La historia escrita por Damien Chazelle se centra en el Hollywood de los años treinta, en el salto del cine mudo a las películas habladas
Viernes 2 de abril de 2021, p. 8
Desde su debut en Te Prometo Anarquía de Julio Hernández Cordón, el talento y la presencia en la pantalla de Diego Calva ha efervescido en direcciones interesantes. Egresado de la carrera de dirección del Centro de Capacitación Cinematográfica, el joven actor confiesa que no se veía ejerciendo como histrión por mucho tiempo, pues entre sus planes se encuentra dedicarse al trabajo detrás de la cámara. Pero, como reza la creencia popular, basta contarle tus planes a Dios o al diablo para hacerlos reír.
Después de aquella película, Diego ha trabajado lo mismo en series como Desenfrenadas o El Recluso, como en películas independientes, aunque ni siquiera el anuncio el año pasado de que se integraría a la serie Narcos México de Netflix sugería el enorme salto que dio su carrera hace algunos días, cuando se oficializó su participación en un rol protagónico al lado de Brad Pitt y Margot Robbie en la próxima película de Damien Chazelle, director ganador del Óscar de La La land.
Nuevo paradigma cultural
Babylon es el título del proyecto que promete catapultarlo a un nuevo peldaño en su carrera, la cual ya tiene asegurados al menos otros dos proyectos con Paramount Pictures. La historia, producida por Tobey Maguire y escrita por el propio Chazelle, se centra en el Hollywood de los años treinta, en el salto del cine mudo a las películas habladas, en un momento histórico en el que Estados Unidos dejaba atrás la prohibición del alcohol. En palabras de revistas como Deadline, Babylon promete ser una especie de Gran Gatsby en esteroides, lo cual no sólo sugiere una película entretenida, sino también un retrato poco mostrado de una sociedad que se enfrentaba a un nuevo paradigma cultural en el que el jazz, la heroína, el alcohol y minorías como las comunidades afroamericanas o latinas tomarían roles fundamentales para la evolución del imaginario colectivo que el cine ha construido.
Es en medio de eso que Diego Calva interpretará el personaje de un joven latino en esa industria, papel que no únicamente lo medirá actoralmente con una nominada al Óscar como Margot Robbie o Brad Pitt, quien recientemente recibió dicho galardón por Había una vez en Hollywood, sino que promete mostrarnos desde un rostro nuevo para el star system hollywoodense las historias olvidadas de los latinos y las latinas que ayudaron a construir esa máquina de sueños.
Platicamos con Diego Calva sobre el proceso para obtener un papel tan importante, que lo llevó a audicionar vía Zoom con la ganadora del Óscar Emma Stone –quien eventualmente dejó el proyecto y cedió su personaje a Margot Robbie–, así como a un proceso de investigación y aprendizajes sobre el papel tácito pero fundamental de la presencia latina detrás de las cámaras en Estados Unidos desde hace un siglo.
–Por lo que me cuentas, Damien te eligió por una foto, así que audicionar por Zoom no te alejaba mucho de esa imagen que él tenía de tu rostro. ¿Crees que eso jugó a tu favor, incluso antes de las reuniones presenciales?
–No sé si eso específicamente tuvo tanto que ver pero cuando veo sus películas, sobre todo Whiplash, aunque se nota en todas, hay una fijación con el close up y con la mirada de sus personajes. Algo que me encanta es que siempre busca cosas muy sutiles y sus personajes difícilmente tienen una gran deformación en la cara, ¿me explico? Nunca descomponen la cara por completo para expresarse. Todo se cuenta desde los detalles, que suelen ser miradas muy particulares y pequeñas expresiones o a veces basta con un respiro.
Sólo con eso nos permite tener una idea en cuanto a la historia del personaje. Creo que es algo que él hace mucho. De alguna manera no sé si tuvo que ver pero creo que fue un momento también cómodo para trabajar otras cosas. Yo veo ahora la La La Land, después de ya haber trabajado con él y encuentro mucho de los procesos que estoy teniendo. Las cosas que me pide y las cosas que está buscando todo el tiempo. Pero también hay cosas físicas para las que era necesario vernos en persona, como aprender de qué forma camina un personaje cuando tiene veinte años, a diferencia de como lo hará cuando tenga cuarenta.’
–¿Ha sido complicado adaptarte al sistema de Hollywood y a la barrera del idioma?
–La barrera del idioma se ha perdido porque nuestro lenguaje han sido las películas. Damien es un cinéfilo fuerte. Yo no me considero un gran maestro pero me encanta ver películas. Y agradezco muchísimo que en la escuela vi muchísimo cine mudo y lo analicé. Entonces, por ejemplo, cuando él me hablaba de Juana de Arco de Dreyer, yo ya lo había visto y para él era increíble que su actor ya la hubiera visto porque es una película contada en close ups. Veíamos las secuencias y me señalaba los detalles que eran importantes para mi interpretación. Igual con Chaplin, que es el mejor actor con los ojos. No es Pacino, ni De Niro. El, bueno, es Chaplin.
