Primeros en tiempo… ¿primeros en derecho?
Primer tiempo
Los pescadores ribereños de la costa de Tabasco y demás entidades del litoral del Golfo de México padecen la expansión de la industria petrolera que ocupa sus áreas de pesca en aguas someras. Desde los albores del siglo que comenzaron los avisos de las autoridades portuarias en se preguntan por qué deben irse ellos si sus permisos de pesca son anteriores a los que Pemex tiene para exploración marina.
Los abuelos entraron en la pesca comercial en los 1950, adiestrados por alvaradeños avecindados en localidades costeras de la entidad. El gobierno los organizó en cooperativas y así vivieron cinco décadas de crecimiento gradual y estabilidad relativa, en una convivencia con Pemex repleta de leyendas de corrupción.
Hoy escuchan que es imperativo extraer los hidrocarburos que yacen donde habitualmente obtienen su producción, su mercancía, su marea, como llaman a la pesca de una jornada. Sí, el petróleo es bueno y útil para el país, reflexionan, pero… ¿acaso nosotros no lo somos?
Producimos alimentos de alta calidad y valor en el mercado, dicen. Generamos una economía local para más de 20 mil familias, insisten. ¡No estamos contra Pemex!, ¡estamos en favor nuestro, también contamos!, gritan. Y enfurecidos, se lamentan en playas, asambleas y cantinas por carecer de estudios y de propiedades: “¡nos chingan siempre porque solo somos unos simples pescadores!”, concluyen.
Entretiempo
Comer pescados y mariscos enriquece nuestra dieta con sus formas, texturas y sabores. Ese hábito promueve la salud y el disfrute del placer gastronómico. Pero bajo el agua, ocultos a nuestros ojos, lejanos de nuestra comprensión, los pescadores ribereños ofician el arte extremo de la pesca marina.
Sierra frita con limón, coctel de camarón con pulpo, chilpachole de jaiba… ¿qué va a querer? Mesa del mar es fiesta del paladar. ¡Qué rico!, ¿todo bien? No. En el traspatio, cubiertos por lanchas, anzuelos y redes, curtidos en sal y sol, pero en las sombras, los pescadores envejecen entre vísceras y sangre de pescado aliñado.
El pescado es más limpio, nutritivo y sano que las aves, cerdos y reses porque en la vida marina silvestre no hay manejos invasivos ni aditivos como en corrales y gallineros, pero la mayoría de los mexicanos no consume alimentos del mar por barreras como precios y disponibilidad.
Segundo tiempo
El gobierno federal suprimió históricamente la autonomía de los pescadores. En Tabasco, sus huellas son profundas: liderazgos manipulables, violación de leyes y reglamentos, distorsión de información y mercados, corrupción montada en una economía instantánea y volátil, entre otras.
En la playa no hay inocentes. Las cooperativas se plegaron a la tutela estatal involucrándose en prácticas dañinas. Desde hace 20 años reciben compensaciones exiguas en insumos y artes de pesca a cambio de parar temporalmente y facilitar la exploración y perforación de pozos marinos; y el destino los alcanzó, pues hoy piensan que será muy difícil recuperar el mar.
Los pescadores tabasqueños, sin alianzas ni referentes de organización, no pueden gestionar políticamente su permanencia en condiciones favorables. El relevo generacional se debilita, el reclutamiento ha caído sensiblemente por escolarización y migración de jóvenes. El mar está vedado por la actividad petrolera y el horizonte trae barruntos que presagian más tormentas.
El gobierno actual apoya a pequeños productores primarios del país, entre quienes figuran nuestros hermanos ribereños. Sin embargo, los programas sociales no reponen el valor económico de la pesca que agoniza entre cables de exploración, perforación de pozos y amagos de rebelión. ¿Resistirán esta escalada en el territorio-mar que es su espacio productivo? ¿Lucharán por sus derechos? ¿Qué será de las comunidades costeras de Tabasco?
Quienes apreciamos la riqueza de esos 190 km de litoral esperamos que el saber local y la investigación científica y tecnológica pesen más que los criterios políticos prevalecientes en el entorno administrativo de la pesca. Los pescadores tendrán que botar lastres añejos y abandonar las aguas turbias que navegaron sin querer queriendo.
Tiempo extra
Guardianes de la frontera más grande y profunda, la que separa la tierra del mar, aportan a la economía, cultura y sociedad, pero los ignoramos y, con excepciones loables, no hacemos nada por conocerlos. Son seres de la orilla, marginales, forzados al desplazamiento mientras disfrutamos la exquisita cocina del mar.
Los últimos serán los primeros, dice un proverbio bíblico de fuerte raigambre popular. Los pescadores tabasqueños son creyentes y, a su modo, esperan la redención luego de enfrentar la adversidad, como si esta fuera una constante con sello de eternidad.
¿Qué hará la sociedad por la pesca ribereña marina? ¿Podremos consumir pescado por lo menos una vez al mes? Anímese, es muy bueno. Provecho y salud para su familia y los pescadores de toda la ribera del Golfo de México. Lo demás no es solo cosa de ellos, tienen derechos y habrán de ejercerlos. ¿Usted gusta? •