Morelos / Entrevista
Transiciones agroecológicas en caña de azúcar
Alma Rosa Valladares Reynoso es originaria de Coatlán del Río. Trabaja como Técnica en Agroecología para el Programa Producción para el Bienestar (PpB). Estudió ingeniería hortícola en la Universidad Autónoma de Morelos. Ingresó como becaria del Programa Jóvenes Construyendo el Futuro (JCF) a PpB y desde mayo pasado tiene a su cargo el acompañamiento técnico para 90 productores de caña del municipio de Xochitepec.
En palabras de Alma, los objetivos de PpB son claros: “incrementar los rendimientos o la productividad en el campo, reducir el uso indiscriminado de agroquímicos, sustituirlos por insumos orgánicos, como compostas, foliares, rescatar la fertilidad del suelo y de manera general, recuperar la soberanía alimentaria, a través de una Estrategia de Acompañamiento Técnico (EAT)”.
Aunque su actividad como técnica está centrada en la producción de caña, también da seguimiento a otros productos relacionados, “por ejemplo si tienen ganado, se ve lo relacionado con la obtención de bioinsumos. También se brinda acompañamiento si tienen otros cultivos, a partir de una visión integral, que va más allá de la parcela, pues se incluye lo social y lo económico”.
Alma brinda acompañamiento para la transición agroecológica de los productores cañeros por una razón importante: “porque ellos durante años o décadas siempre han llevado sus cultivos de manera convencional. A través de la EAT, lo que se busca es hacer una conversión de ese sistema a uno de tipo agroecológico, integral, que no solo vea el sistema producto caña, sino todo el agroecosistema y aparte de eso, el contexto o situación socioeconómica en que se desenvuelve el cultivo”.
Colabora de manera directa con productores de los ejidos El Puente, Xochitepec y Alpuyeca, que han trabajado de manera individual y “a través de la formación de Escuelas de Campo se inició el proceso de transición agroecológica, agrupando a productores del ejido, que se dedican a la caña y participan en PpB. En estos espacios se busca hacer comunidad, empezar a trabajar de manera colectiva; estas escuelas se agrupan en un Módulo de Intercambio de Conocimientos e Innovación (MICI)”.
Conocedora del tema, Alma nos comparte que los productores de caña son aquejados desde hace mucho tiempo por diferentes problemáticas: “desde que llegaron los colonizadores, siempre se trató de un monocultivo, lo que ha degradado a los suelos, extrayendo ciclo con ciclo los mismos nutrientes y las políticas públicas de antes no les han permitido ver que se pueden diversificar en cultivos y así mejorar la tierra, no degradarla a través de un monocultivo y uso indiscriminado de agroquímicos. Para salir de ello estamos trabajando en un Plan de Transición Agroecológica de manera participativa, a partir de las problemáticas que ellos expusieron. Se tomó la decisión de empezar a trabajar con la fertilidad del suelo, para revertir lo que ya se ha degradado, y empezamos a darnos cuenta de que necesitamos composta, remineralizar el suelo, hacer rotaciones de cultivo, fertilizar de manera organomineral, no solo con químicos sintéticos, hacer un uso racional del agua en el riego. A veces los cultivos no aprovechan bien el agua de riego porque el suelo está muy compactado, debido al monocultivo y al uso excesivo de agroquímicos. También por el uso de maquinaria”.
Alma señala que el grupo de productores de los tres ejidos que acompaña se encuentra actualmente en un proceso de validación del Plan de Transición Agroecológica: “en una asamblea de cada Escuela de Campo, se exponen las problemáticas que hemos ido descubriendo, junto conmigo y con los JCF, que nos apoyan como promotores de la EAT. Se fomenta un diálogo de saberes, se pone como ejemplo al productor que sabe más en cuestiones de riego y que riega de una manera autosuficiente y él les da recomendaciones a los demás, por ejemplo, que reduzcan las horas de riego para que se pudran menos las raíces, que se aprovechen más los nutrientes”.
Gracias a este trabajo participativo, los productores han identificado que los químicos reducen la fertilidad de los suelos, además de que se hacen más resistentes a las plagas. Y ejemplifica: “la semana pasada ya se vio una diferencia, se redujo el uso convencional de agroquímicos para el manejo de plagas, lo hicimos de manera orgánica, biológica y los productores vieron que sí funcionan otras alternativas. En las Escuelas de Campo tenemos lo que se llama Vitrinas Tecnológicas, que son parcelas en las que nos permiten implementar técnicas agroecológicas que van a reducir los costos y que incrementan los rendimientos a través de la incorporación de bioinsumos que están haciendo los productores, de la mano con los JCF, que en su mayoría son familiares de los mismos productores. Estamos reduciendo costos de producción, porque ya no van a las tiendas de agroquímicos a comprar, sino que lo están produciendo en la Escuela de Campo”
Dese la perspectiva de Alma, “los productores son muy receptivos, sobre todo porque antes la caña estaba olvidada, no tenían ningún apoyo y ahora además del subsidio económico reciben acompañamiento técnico. Hago hasta seis visitas a parcela al día, y en el camino te vas encontrando otros productores que dicen, ‘a mí si me interesa también incorporarme, vengase vamos a la parcela´. Hay mucho interés de los productores en la EAT”.
