La producción tradicional de destilados de Agave en nuestro país se remonta por lo menos 400 años atrás. Las evidencias más contundentes indican que las tecnologías para su destilación arribaron a nuestro territorio por el occidente de México. En su proceso de difusión hacia otras regiones del país, las técnicas de destilación fueron adoptándose por distintas culturas y adaptándose a los insumos, recursos naturales y a diversas especies de Agave de cada zona. Esta diversidad de técnicas, magueyes empleados y especificidades culturales han hecho que éste sea uno de los destilados más diversos de los que se tiene conocimiento.
De las 210 especies de Agave descritas, alrededor de 55 se utilizan para la elaboración de destilados. De éstas, cerca de 40 son aprovechadas de manera silvestre, de los bosques, matorrales y desiertos, sin existir un claro registro de qué prácticas de manejo se emplean para conservarlas.
El riesgo que representa la extracción silvestre involucra dimensiones biológicas, ecológicas, sociales y de mercado. La dimensión biológica abarca características propias de cada especie, su tiempo de vida, desde plántula hasta adulto. Algunas especies tardan hasta 25 años en madurar y algunas solo cinco. Otro aspecto importante son sus formas de reproducción, además de producir semillas, algunas producen hijuelos. Otro son las necesidades ambientales, la vegetación o la altitud y humedad ideales para poder germinar, crecer y reproducirse.
La ecológica abarca aspectos como la distribución geográfica. Hay especies que tienen una distribución muy amplia y algunas sólo crecen en una región muy pequeña. Las interacciones necesarias para reproducirse, como la presencia de polinizadores especializados como los murciélagos o las calandrias. Otra interacción importante, sobre todo en zonas áridas, es la presencia de arbustos que sirven como nodrizas, crucial para que las plántulas recién germinadas tengan un microclima favorable para crecer, contrario a si estuvieran a cielo abierto, donde seguramente morirían sin tener la sombra, humedad y nutrientes que les proporcionan.
La dimensión social incluye aspectos de las sociedades que los aprovechan. En primer lugar, la cantidad de mezcaleros que aprovechan el recurso y las herramientas que emplean, son elementos muy importantes que determinan la cantidad de magueyes y la velocidad de extracción por temporada. No es lo mismo que un mezcalero extraiga diez agaves en una magueyera, a que 20 lo hagan; así como no lo es cortar con machete que hacerlo con motosierra. Otra determinante es la organización social y la toma de decisiones sobre un recurso que es colectivo. Esto define cierto orden interno sobre quién, dónde, cuándo y cuánto se extrae. Este orden puede regirse por usos y costumbres y el conocimiento tradicional sobre el manejo de las plantas. Hay muchas comunidades no organizadas y por lo general existen conflictos socio-ambientales en estos contextos. Este es uno de los factores más importantes y difíciles…..ponernos de acuerdo.
La dimensión del mercado y la presión que ejerce es determinante. Pues además del consumo local y tradicional, tenemos la presión internacional para el mercado de exportación. Con esta tendencia actual han proliferado muchos actores intermediarios que, apoyándose en el saber-hacer de los productores tradicionales, ejercen dicha presión para llevar a cabo la comercialización y muchas veces dejan como algo secundario el mantenimiento del recurso, ya sea silvestre o cultivado.
Se han documentado algunos casos en donde, debido al agotamiento regional del maguey silvestre, se abandonó la actividad mezcalera. Un ejemplo es el caso del maguey chino (Agave cupreata) en la región de Tzitzio, Michoacán. En las inmediaciones de este municipio se produjeron por mucho tiempo mezcales de calidad y renombre, todo el recurso era extraído de poblaciones silvestres sin llevar a cabo ningún manejo para mantenerlo. El maguey chino (papalote) sólo se reproduce por semilla y al hacer mezcal se impide la producción de cientos de miles de semillas. Las comunidades no estaban organizadas para regular el aprovechamiento, lo cual determinaba que no se dejara maguey alguno para asegurar la reproducción, bajo la lógica de -si no me lo llevo yo, se lo lleva el que viene detrás-. Además el mercado regional ejerció presión por la fama de este mezcal y los ritmos de extracción rebasaron los ritmos de recuperación natural. Hace 25 años las vinatas tradicionales de esta región dejaron de producir mezcales por falta de maguey silvestre.
