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Neofascismo pandémico
A

finales del siglo XIX e inicios del XX, un heterogéneo y paradójico conjunto de pensadores sentó la génesis del fascismo, que a su vez fue explicada, con síntesis potente, en un ensayo sin autoría de una legendaria revista chilena:

“Nietzsche compró el huevito de la violencia y la superioridad; Sorel lo puso a cocinar, Maurrás lo revolvió, D’Anunzzio le echó la sal y Mussolini se lo comió” (Historia del facismo, Hechos Mundiales, núm. 18, Santiago de Chile, julio de 1968).

Como es sabido, la Primera Guerra Mundial (1914-18) dejó secuelas sin cuento: más de 10 millones entre muertos y heridos, caída de cuatro imperios, y la repentina aparición de la llamada gripe española (1918-20). Una pandemia que raramente se toma en cuenta a la hora de analizar el estado sicológico y emocional de los pueblos europeos (y el estadunidense), al final de la guerra (de 20 a 40 millones de muertos).

En aquel contexto idóneo para los cuatro jinetes del Apocalipsis (guerra, hambre, peste, muerte), el único consuelo fue el triunfo de la revolución bolchevique, a finales de 1917. No obstante, la réplica no tardó en llegar: el fascismo italiano y su primo hermano, el nazismo alemán, organizados en grandes partidos de clases medias que fundían el temor de la gran burguesía a las luchas del proletariado en ascenso, y el terror de la pequeñoburguesía amenazada de proletarizarse.

El injusto Tratado de Versalles (1919) condujo a la Segunda Guerra Mundial (1939-45), al cabo de la cual la ex Unión Soviética (aliada circunstancial de las potencias capitalistas de Occidente), derrotó a los poderosos ejércitos nazifascistas de Hitler. Sin embargo, el poeta y dramaturgo Bertolt Brecht había vislumbrado el porvenir mucho antes de la derrota: Aún es fecundo el vientre del que surge la bestia inmunda (epílogo con que cierra el drama La irresistible ascensión de Arturo Ui, 1941).

El fascismo ya no cuenta con ilustres pensadores, poetas y luchadores sociales como los referidos, junto otros que cayeron presa de sus delirios doctrinarios (Mallarmé, Rilke, D’Anunzzio, Schopenhauer, Bergson, et al.). Pero si el fascismo ha dejado de ser una filosofía más o menos razonada, sus formas neo responden hoy a la antipolítica, sustentándose en la trinidad de su evangelio mental: creer sin pensar, obrar sin reflexionar, obedecer sin discutir.

Por ende, sumemos: 1) insostenible concentración de la riqueza en el mundo, y la crisis socioeconómica de ella derivada; 2) impacto emocional y sicológico de la pandemia de Covid-19; 3) avances del neofascismo (libertarios, antivacunas, racistas, antifeministas, homófobos, antiabortistas), y 4) pudibundez de liberales, conservadores y socialdemócratas, que se niegan a ver el origen de la quiebra política y moral, en la quiebra del sistema económico que nos rige.

¿A qué temen liberales, conservadores, independientes, librepensadores? Temen a lo que, hipócritamente, afirman defender: el estado de derecho, y las libertades que a conciencia y democráticamente, permiten votar contra los privilegios de casta y clase. De ahí su odio a los gobiernos soberanos que combaten la corrupción, con políticas sociales que levantan la autoestima popular.

En ese sentido y, a propósito del insólito entendimiento del retrógrado Partido Acción Nacional (PAN) con el hiperretrógado Vox de España, fue alentador leer en La Jornada al joven politólogo mexicano Héctor Alejandro Quintanar, digno discípulo del recordado maestro Luis Javier Garrido (1941-2012) https://www.jornada.com.mx/2021/ 09/05/politica/016a1pol.

Por último, no quiero pasar por alto el atinado comentario del presidente Andrés Manuel López Obrador, al decir que Santiago Abascal, líder del Vox, “…es auténtico pues defiende su pensamiento, pero los conservadores en México se hacen pasar por demócratas cuando son lo mismo. ¡Fuera máscaras!?... salgan del clóset, ya digan ‘soy fascista y qué’. Nada de sectas secretas como El Yunque”.

Desafortunadamente, los 15 senadores del PAN que se tomaron la foto con los de Vox (y con serias dificultades para hacer una O con un vaso) podrían haber recordado al Presidente que en sus filas militó un Abascal que sí se animó a salir del clóset: Carlos María Abascal Carranza (1949-2008).

En 2001, siendo secretario de Estado de Vicente Fox, Abascal estimó que Aura (personaje de una novela homónima de Carlos Fuentes) “…representaba uno de los papeles que la mujer no debe desempeñar”. Sin precisar cuál, gracias a Dios.