México es centro de origen y domesticación de cultivos, entre ellos el jitomate. En nuestro país existe una amplia diversidad de variedades criollas y silvestres, aprovechadas como alimento en diferentes tiempos. Sin embargo, actualmente corren el riesgo de desaparecer. Entre las causas están la ampliación de la superficie agrícola y el uso intensivo de herbicidas, además del desconocimiento de la sociedad acerca de ellas.
La mayoría de la población desconoce que las variedades criollas y silvestres contribuyen de manera importante a la producción de alimentos. A diferencia de las variedades modernas, aquéllas pueden producir fruto en condiciones extremas, por ejemplo, sin fertilizantes ni plaguicidas químicos, lo cual significa que esas plantas son resistentes a plagas y enfermedades e incluso podríamos aprovecharlas para darles mayor resistencia a las variedades comerciales. Por tanto, al no usar químicos, podemos producir alimentos más sanos y nutritivos.
En el Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional (CIIDIR), del Instituto Politécnico Nacional (IPN), en Jiquilpan, Michoacán, desarrollamos estudios para el rescate, conservación y aprovechamiento de variedades silvestres y nativas de jitomate.
Lo primero que encontramos fue que la variedad silvestre regional, conocida en Michoacán como tinguaraque, es más resistente a insectos plaga que las variedades comerciales. Cuando analizamos los injertos de éstas con el tinguaraque, observamos que las plantas injertadas lograron mayor tolerancia que las que no tienen injerto; es decir, el injerto les transfiere resistencia.
Después, evaluamos la producción de variedades criollas de jitomate asociadas con maíz. Cuando cultivamos jitomate junto con el maíz, el daño por plagas fue menor, y se obtuvo cosecha de ambos cultivos en el mismo terreno. Pero lo más importante, se requirió de poco fertilizante y ninguna aplicación de insecticidas químicos. Los materiales criollos fueron hasta cuatro veces más productivos que las variedades comerciales.
El calentamiento y el cambio climático amenazan la producción de alimentos. Aprovechar mejor las variedades criollas y silvestres, puede significar una importante ventaja para nuestro país en la producción de alimentos sanos y sustentables, ya sea tanto de manera directa como injertadas con variedades comerciales.
Un injerto se origina de la unión de dos plantas; la parte que lleva la raíz se llama patrón, en este caso es la variedad criolla o silvestre. La parte de arriba, denominada injerto, es la más productiva; generalmente, se elige una variedad comercial.
Estudios desarrollados por investigadores del CIIDIR-IPN en Jiquilpan y de la Universidad de Guadalajara demostraron que los injertos de jitomate comercial con variedades silvestres y criollas no sólo mostraron mayor resistencia a plagas, como ya vimos, sino que aprovecharon mejor los nutrientes del suelo. Fueron 6.8 veces más productivos que la variedad comercial sin injertar, con frutos de excelente calidad y libres de plaguicidas químicos.
En síntesis, plantas injertadas permiten ahorrarnos el uso de insecticidas y fertilizantes químicos. •