Hay también algunos casos documentados en donde las comunidades respondieron a estas crisis y decidieron, en lo particular o en lo colectivo, mantener o recuperar sus magueyes. Distintos magueyes que sufrieron crisis regionales (p. ej. Agave potatorum, A. marmorata, A. cupreata, A. inaequidens, A. angustifolia, A. maximiliana) hace no más de 25 años se comenzaron a propagar desde semilla o usando hijuelos, de plantas que nunca, en la larga historia de elaboración de destilados, se habían germinado, trasplantado, reforestado o cultivado.
Existe una tendencia actual hacia los monocultivos donde se aplican múltiples agrotóxicos. Sobre este tipo de manejo existen vastas evidencias, tanto históricas, antropológicas, ambientales, edafológicas e hidrológicas de sus efectos negativos tanto para la salud de los territorios, su biodiversidad, suelo y agua, como para la salud humana. En el caso del más famoso destilado de agave, es muy claro poder identificar los “desiertos azules”, que desde su establecimiento en los noventas han suscitado drásticas pérdidas socio-ambientales.
Por esta razón, desde distintas perspectivas participativas y científicas (entre comunidades y académicos), siendo coherentes con las crisis socio-ambientales que vivimos en la actualidad, seguimos en la búsqueda de alternativas de manejo más amables con el ambiente y la sociedad.
Desde 2015, el proyecto impulsado por la Bióloga Catarina Illsley Granich † y el GEA A.C., buscaba compartir una experiencia ejemplar de manejo comunitario de maguey silvestre, resultado de más de 15 años sobre el manejo sustentable del territorio mediante el diálogo de saberes entre comunidades, técnicos y académicos. Acateyahualco, Guerrero, implementó un sistema de monitoreo anual en donde participan brigadas para conocer el estado de las poblaciones de maguey papalote y analizando esos datos, deciden en asamblea cuánto maguey maduro se podrá cosechar ese año, ¡ni más, ni menos! Este manejo comunitario tiene un valor inmenso, ya que conserva cuatro aspectos fundamentales que se han perdido en otros esquemas donde se han adoptado monocultivos: 1) la diversidad genética y su conservación silvestre, 2) el ecosistema en su totalidad, 3) los beneficios ambientales y 4) el tejido social y la gobernanza local.
Desde 2015 y al presente, con apoyo de la Red temática de Productos Forestales No Maderables (Red-PFNM), y dándole continuidad a esa iniciativa, se han realizado cuatro ediciones de la Reunión Nacional de Manejadores de Maguey Forestal, en principio para socializar este manejo comunitario con otras experiencias de Guerrero, Michoacán, Puebla, Jalisco, Tamaulipas, San Luis Potosí, Oaxaca, Estado de México. Como resultado se creó la Red Nacional de Manejadores de Maguey Forestal, representada por MILPA A.C. (Manejo Integral y Local de Productos Agroforestales), para atender las múltiples dimensiones involucradas en el manejo y aprovechamiento sustentable de los agaves, los ecosistemas y el buen vivir de sus manejadores.
MILPA es una asociación civil sin fines de lucro conformada por manejadores de maguey y académicos y tiene una visión socio-ecosistémica, privilegiando el ambiente. Uno de los objetivos es promover el manejo desde una perspectiva agroforestal y agroecológica donde se dé cabida a elementos agrícolas, alimenticios, medicinales, combustibles, entre otros elementos cruciales, incluidos entre éstos los agaves. Creemos que el fortalecimiento de procesos organizativos y de gobernanza local es crucial en el manejo de los agroecosistemas. Nos interesa propiciar intercambios de saberes de campesino a campesino y continuar el diálogo para diseñar objetivos de nuevas investigaciones, y aplicarlas en conjunto con las comunidades de acuerdo a sus necesidades. Difundir y compartir los resultados y aplicarlos en otras regiones. Un objetivo primordial es visualizar la trazabilidad de estas buenas prácticas y desarrollar las estrategias para que estos esfuerzos de conservación sean reconocidos en la comercialización, fomentando la conservación de los agaves silvestres y nuestros ecosistemas. •