La milpa, fuente de vida de las comunidades rurales de Tlaxcala: Pánfilo Hernández
“Tlaxcala quiere decir lugar de tortillas” dijo al iniciar Pánfilo Hernández, miembro del Grupo Vicente Guerrero, “los tlaxcaltecas han ido mejorando, domesticando las especies desde la época prehispánica y en la actualidad el proceso continúa, hoy contamos con alrededor de 16 razas de maíz nativo” sin embargo, esta diversidad peligra por la llegada de maíces híbridos.
“El Grupo Vicente Guerrero viene trabajando desde hace años con maíces nativos” los cuales junto con el frijol, calabaza y haba forman el policultivo llamado milpa: “los pueblos indígenas y campesinos mesoamericanos tuvieron la capacidad de identificar estos cuatro alimentos que presentan una gran sinergia, tanto a nivel productivo agrícola, como alimentario”. Además, “como sistema productivo amplio, la milpa incluye y ordena otras actividades asociadas como la recolección de plantas comestibles como los nopales, quelites, quintoniles, verdolagas, etcétera”. Agrega que “aún son múltiples las poblaciones indígenas y rurales donde son importantes las celebraciones y rituales para agradecer el inicio de las siembras y la cosecha de la milpa, lo cual se realiza junto con festejos comunitarios, todos ellos son prácticas culturales que aglutinan a la población y dan sentido e identidad”.
La milpa es parte integral del sistema campesino, que se enfoca en tres puntos: el productivo, alimenticio y la biodiversidad. “La diversidad alimentaria en nuestro caso significa soberanía: esta diversidad de las parcelas la transforman los campesinos, la consumen y aporta excedentes económicos”. Apuntó que “el sistema milpa da para mucho: comida, nutrición del suelo, ganadería familiar, asociación entre cultivos”. Para aprovechar esta gran diversidad de la milpa, es fundamental la capacidad de adaptación campesina: “aquí hace algunos años los insectos como el chapulín eran un problema, pero actualmente lo hemos venido manejando para que haya convivencia y es utilizado en antojitos”. Añadió que un elemento clave de esta diversidad es su papel en la conservación de suelos, que fue central tanto para sus ancestros como en la actualidad. En este sentido, señaló que el sistema de Milpa Intercalada con Árboles Frutales (MIAF), presenta muchas oportunidades y debería de ser considerado y promovido en programas gubernamentales como en el de Sembrando Vida.
A pesar de su importancia, tras la firma del Tratado de Libre Comercio del América del Norte (TLCAN), cayó la producción de maíz nativo en Tlaxcala, pasando de 160 mil toneladas en los años ochenta a 120 mil en la actualidad, de las cuales entre el 12 y 15% -en el caso de Tlaxcala- se siembran bajo sistema milpa: “Es y ha sido nuestra tarea que se fomente la producción de maíz nativo bajo milpa”. Esto evidencia una de las amenazas a la soberanía alimentaria, “la llegada de monocultivos, principalmente de maíces híbridos y quizás transgénicos disfrazados como híbridos”, los cuales van desplazando a los maíces nativos. Otro elemento es la densidad de semilla por hectárea, mucho mayor en la agricultura convencional que “resulta en una mayor extracción de nutrientes y de agua del suelo por parte de los maíces híbridos, lo cual vemos como una amenaza”, enfatizó.
Señaló que desde el Grupo Vicente Guerrero han llevado a cabo acciones como ferias y fondos de semillas, que dan espacio a las y los campesinos para mostrar la diversidad e intercambiar; han organizado talleres y foros informativos y muestras de comida que “también son un modo de defensa, mostrando la utilización de los elementos de la milpa y sus ventajas alimenticias y nutritivas”.
Sin embargo, la defensa de la soberanía alimentaria no es solamente tarea de comunidades indígenas y campesinas: “debemos de hacerla también desde las ciudades, con investigación y con apoyo del campo”. Algunos elementos centrales son el seguimiento de las leyes, la articulación entre productores y consumidores urbanos y la movilización contra la privatización corporativa de las semillas. Un ejemplo de esta articulación y de lo que puede lograr, es la Demanda Colectiva contra la siembra de maíz transgénico: “vamos a cumplir ocho años de esta lucha deteniendo los permisos de siembra de maíz transgénico”.
Asimismo, es importante alimentar los canales de comunicación con las instancias públicas, para retroalimentar, desde las diversas experiencias de los territorios, los programas del Estado y poderlos mejorar: “tenemos que actuar como ciudadanos para que SADER y SEMARNAT incentiven la agricultura campesina, debemos mostrarle a la agricultura industrial que tenemos la razón tal como hemos sobrevivido, y no verlo solamente con ojos de números, sino como patrimonio biocultural y diversidad que muchas comunidades indígenas-campesinas han seguido manteniendo”.
Finalmente, recordó que “existen datos que señalan que productores con poca tierra producimos alrededor del 70% de los alimentos en el mundo, contrariamente a la agricultura industrial que, utilizando muchos recursos, agua y agroquímicos, produce pocos alimentos en nuestro planeta.
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