"La Jornada del Campo"
Número 169 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
Batallas por la energía

Istmo de Tehuantepec

Energía renovable para el despojo de los territorios indígenas

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Bettina Cruz Velázquez y Marina Flores Cruz APIIDTT

La región

El Istmo de Tehuantepec, en el sureste de México, puede regionalizarse dependiendo del interés que se tenga; en este caso diremos que está formado por los estados de Oaxaca y Veracruz, que separa al océano Atlántico del Pacifico, que es una región angosta cuya distancia es de 231 km. Muchas de sus características la han convertido en una de las regiones estratégicas, ambicionadas desde hace siglos por el capital nacional y transnacional, sobre todo para la comunicación interoceánica y él tránsito de mercancías. Por sus fuertes vientos (de hasta 110 km/h en ciertas temporadas), el gobierno y los grandes capitales han puesto sus ojos en ella para la producción de energía renovable, convirtiendo a la región en “el Dorado” del viento para las empresas productoras de energía eléctrica.

El Istmo oaxaqueño también es una región pluriétnica, en ella nos hemos interrelacionado varios pueblos originarios: los zoques al norte en la Selva de los Chimalapas; los ikoots más al sur, en las lagunas costeras practicando la pesca ribereña; los binnizá en la planicie costera: pescadores, agricultores, artesanos y donde las mujeres de manera mayoritaria practican distintos niveles de comercio; los chontales habitan la Sierra Madre del Sur y la planicie costera sudoccidental, donde son agricultores de maíz, árboles frutales, productores de mezcal y pescadores. Los pueblos originarios que habitamos esta porción de tierra tenemos una fuerte identificación con nuestro territorio y la naturaleza que nos rodea.

Energía eólica en la región.

Con la llegada a la región de las empresas eólicas se inició una disputa territorial entre los pueblos originarios que allí vivimos, el gobierno y las empresas de energía. La CFE comenzó a hacer pruebas en el Istmo desde 1994 y construyó el primer parque eólico de 7 aerogeneradores. El factor de planta de este parque (más del 50%), uno de los mejores valores del mundo, despertó el interés de los inversionistas extranjeros en la región. Actualmente hay una larga lista de estos inversionistas que ocupan de manera ilegal más de 50,000 has de tierras de uso común del territorio del pueblo binnizá; y concentran más de 2100 ventiladores eólicos distribuidos en 29 parques eólicos, 27 de interés privado, principalmente de capital europeo.

Este Corredor Eólico del Istmo de Tehuantepec, considerado el más grande a América Latina, a pesar de emplear un discurso de energía limpia y mitigación ambiental, ha tenido impactos múltiples sobre el territorio, como lo es la deforestación, la pérdida de flora y fauna endémica, además de la contaminación de los suelos y de los mantos freáticos por el escurrimiento de aceite que baja de las turbinas. Esto aunado a los fuertes impactos al tejido social-comunitario regional y de la vida misma de los pueblos indígenas, como son el desplazamiento de las actividades productivas campesinas, el cambio de uso de suelo, la privatización de la tierra, los conflictos intercomunitarios, el aumento de la violencia en la región debido a la presencia del crimen organizado (que sí, trabaja directamente con las empresas) e incluso la militarización y masculinización del territorio. Por si esto fuera poco, dicho corredor se impuso sin respetar el derecho a la consulta y cuando hicieron consultas fueron realizadas a modo, comprando gente e intimidando, pisoteando el derecho a libre determinación de los pueblos indígenas, principales propietarios de las tierras.

Formas de resistencia

En 2007 nos conformamos como Asamblea de Pueblos Indígenas del Istmo (APIIDTT), debido a la necesidad de hacer frente a la falta de información proporcionada por las empresas y el gobierno acerca de estos proyectos. Además, nos juntamos para denunciar la utilización de personal de instituciones gubernamentales como la Procuraduría Agraria y el Centro de Negocios de la Región del Istmo en la compra de autoridades municipales y agrarias. Las prácticas utilizadas para conseguir el usufructo han sido, desde obligar a mucha gente a firmar contratos leoninos bajo mentiras y promesas de que contratarían a sus hijos para trabajar en los parques, que podrían trabajar transportando material para la construcción, que no habría cambios en las parcelas, que solo ocuparían una mínima parte de las hectáreas rentadas. Incluso en Unión Hidalgo hicieron una “Vela Eólica” (las Velas es el nombre como conocemos a las fiestas patronales de la región; ahora, 10 años después, sería llamada apropiación cultural) y rifaron una camioneta, y los participantes tenían boletos dependiendo del número de hectáreas que rentaron.

Un grupo de personas nos unimos y decidimos no permitir que esto continuara ocurriendo impunemente, comenzamos a dar información de lo que significaban las cláusulas de los contratos firmados, también sobre las restricciones a las que estaban siendo sujetos los propietarios con la renta de las tierras. Le contamos a quienes quisieran escucharnos que se trataba de parques industriales, que después quienes daban a rentar sus tierras tendrían que pagar impuestos sobre la renta, pero como suelo industrial; de esa manera muchos campesinos pensaron en cancelar los contratos y organizar las primeras asambleas de resistencia, labor que tuvo eco regionalmente y fue sumando comunidades y sus problemáticas.

Asimismo, nos preocupa que actualmente el 80 % de la energía primaria que se utiliza en el mundo provenga de combustibles fósiles; no obstante, pensamos que los modelos de transición energética que plantean los gobiernos son falsos, porque como en el Istmo de Tehuantepec, las mismas empresas que están trabajando con combustibles fósiles, son las que promueven las renovables a base del despojo y la violencia en nuestros territorios indígenas. Nosotros entendemos que efectivamente debe haber una transición energética, pero estar de acuerdo con esta transición no se trata únicamente de cambiar la matriz energética o la diversificación de la fuentes de energía, se trata de transformaciones radicales culturales y profundas, cambios en las relaciones de poder, es decir “recuperar el control social de las fuentes energéticas del dominio corporativo, además de reinventar formas de generar, distribuir y usar la energía” y sobre todo será “reflejo del respeto de los derechos territoriales, ambientales, humanos, colectivos, de la naturaleza” (Roa Avendaño, et. al. 2018).

Actualmente, en el Istmo nos enfrentamos a un proyecto fáustico de AMLO, el Corredor Interoceánico, que no solo utilizará la posición geoestratégica de la región para la circulación de las mercancías hacia las partes más dinámicas de la economía mundial: la región asiática, europea y el este de Estados Unidos; también pretende convertir a la región por medio de la ocupación de los migrantes en 10 parques industriales establecidos en todo el Istmo, convertido en un muro de contención de la migración centroamericana. Este megaproyecto, además, tiene el componente de la construcción de dos gasoductos de Cosoleacaque, Veracruz a Salina Cruz, Oaxaca, para el transporte de gas natural, producido por medio del fracking en Texas; y llevarlo hasta Escuintla, Guatemala. Esa energía, más la energía de los parques eólicos, será fundamental para la instalación de los parques industriales que maquilarán y saquearán aún más la región. •