Los náufragos del Golfo de México
Un medio día de julio de 2016, un hombre desnudo flota a la deriva en el Golfo de México, su salvavidas es un galón de gasolina. Por suerte, la tripulación de un barco de una empresa petrolera lo avista y el hombre es sacado del agua. Su nombre es Leonardo Molina Prieto, ronda los 70 años y es pescador de la barra de San Pedro en Centla, Tabasco. Había salido días atrás con René de los Santos Notario, padre de cuatro niños, por desgracia, René no tuvo la suerte del viejo, se hundió en el mar junto a la pequeña lancha la madrugada anterior.
La escena del rescate del viejo pescador la escuché de mi hermana, quien era parte de la tripulación del barco petrolero. Motivada por la anécdota fui a la barra de San Pedro para escribir un reportaje en abril de 2017 y encontrar a Leonardo Molina, o Tlaliscoya, para los amigos, quien sobrevivió a tres naufragios, así como a los familiares de René de los Santos.
Antes de llegar al lugar hice un recuento de los naufragios sucedidos en los dos años previos a mi visita, a través de notas periodísticas en el Golfo de Campeche: 26 pescadores a lo largo de las costas tabasqueñas y campechanas perecieron en el mar, de ellos, cuatro hombres de San Pedro aún no habían sido encontrados. Eso sólo entre 2015 y 2017, desde entonces la cifra ha crecido.
Después de preguntar la causa de estos naufragios a los habitantes de las comunidades pesqueras, adujeron diferentes razones: disputa por el espacio con la industria petrolera, la cual, argumentan, ha espantado a los peces; sobreexplotación pesquera y cambio climático. Era una constante escuchar en San Pedro que las nulas condiciones laborales aumentaban el riesgo de sufrir un accidente en el mar.
Así comprendí que los pescadores del Golfo han tenido que aprender a coexistir con la actividad extractiva en el mar, donde la industria petrolera, con sus grandes buques y plataformas comparte espacio con pequeñas lanchas, lo cual llevó desarrollo a la región, pero a la vez la reducción de las áreas de pesca. A estos conflictos se agrega una amenaza: los piratas de Campeche, quienes atracan en el mar a los pescadores despojándolos de los motores fuera de borda de sus lanchas ribereñas hasta incluso asesinarlos si se resisten.
A veces olvidamos que detrás de algo tan simple como los mariscos que llegan a nuestra mesa, existe una persona que arriesgó su vida durante días para poder capturarlos, sufriendo los embates de la naturaleza, hombres conviviendo con enormes embarcaciones a las que bendicen y maldicen por quitarles su espacio, pero que son a la vez esperanza de muchos por ser fuente de empleo y de rescate cuando naufragan.
Las viudas y huérfanos de los náufragos que no regresaron, después de perder al sostén de la familia en el mar, quedan desprotegidos, por lo que su condición se torna aún más vulnerable. Aunque con los años el oficio del pescador se haya tornado más riesgoso, continúan trabajando sin prestaciones o seguros médicos. Es por ello que las mujeres y hombres de las comunidades pesquera en el Golfo de México, representan con sus historias la más básica de las condiciones humanas, la supervivencia.
En los últimos años las trabajadoras del hogar lograron reformas legales para obtener prestaciones; su lucha refleja que también se puede dignificar el trabajo de los pescadores alrededor de México. El apoyo de la sociedad civil es básico para que los derechos de las hombres y mujeres que cazan en las aguas sean incorporados en la agenda de los tomadores de decisiones y lograr con esto que los pescadores no sean una herramienta desechable más. •