Alma considera que ha habido logros importantes en el proceso que acompaña: “(los productores) ya conocen cuál es la situación actual de la caña, cómo se encuentra su nivel de producción, la sanidad, en cuestión de nutrición también. Antes pensaban que tenían una plaga, como el barrenador, pero no tenían certeza. O luego iban a las tiendas de agroquímicos si sus cañas estaban amarillas y les decían ‘échenle esto´, pero no veían mejorías. Ahora en las visitas de campo nos ponemos a contar raíces, tallos, hacemos una valoración de las plantas. Hemos hecho un vínculo con dependencias que antes estaban un poquito alejadas del productor, como es el caso del INIFAP, que nos apoya a través de sus laboratorios, para ver por ejemplo que el color amarillo en las cañas no es deficiencia nutricional sino una plaga o una enfermedad. Así, los productores ya tienen certeza de lo que tienen y una idea de cómo poder solucionar el problema de manera colectiva, con insumos que tienen en sus propias comunidades, que no les va a quitar mucho tiempo ni dinero”.
Los cañeros de Morelos y con los que Alma trabaja enfrentan diferentes problemáticas. Una de ellas tiene que ver con la desigual relación que el ingenio azucarero al que entregan su producción les ha impuesto: “los ejidatarios con los que trabajo comercializan al Ingenio Emiliano Zapata, que se encuentra en Zacatepec. En la última cosecha vendieron a $1,070 la tonelada de caña, y en promedio andan en 110 toneladas por hectárea. Pero están inconformes por todo lo que les quitan, los descuentos que les hace (el ingenio). Ellos los consideran excesivos; en sus hojas de liquidación, en el diagnóstico que empezamos a hacer con encuestas, vimos que no tenían idea de qué les descontaban, solo dicen que es mucho. Les descuentan la rehabilitación de los caminos de saca, el seguro a los cortadores de caña, el seguro de ellos, el crédito, etc. Por eso no les llega el dinero completo de las toneladas que entregan al ingenio”. Sin duda alguna, este es un gran desafío que tarde que temprano habrá que enfrentar.
Por otro lado, el proceso de participación de las mujeres en la transición agroecológica se ha venido incrementando: “un 75% son hombres, pero las mujeres ya se empiezan a ver muy activas en el campo, están muy interesadas en llevar la relación de costos, que a los hombres les cuesta más trabajo. Son pacientes incluso para descubrir los costos de producción y llevar las cuentas claras. También se interesan mucho en el reciclaje de la materia orgánica que se va a las compostas y a las parcelas. También en la rotación de cultivos, buscan ocupar espacios vacíos entre los cañaverales para producir especies de ciclo corto, como girasoles, jamaica, hierbas aromáticas que sirven para bioinsumos y para la cocina”.
Alma ha podido constatar que el PpB se ha convertido en una poderosa herramienta para asegurar un relevo generacional en el campo mexicano: “a través de JCF y la EAT, los jóvenes están trabajando con un tutor que es un productor o productora cañera. Los aprendices, que no están estudiando o trabajando tienen la posibilidad de acceder a una beca de $ 4,300 más seguro contra riesgos de trabajo. Gracias a ello se involucran en el Plan de Transición Agroecológica y a su vez son promotores. Aprenden de la cuestión productiva de la caña, de maquinaria agrícola o del manejo de drones, que ya se incluyen en la agricultura, o de elaboración de bioinsumos. Se les hace ver que el campo no es un castigo sino una actividad que es necesaria, se les incentiva a que participen, que brinden un poco de su energía, de su ingenio para que puedan hacer el relevo, que el campo no solo es estar agachado de sol a sol, sino que se pueden implementar otras tecnologías, que pueden ser productores de caña. De esa manera, al finalizar su beca, el joven puede dedicarse a ser productor de algún cultivo agrícola, de bioinsumos, o ser operador de maquinaria. Porque tenemos productores que, para dejar de usar el azadón, a sus motos les ponen una especie de arado y así empiezan a eliminar la hierba y eso les están enseñando a los jóvenes. La otra cara de la moneda, que vean que el campo es una necesidad y una fortaleza de nuestra patria y que realmente los necesitamos”. •