ara definir las líneas de pobreza, el Coneval considera los precios de 46 productos alimenticios y 12 productos y servicios que no lo son.
De tal forma, el costo de la canasta básica alimentaria para el mes de marzo de este año se estimó en mil 517 pesos en el sector rural y mil 974 pesos en el urbano. Si se considera también la canasta no alimentaria, las cantidades son 2 mil 870 y 4 mil 42 pesos respectivamente.
Esto significó una variación en relación con el mismo mes de 2021 de 14.5 por ciento para la canasta alimentaria rural y 13.4 para la urbana. En el caso de la canasta que incluye los rubros no alimentarios las tasas fueron 10.1 y 8.8 por ciento en cada una de dichas áreas.
Si se logran contener los precios de la canasta alimentaria, habría que ver cuántos de los rubros serán afectados y en qué proporción, lo que apuntará a estimar el grado en el que podría repercutir en la moderación efectiva de la inflación. De entrada, 52 por ciento del gasto en la canasta básica total quedaría fuera del gasto familiar afectable en zonas urbanas y 48 por ciento en las rurales. (Una apreciación metodológica de la canasta básica se encuentra en https://www.coneval.org.mx/SalaPrensa/Documents/Canastas-alimentarias-y-no-alimentarias-observadas-y-normativas.pdf).
Una cuestión relevante de un proceso inflacionario de la magnitud que ya prevalece hoy en el país, que se situó en 7.72 por ciento en la primera quincena de abril, con respecto al mismo periodo de 2021 tiene que ver con su efecto de restructuración
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La naturaleza de la inflación implica que los precios observados de los bienes y servicios considerados en el cálculo del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) en realidad varían de modo diferenciado y, por lo tanto, se afecta distintamente a los grupos con diversos ingresos de una sociedad. Dicho en otros términos, hay en efecto una restructuración del orden social
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Si la variación de los precios es divergente entre los productos y servicios considerados, la idea convencional de un nivel de precios promedio en una economía no da cuenta del efecto restructurador. Eso es lo que pasa con la forma de calcular el índice.
Por eso hay que distinguir entre el grado de divergencia de los distintos productos y, por otro lado, la incidencia de cada uno de los precios en el cálculo del índice. Aunque la inflación fuera nula, persiste un efecto de divergencia entre los precios que no muestra el índice.
La inflación medida por el INPC no significa que ese fenómeno sea uniforme. Debería reportarse y analizarse, en términos de alguna noción del bienestar, la variación promedio junto con una medida de variación por rubro o conjunto de productos.
Si todos los precios, incluyendo los salarios (o los ingresos) subieran o bajaran de modo igual podría derivarse que la variación, medida por la inflación, sería prácticamente inconsecuente. La restructuración es el rasgo más relevante de la inflación. (Véase el interesante artículo https://evonomics.com/the-truth-about-inflation-why-milton-friedman-was-wrong-again/ del que están considerados aquí algunos de los principales planteamientos).
Si en un año, entre la segunda quincena de abril de 2021 y la misma de 2022 la inflación fue 7.72 por ciento, la interpretación de este dato sería muy distinta si se conociera el grado de variabilidad entre los productos considerados en el índice, además de su incidencia. Con ello, sería más oportuna la consideración acerca de la canasta básica alimentaria y no alimentaria. Igualmente, sería más ilustrativo el tratamiento de la inflación como factor de los patrones de la distribución del ingreso y la estratificación. Del mismo modo, se podrían diseñar y aplicar medidas de política pública en materia social y afinar los instrumentos de apoyo en lo que hace a los precios; como podrían ser los de tipo focalizado.