Damien y yo hemos encontrado un lenguaje a partir de las referencias y gustos propios que ha sido un proceso muy chido. Para mí eso es muy divertido porque me he ido robando las sutilezas en la actuación de estos personajes, que no son más que la convención de lo que es el actor americano. No funciona igual la comedia de aquí que la de allá, ni la comedia de allá se parece cuando comparas el humor de los años sesenta con la de los años treinta. He aprendido mucho de estar trabajando con él pero también de que, por culpa del Zoom, le hemos dedicado muchísimo tiempo a mi cara y mis expresiones. Si algo le agradezco al Covid es el tiempo que me ha dado. He podido trabajar en las escenas pero también en la biografía de mi personaje.
–Y en ese tiempo, ¿qué dirías que ha aportado el trabajar con Chazelle, que quizá no sabías o habías considerado antes?
–Definitivamente la sutileza. Usar la sutileza en la interpretación es un arma muy poderosa. Todos hemos escuchado la frase menos es más
en el cine, pero para poder hacer menos y que sea muy contundente agradezco tener atrás a alguien que lleva ocho años de investigación y que sabe perfectamente lo que está buscando en la materia humana. Damien se clava mucho en la emocionalidad humana. Se me quedó una frase suya que es Deja llorar a la audiencia. No llores tú porque, si tu lloras, no los dejas llorar. Eso es de ellos. No se los quites
.
Me ha obligado a ser muy contundente pero en situaciones contenidas. Me siento mucho más seguro. Porque mi estilo siempre se inclinaba más a la improvisación, a ser intenso y mostrar si mi personaje estaba encabronado. Pero con él he aprendido que hay cosas que pueden parecer mínimas, aunque funcionan porque tienen una investigación de hasta tres semanas entre él y yo. Me ha enseñado que nuestra cara puede contar toda la historia de un personaje y que los ojos son lo más cabrón que tenemos los actores.
–¿Cómo fue el momento de conocerlo? ¿Qué recuerdas de aquel primer encuentro presencial?
–Él es alguien que siempre te hace sentir tranquilo. Que todo el tiempo te pregunta si quieres volver a intentarlo y qué sentiste. Lo mismo a mí que a Margot Robbie. Porque, por ejemplo, cuando audicioné con Emma Stone todo fue por Zoom. Eso fue muy difícil porque hicimos escenas muy intensas en las que nos peleábamos y nos gritábamos. Pero en Zoom se enciman los audios y no terminas de escuchar a la otra persona. Cuando terminó ese casting yo quedé con una sensación horrible, porque no la escuchaba. Eso me dejo un sentimiento de dudas e inseguridad. No tenía el temple de pedir otra escena. Fue Emma la que sugirió que lo volviéramos a hacer y entonces entendí que estaba en un espacio de confianza.
Ya después, cuando tuve a Margot en frente, entendí que esa gente trabaja muy cabrón. Que si vas a trabajar con los mejores tienes que chambear como los mejores. Lo que habla por esa gente es su trabajo, y que saben la posición en la que están. Lo primero que me dijo Margot fue tranquilo, pásatela bien
. Una noche antes tuve una llamada con la encargada del casting y nunca olvidaré que me dijo que ellos también estaban ahí para mí, que yo no estaba viniendo de México para que me conocieran, sino que todos estábamos al mismo nivel. Eso me dio mucha confianza. Estar en las grandes ligas y darte cuenta de que no son gente mamona y que todos buscan lo mismo. El trabajo no gira en torno a las personas sino al proyecto y para eso es necesario darle valor a lo humano.
–De la investigación que has hecho con Damien, ¿qué dirías que es lo más interesante que has descubierto sobre el Hollywood de esa época y que va a sorprender al público?
–El papel de los latinos. Creo que no está en nuestra imaginación colectiva que en el Hollywood de los veinte y los treinta había muchísimos latinos trabajando. Desde siempre ahí estuvimos. Ahora conozco mucho más de la historia latina en el cine hollywoodense.
Además, como actor, me ha enfrentado a convenciones que antes sólo analizaba cómo cinéfilo y no como actor. Hemos platicado mucho sobre cómo Hollywood creó esas convenciones de lo que es cómico o lo que debería ser el melodrama. Vamos a mostrar lo que es la cultura del cine pero desde las entrañas. La historia que verán es también una de identidad, de cuál era el lugar del actor y cómo surge el star system, porque eso es algo que a la fecha sigue influyendo en cómo nos vemos o cómo nos comparamos con lo que nos muestra una pantalla.