Nu juajma jñatrjo La milpa mazahua
¡Mojo kja juajma! (¡Vámonos a la milpa!), así nos decían los abuelos en la lengua mazahua (jñatrjo) cuando llegaba la hora de ir a trabajar. Sabíamos que vendría una dura jornada de trabajo para toda la familia, pero regresaríamos a casa con una buena cosecha. Los hombres llevarían una carga pesada al sacar los costales de mazorcas de la milpa y entonces le diríamos a los jóvenes que los aguantaban llenos: “ya te puedes casar”. En casa la abuelita seleccionaría la semilla y para asegurar que se hiciera bien nos diría “no toques la semilla que te saldrán chuecos los dientes”. Y si por error tirábamos un grano de maíz nos esperaba un regaño porque “cada grano de maíz tiene vida propia”. En días especiales comeríamos cerca del fogón: papas de agua, pato silvestre, hongos de monte, charales, acociles, ranas, atole agrio y quelites acompañados siempre de una salsa de molcajete y tortillas recién hechas.
Esto que parece un relato antiguo aún es parte del estilo de vida de algunas familias mazahua. Nuestro pueblo coexiste con la sociedad contemporánea a la que llevamos lo que sabemos y traemos nuevas cosas. El estilo de vida cambia. Las familias ahora son más pequeñas, han migrado y hay menos gente para cuidar las milpas. Los trabajos que tomamos en la actualidad nos dejan menos tiempo para dar seguimiento a las milpas. Así que ahora somos campesinos-taxistas, campesinos-artesanos, campesinos-albañiles y campesinos-profesores. Pero siempre campesinos porque no dejamos de sembrar maíz nativo. Producimos maíz, tanto que somos la cuarta entidad productora de México.
Actualmente, en los pueblos mazahua, dos de cada diez campesinos cultivan el maíz acompañado de haba, frijol, calabaza, chícharo, cempaxúchitl o avena; los ocho restantes solo cultivan maíz. Al cambiar el estilo de vida, los animales de traspatio disminuyeron, y el tiempo disponible para el manejo de la milpa también; así que, ya no hay animales que se coman las hierbas y por eso se controlan con herbicidas. La consecuencia es que cada vez hay menos quelites y cultivos que acompañan al maíz, porque estos no resisten a los herbicidas. Es en esa minoría de parcelas diversas en las que se identifican los faros agro-ecológicos. Ahí está la diversidad biológica que acompaña el maíz y la que da la dieta con la que co-evolucionamos.
Sin afán de idealizar al binomio maíz-milpa, identificamos que su manejo tiene principios que pueden aportar a la sociedad contemporánea. Necesitamos entenderlos y retomarlos. Para la cultura mazahua este binomio tiene un fuerte sentido identitario, es 1) una fuente económica de carbohidratos y proteínas a las que se suman los quelites y otros productos de la milpa, en la región consumimos en promedio 250 kg de tortillas de maíz por persona/año; 2) la base de la diversidad culinaria, con maíz hacemos el cendecho (bebida de maíz fermentado), el tamal de capulín y el atole agrío de maíz rosado; 3) nuestra herencia, por eso a los matrimonios nuevos se les regala semilla para el inicio de una nueva familia; 4) un espacio en el que se educa en la práctica y se transmiten saberes a las nuevas generaciones; 5) fuente de trabajo que dignifica la vida campesina; 6) un espacio de ritualidad que guía el manejo de los recursos; y 7) un sistema que requiere de la comunalidad y la reciprocidad para su existencia. A estos siete significados no se les puede poner precio. Por eso es desventajoso comparar sólo en términos económicos al sistema milpa histórica con los agrosistemas extensivos de monocultivo.
La defensa del maíz nativo tiene sentido en el sistema de milpa. Es justo en las parcelas de etnoagricultura donde se concentra el mayor potencial productivo del maíz nativo. Por eso promovemos el rediseño de la milpa con maíces nativos a través de la intensificación del agrosistema usando la diversidad local y el uso óptimo de insumos. La plataforma tecnológica que se promueve en la región es el sistema de Milpa Intercalada con Árboles Frutales.
La milpa con maíz nativo es patrimonio biocultural de la humanidad. Las iniciativas para apoyar el campo deben incorporar este agrosistema, pilar de la seguridad alimentaria y soberanía campesina. Los guardianes de los maíces nativos y de la agrobiodiversidad deben ser tratados como tales por el Estado y la sociedad. Del resguardo de este germoplasma depende la alimentación de la humanidad en tiempos de crisis multidimensional. La milpa mazahua siempre está en movimiento, y sus innovaciones contemporáneas necesitan orientarse a la dignificación de la vida campesina en armonía con la naturaleza. •