El jitomate es un cultivo con muchas plagas y enfermedades, y la manera generalizada de controlarlas es con productos químicos llamados plaguicidas. Eso incrementa los costos del cultivo y hace que la producción comercial de jitomate sólo puedan hacerla productores con suficientes recursos económicos. Por ejemplo, si no se aplican plaguicidas y fertilizantes químicos, la producción con variedades modernas es prácticamente imposible. Sin embargo, contaminan suelo, agua y los alimentos que cosechamos.
Una alternativa es sembrar variedades nativas y silvestres de jitomate, ampliamente distribuidas en México y adaptadas a condiciones locales. Existen variedades arriñonadas, tipo cereza y de otras formas que los campesinos han seleccionado durante años con un enfoque cultural; es decir, para satisfacer las necesidades en la elaboración de comida tradicional mexicana, como las salsas.
Aunque estas variedades nativas son resistentes a plagas y enfermedades, cuando se siembran muchas plantas de un solo cultivo es más fácil que se plague, en primer lugar, porque resulta más fácil que la plaga encuentre al cultivo. Por ello, los agricultores tradicionales mexicanos acostumbran sembrar sus variedades junto con otras especies vegetales, tanto cultivadas como silvestres. A este sistema de cultivo se le llama milpa.
Comemos jitomate con 30 agrotóxicos
Según Mariela Fuentes Ponce y Emmanuel González Ortega, la producción agroindustrial de jitomate, el segundo alimento de mayor consumo de la canasta básica, “implica el uso de una gran cantidad de insumos químicos. El reporte más reciente de la plataforma internacional Red de Acción sobre Plaguicidas, indica que en la producción del jitomate se emplean más de 30 agrotóxicos (tres cancerígenos, 12 disruptores (perturbadores) hormonales, seis neurotoxinas, tres químicos relacionados con alteraciones en el desarrollo y 10 con efectos ecotoxicológicos). Hasta hoy no hay un estudio que vislumbre el efecto potencial de esos químicos combinados en la salud de la gente. Del total de la producción de jitomate en México, sólo 1 por ciento es orgánico y, en los hechos, éstos no están al alcance del grueso de la población”.
Una producción agroecológica es aquella donde en un mismo terreno se cultivan al mismo tiempo, o de manera escalonada, diferentes tipos de plantas. La idea es aprovechar las relaciones benéficas que existen entre las diferentes especies y con los organismos asociadas a ellas. El ejemplo más común es la siembra de maíz junto con frijol. Aquí, el maíz sirve de soporte al frijol, y éste le aporta nutrientes al maíz. Así, los dos se benefician y nosotros también, pues ahorramos fertilizantes químicos, entre otras cosas.
¿Podemos también evitar el uso de plaguicidas químicos?
Para demostrar que sí es posible, se cultivó maíz asociado con variedades nativas de jitomate bajo las condiciones de la Ciénega de Chapala, en Michoacán. En este sistema buscamos utilizar el maíz para enmascarar al jitomate y protegerlo de sus principales plagas y enfermedades. Primero, sembramos el maíz (variedad elote occidental), y aproximadamente dos meses después plantamos el jitomate junto a aquél. Aunque no se desarrolla bien bajo la sombra del maíz, una vez que se cosechó el elote, se cortó el maíz del centro del terreno, dejando solo el jitomate, pero rodeado de aquél, que continuó por un tiempo más como barrera física para protegerlo.
Después, se distribuyeron en el terreno macetas con asclepias o venenillo, que es la planta silvestre de la cual se alimenta la mariposa monarca. Las asclepias han demostrado ser un excelente refugio de insectos que ayudan al control biológico de las plagas; es decir, de insectos que se alimentan de otros insectos. En esta planta se han registrado más de 20 diferentes insectos benéficos. Gracias a ella no fue necesario aplicar plaguicidas químicos, y únicamente se le puso cinco gramos de fertilizante triple 17 a cada planta.
La cantidad de plagas registrada en el jitomate fue reducida; las principales fueron la paratrioza y la mosquita blanca. Incluso, la siembra de este fruto asociado con maíz retrasó la aparición de las plagas (más de 40 días en el caso de la paratrioza). Para entonces, el jitomate ya estaba produciendo, por lo que los daños de las plagas y las enfermedades que transmiten no requirieron la aplicación de plaguicidas químicos en el cultivo.
Este sistema de producción agroecológica permite obtener jitomate de buena calidad. Algunas plantas produjeron más de siete kilogramos, con frutos de hasta 135 gramos. Su producción requiere un mínimo de insumos, por lo cual es un sistema accesible para cualquier persona que pretenda cultivar jitomate a escala familiar, incluso de manera orgánica.
Las ventajas de la asociación de cultivos son varias. Primero, en la misma superficie de terreno se pueden cosechar dos o más productos. Otra, es que si ocurre un siniestro, por ejemplo una granizada tardía, alguno de los cultivos podría resistir y obtendríamos al menos una cosecha. La más importante, como logramos demostrar en la Ciénega de Chapala, es que los cultivos asociados se defienden mejor de las plagas que cuando se siembran en forma separada. •