maderable comercial con grandes volúmenes en extensas regiones del país, cotidianamente se aprovechan bosquecitos y árboles aislados para el abasto familiar, se aportan recursos e ingresos locales, se mantiene una diversidad de especies y cobertura arbolada en sus paisajes. Nuestro país tiene pendiente el desarrollo de estrategias flexibles que se adapten a la heterogeneidad de contextos para abrir espacios de legalidad que faciliten el trabajo de estos silvicultores de pequeña escala. •