Las prácticas agrícolas de alta productividad que se traducen en el uso indiscriminado de agroquímicos, están alterando los ecosistemas, situación que quebranta la pérdida de fertilidad de vida microbiológica de los suelos. En tal efecto, se requiere de una agricultura más respetuosa con el medio ambiente, que limite el uso de sustancias sintéticas, así como también la reducción del deterioro, contaminación y paralelamente disminuir los costos de producción, y así lograr una estabilidad productiva. Las tecnologías bajas en carbono como la elaboración de bioinsumos con base en materiales generados en la propia parcela o lugares cercanos, la preparación de abonos orgánicos, biofertilizantes y extractos vegetales, entre otros, son una alternativa para bajar la huella de carbono y tener sistemas más resilientes y sostenibles, “son algunos de los objetivos y principios de las biofábricas comunitarias”.
En una biofábrica, las diferentes técnicas de propagación surgen como una alternativa real y novedosa para solucionar algunos problemas de gran importancia que nos ha heredado la agricultura industrial. Las biofábricas utilizan los avances técnico-científicos, inspirados en la biotecnología campesina de uso común, para fomentar el desarrollo de tecnologías que aseguren la conservación de la biodiversidad. Por ejemplo, los microbios de montaña y el bocashi, ambos de origen japonés son una fuente ilimitada de minerales y microorganismos para revivir los suelos, y con ello tener una nutrición equilibrada, además de la recuperación a corto plazo de la erosión causada por sustancias tóxicas y por malas prácticas agrícolas.
Las biofábricas pueden definirse como establecimientos que hacen prácticas de agricultura orgánica/ecológica, que utilizan materiales dispuestos en una parcela, llamados en ocasiones desperdicios o desechos como: estiércol, arvenses, pastos, cenizas, suero de leche, rastrojos, hojarasca de monte, nejayote, plantas alelopáticas, entre otros más, para transformarlos y producir sustancias orgánicas, que conllevan a la obtención de productos limpios para ser aplicados en los suelos y plantas. Algunas de sus ventajas son: 1. reducción de costos de producción y preservación de los recursos naturales que se encuentran en la parcela o comunidad, 2. disminución del impacto ambiental negativo ocasionado por la agricultura industrial sobre el medio ambiente y la salud humana, 3. reutilización de los residuos orgánicos producto de los procesos agropecuarios generados localmente, y 4. fortalecimiento de la economía local/comunitaria.
Biofábricas de Sembrando Vida: la otra cara de la moneda
A mediados del 2020, en el estado de Guerrero se establecieron las primeras biofábricas para la elaboración de bioinsumos en comunidades y ejidos seleccionados, un promedio de 1,600 para iniciar con la conversión de 50 mil hectáreas. Hoy las metas son más ambiciosas, rebasar los 20 mil beneficiarios directos y por ende superar también el número de árboles y hectáreas por establecer en los subsiguientes años. El componente de biofábricas debería ser el ingrediente activo para que se pueda detonar esta meta, si se parte de la visión de mejorar y recuperar los suelos, y que esto genere un equilibro nutricional entre árboles maderables, frutales, milpas y suelos. Pero si únicamente el programa se encanta por metas en plantas a establecer y no en la biofabricación de bioinsumos para su mantenimiento, seguimiento y consolidación, dicha estrategia puede tornarse en otra “reforestación millonaria fallida” impulsada por dependencias de gobiernos anteriores.
Sabemos que la contribución en generar empleos e incentivar la autosuficiencia alimentaria, mejorar los ingresos de las familias participantes, además de recuperar la cobertura forestal, no se discute. Lo que hace resonancia es que las biofábricas en el componente Sembrando Vida, hasta el momento solo quedan en discurso, pues no cuentan con infraestructura adecuada, no hay metas claras de producción por beneficiario/sembrador y menos por biofábrica, es decir, no hay un plan de trabajo para la producción de kilos o toneladas de abonos orgánicos, litros de biofertlizantes y caldos minerales, entre otras biotecnologías posibles y de fácil acceso. Además, el personal que presta los servicios técnicos productivos -en su mayoría- tiene una limitada formación y experiencia en agroecología, situación que genera incertidumbre entre los integrantes de las Comunidades de Aprendizaje Campesino durante el proceso de acompañamiento.
Retos y perspectivas de la estrategia
Rebasado el año de iniciada la estrategia por la Secretaría del Bienestar, la adopción de biopreparados es a la baja y según los sembradores hay varias razones: una es que no siempre se hacen correctamente las mezclas sugeridas, por lo que los resultados no son óptimos y no quieren hacerlas nuevamente. Otra razón es que los sembradores quieren resultados inmediatos y, al no verlos, desconfían y dejan de usarlas. También, hacer bioles y fermentos sólidos requiere mayor tiempo y esfuerzo en su preparación, eso los desmotiva por la mala costumbre que tienen, gracias a la dependencia de sustancias tóxicas utilizadas en sus terrenos, cultura arraigada por décadas, “que es difícil de extirpar, pero no imposible”.
Los abonos orgánicos tipo bocashi, lombricomposta y los biofertilizantes sí mejoran los suelos; si no fuera así, campesinos de otras regiones del estado y del país, no los seguirían usando en su propia parcela, y técnicos con amplia experiencia en agroecología comunitaria no los promoverían en su quehacer cotidiano. Pero tal vez los sembradores demandan bioinsumos más fáciles de preparar. El siguiente paso es dialogar e intercambiar experiencias con ellos, qué actividades aceptan y cuáles no ¿por qué adoptan algunas y se resisten a usar otras? Una práctica agroecológica, por más sana que sea, tiene que responder a las necesidades comunes: ser fácil de hacer, de bajo costo y con resultados a corto y mediano plazo. Considero que estos temas merecen toda la atención, incluso en los mismos términos que las metas holgadas en árboles y hectáreas a reforestar. Por tanto, la estrategia debe interesarse más en la cantidad y calidad de bioinsumos a biofabricar por beneficiario/sembrador. Asimismo, reflexionar sobre cuáles son los efectos y aporte de los minerales, la materia orgánica, los microorganismos en la fertilidad y la estructura del suelo, sinónimos de equilibro denominado las 3M. Este y otros temas prácticos serán cruciales en el interior de las biofábricas, -entre técnicos y sembradores-, para diseñar una estrategia planificada “como solución para devolver la vida al suelo”, en vísperas de la esperanzadora transición agroecología en Guerrero. •