Desde los antiguos mexicanos, el jitomate era parte fundamental de la dieta de la población, por lo que no podía faltar en mercados como el de Tlatelolco. Desde entonces, los jitomates nativos no han dejado de sembrarse en distintas regiones del país. En general, hoy se cultivan en pequeñas parcelas, no mayores a mil metros cuadrados, y los frutos obtenidos son muy diversos en forma, tamaño, consistencia y color. Su producción se limita al mercado local y, a menudo, se destina al autoconsumo.
Los jitomates ancestrales de México no sólo poseen características físicas únicas debido a su alto contenido de carotenoides –esos pigmentos antioxidantes que le dan color, sabor y aroma al fruto–, sino que han demostrado ser resistentes a granizadas, sequías y bajas temperaturas.
Sin embargo, han sido desplazados del mercado por los híbridos comerciales, pues se les considera frutos de corta vida de anaquel y menor rendimiento, lo que es cierto únicamente en condiciones de altos insumos y de producción agroindustrial.
A diferencia de la agroindustria, el sistema de producción a pequeña escala, utilizado por los campesinos mexicanos desde hace miles años, resulta sustentable porque les permite producir sus propios agroinsumos, mantener la diversidad genética local y conservar sus semillas, sumamente adaptadas a las condiciones locales. Aquí, el resguardo y protección de las semillas es de vital importancia para la soberanía alimentaria, como insumo fundamental en la cadena productiva.
Nuestros campesinos tradicionales han sido custodios de este invaluable germoplasma por siglos, seleccionando, conservando y legando sus semillas a cientos de generaciones, junto con su saber tradicional sobre sistemas de producción locales, sustentables y adaptados a su entorno cultural.
En el Valle de México existen diversos grupos de custodios de semillas, entre ellos el grupo de Intercambio de Semillas e Intercambio de Saberes (ISIS), donde tenemos como objetivo rescatar las semillas ancestrales, reproducirlas, intercambiarlas, donarlas o prestarlas.
Actualmente, en ISIS contamos con un banco de semillas de alimentos básicos como maíz, frijol, calabaza y jitomate, y hemos desarrollado una estrategia basada en redes de custodios con la finalidad de crear bancos comunitarios de semillas que promuevan su conservación. Asimismo, establecimos una vinculación tanto con consumidores urbanos, a través de mercados alternativos, como con cocineras y chefs interesados en la conservación de la cocina tradicional y la gastronomía mexicana.
A partir de que participamos con redes de académicos y grupos estudiantiles para realizar la Primera Feria del Jitomate Nativo y Ancestral de la Cuidad de México, celebrada en las instalaciones de la UAM-Xochimilco en septiembre de 2019, y en el proyecto de Rescate y Conservación de las Semillas de Jitomate Oaxaqueños, nos dimos a la tarea de crear una Red de Custodios para la siembra experimental de las semillas colectadas, documentando las características de la planta y el fruto, y probando su adaptación a diferentes condiciones ambientales.
Así, el grupo ISIS, junto con otros custodios de la Ciudad de México, hemos participado en iniciativas comunitarias con entidades gubernamentales para la reamplificacion de la colección nacional de semillas de jitomate.
Durante 2020 trabajamos con dos colectas de 32 cultivares de la zona centro de Oaxaca, que forman parte del banco de semillas 2009-2010 del Colegio de Posgraduados, y con ocho muestras de la zona sur-sureste, también de Oaxaca, del banco de semillas 2004-2012 de la Universidad Autónoma de Chapingo, ambas facilitadas por el Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas. La iniciativa logró enlazar a productores capaces de retroalimentar la viabilidad del banco ex-situ y convertirlo en un banco vivo, para que sus jitomates se den a conocer y se consuman.
La experiencia en el Valle de México puede sentar las bases para un programa participativo de conservación de los jitomates nativos in situ, que retroalimente los bancos ex-situ existentes en el país, promueva el intercambio de saberes entre productores e integre comunidades intersectoriales con académicos, consumidores y usuarios, en particular dentro del mundo de la cocina.
Ese intercambio de experiencias es otro de los fines de ISIS, con vías a organizar en el futuro bancos comunitarios de semillas que se enlacen a redes de intercambio de semillas y formen alianzas con las comunidades y pequeños empresarios locales para generar suficiente semilla de calidad, para que todo productor interesado tenga acceso a ella.
Sin duda, esta experiencia demuestra que existen alternativas para desarrollar sistemas alimentarios locales, donde se exploren nuevas vías de acceso a los consumidores, mediante la generacion de nuevos mercados y de conexiones con usuarios, en particular cocineras y chefs interesados en los valores nutritivos, culturales y culinarios de los sistemas alimentarios tradicionales, que debemos apreciar y defender como patrimonio biológico y cultural del país. •